El Papa recibió a los rectores del Lacio. Foto: Vatican Media

Estamos en crisis, debemos aprender a vivir una crisis que nos hace crecer, dice el Papa a rectores de universidades italianas

“Insto a tener cuidado con las ideologías. Las ideologías destruyen porque nos hacen ver sólo un camino y nos cierran el panorama universal. Las ideologías destruyen la humanidad de una persona, le quitan el corazón, le quitan su capacidad poética, su creatividad. Hoy en día hay tantos: hay que tener cuidado de no caer en estas actitudes ideológicas que destruyen”, dijo el Papa.

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(ZENIT Noticias / Ciudad del Vaticano, 16.05.2022).- Por la mañana del lunes 16 de mayo el Papa recibió en audiencia especial a los rectores de las 13 universidades que hay en la región del Lacio, en Italia. Se trata de los rectores de universidades públicas y privadas tanto laicas como católicas, a saber: IUSM (Universidad de Estudios de Roma “Foro Italico”), Libera Universitá degli Studu San Pío V, LUISS (Libera Universitá Internazionale degli Studi Sociali), LUMSA (Libera Universitá Maria S.S. Assunta), Universitá Campus Bio Médico di Roma, Universita degli Studi della Tuscia, Universita degli Studi di Cassino, Universita degli Studi di Roma “La Sapienza”, Universita degli Studi di Roma Tor Vergata, Universita Europea di Roma (de los Legionarios de Cristo) y Universidad Roma Tre.

El discurso del Papa giró en torno a tres temas: 1) la situación de crisis educativa, 2) la inclusión de los menos favorecidos y 3) la atención contra las ideologías. Hacia el final del discurso también aludió al Jubileo de 2025. Ofrecemos el texto del Mensaje traducido al español.

***

Doy la bienvenida a los rectores de las trece universidades públicas, estatales y no estatales, de Roma y del Lacio, reunidos en la Coordinación Regional de las Universidades del Lacio con los representantes de la Región. Saludo al Presidente, Profesor Stefano Ubertini, Rector de la Universidad de Tuscia, y le agradezco sus amables palabras de presentación.

Las universidades, en este momento histórico concreto, tienen encomendada una tarea de gran responsabilidad. Los años de la pandemia, la propagación en Europa de la «tercera guerra mundial» que empezó a trozos y ahora parece que no será a trozos, la cuestión medioambiental global, el crecimiento de las desigualdades, nos desafían de forma acelerada y sin precedentes. Un reto que tiene una fuerte implicación cultural, intelectual y moral. Este escenario se encuentra ante las generaciones más jóvenes, corriendo el riesgo de generar un clima de desánimo, desconcierto, pérdida de confianza, y lo que es peor: de acostumbramiento. Debemos decirnos la verdad: estamos en crisis. Y la crisis no es algo malo, no es una cosa mala: la crisis es buena, porque la crisis nos hace crecer, nos hace hacer opciones para crecer. El peligro es cuando la crisis se convierte en conflicto: el conflicto se cierra y destruye. Pero debemos aprender a vivir en crisis, como lo hacemos ahora, y sacar adelante a los jóvenes que están en nuestras universidades, enseñándoles a vivir en crisis y a superarlas. Esta es una de las cosas más hermosas que podemos hacer: cómo vivir en crisis y superar la crisis, para que no se convierta en conflicto.

Pero los jóvenes no encajan, y nos llaman a nuestras responsabilidades. Así que este es precisamente el momento de realizar una gran inversión educativa. Por eso se está desarrollando el Pacto Mundial por la Educación, que es un proyecto de trabajo conjunto a escala mundial, en el que participan muchas partes interesadas, desde las principales religiones hasta las instituciones internacionales, pasando por las instituciones educativas individuales. Firmando con este espíritu el documento sobre la fraternidad humana en Abu Dhabi el 4 de febrero de 2019, acordamos que «nos importa una educación integral que se resume en el conocimiento de uno mismo, del hermano, de la creación y de la Trascendencia».

Este es, concretamente, el horizonte de la paz: una educación universitaria humana y universal, sobre lo concreto. A veces, algunas universidades -pienso en algunas que he conocido- arrastran el legado universitario de la Ilustración, que es llenar la cabeza de ideas, hacer «macrocéfalos», y eso no ayuda. Hay que educar con el lenguaje de la cabeza, del corazón y de las manos, y así se crece en la sociedad. Este es, en concreto, el horizonte de la paz que hoy reclamamos con razón y por la que rezamos intensamente, y por tanto del desarrollo verdadero e integral, que no puede construirse sino con sentido crítico, libertad, sana confrontación y diálogo. Y estas cuatro cosas no se pueden hacer sin libertad. Estamos aquí en la base misma de la idea de la universidad y del papel que esta institución no puede dejar de tener, más allá de las barreras y las fronteras.

De hecho, hay mucho que hacer, para asegurar el desarrollo tecnológico y científico, ciertamente, pero también para garantizar la sostenibilidad humana. Los grandes cambios exigen que nos replanteemos nuestros modelos económicos, culturales y sociales, para recuperar el valor central de la persona humana [1]. Y «el propio término «universidad» designa una comunidad, pero también una idea de convergencia de conocimientos, en una búsqueda que proporciona verdad y sentido al diálogo entre todos los hombres y mujeres del mundo» [2].

Por ello, es verdaderamente importante el servicio que puede prestar la universidad; que ustedes y las universidades que representan, cada una con sus características propias, pueden aportar para repensar y adaptar nuestros modelos de desarrollo, reuniendo las mejores energías intelectuales y morales. Los estudiantes no se conforman con la mediocridad -la explotan, pero no se conforman con ella-; no se conforman con una mera repetición de datos, ni siquiera con una formación profesional sin horizonte. Lo demuestra, por ejemplo, la gran movilización de muchos jóvenes estudiantes de doctorado e investigadores en economía, coordinados por profesores de sus universidades, precisamente con el objetivo de construir respuestas nuevas y eficaces, superando viejas incrustaciones ligadas a una cultura estéril de competencia por el poder.

Por favor, no pierdan el esfuerzo de escuchar a los estudiantes, a sus colegas y compañeros -este es un ambiente de diálogo, no lo pierdan-; escuchen la realidad social e institucional, la vecina y la global, porque la universidad no tiene fronteras: el conocimiento, la investigación, el diálogo, la confrontación no pueden sino superar cualquier barrera y ser «omnipresentes» [3]. Por favor, que no falte también el valor de la imaginación y la inversión, para un desarrollo humano de la investigación, para formar a jóvenes capaces de aportar algo nuevo al mundo del trabajo y de la sociedad; para formarlos también en el respeto: respeto a uno mismo, respeto al prójimo, respeto a la creación y respeto al Creador.

Y en la promoción de la excelencia en los estudios y la investigación, les pido que estéis atentos para que todos los que lo merecen y carecen de medios puedan ejercer plenamente su derecho al estudio y a la formación. Y, asimismo, continuar con el encomiable compromiso de acoger a estudiantes, investigadores y profesores víctimas de la persecución, la guerra y la discriminación en diversos países del mundo. Que estimulen en muchos las formas de «aprendizaje-servicio» a la comunidad, para que, midiéndose con la pobreza y las periferias existenciales y sociales, den más sentido y valor a su formación universitaria, nunca desconectada de la vida, nunca desconectada de las personas, nunca desconectada de la sociedad.

Volvemos así a la intencionalidad propia de la institución universitaria, en el compromiso convergente de docencia, investigación, diálogo y confrontación con la sociedad. Espero que las suyas sean comunidades vivas, transparentes, activas, acogedoras, responsables, en un clima fructífero de cooperación, intercambio y diálogo, valorando a todos y cada uno. Que seáis capaces de leer y afrontar este cambio de época con reflexión y discernimiento, sin prejuicios ideológicos, sin miedos ni huidas, o peor aún, conformismo. Y en este sentido, nos insto a tener cuidado con las ideologíasLas ideologías destruyen porque nos hacen ver sólo un camino y nos cierran el panorama universal. Las ideologías destruyen la humanidad de una persona, le quitan el corazón, le quitan su capacidad poética, su creatividad. Hoy en día hay tantos: hay que tener cuidado de no caer en estas actitudes ideológicas que destruyen, hacen tanto daño. Incluso en la Iglesia las tenemos, tantas ideologías, a veces, que no hacen ningún bien.

Estamos a pocos años del Jubileo de 2025. Recordemos que apenas tres años después de la celebración del primer Jubileo, en 1300, se estableció el Studium Urbis, como para mostrar en la práctica y reafirmar la relación autóctona entre la Iglesia y la institución universitaria, una de las expresiones más antiguas y paradigmáticas de la civilización europea, que luego se desarrolló en el mundo. Esta antigua y consolidada relación, en distinción y cooperación, estamos llamados a desarrollarla y proseguirla en la construcción responsable y sostenible de vías de desarrollo.

El lema del próximo Jubileo de 2025, Peregrinos de la esperanza, puede expresar entonces este compromiso convergente, la tensión hacia objetivos compartidos de vida, bondad y fraternidad. Este es mi deseo y mi agradecimiento al Comité de Coordinación Regional de las Universidades del Lacio. Los acompaño con mi bendición y mi oración. Y uds. también, no se olviden de rezar por mí. Y si alguno de vosotros no reza porque no puede, no sabe o no le apetece, al menos enviadme buenas ondas: ¡las necesito! Gracias.

 


[1] Discurso en la Universidad de Roma Tre, 17 de febrero de 2017.

[2] Discurso ante profesores y alumnos de la Universidad Libre María Santísima Asunción, 14 de noviembre de 2019.

[3] Cf. Const. Ap. Veritatis gaudium, Proem.

 

Traducción del original en italiano realizado por el director editorial de ZENIT.

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Redacción Zenit

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