Por: Rafael Manuel Tovar
(ZENIT Noticias / Managua, 31.07.2023).- Las fiestas populares en honor a Santo Domingo de Guzmán son las más frecuentadas por el pueblo de Nicaragua desde 1886: atraen multitudes durante los diez primeros días de agosto en Managua. Bajan la imagen del santo, de apenas 18 centímetros, en un barco –como le llaman– porque avanza entre un río de gente, en un recorrido de 10 kilómetros desde la iglesia de Las Sierritas hasta el centro de la capital. Muchos promesantes que acompañan la imagen se pintan de negro con aceite quemado. Pero este año, la procesión ha adquirido otro color.
El 1 de agosto la imagen bajará a Managua en la primera procesión autorizada por el régimen orteguista, bastantes meses después de haberlas prohibido. Rosario Murillo decretó que la Alcaldía de Managua, controlada por los sandinistas, organiza esta fiesta tradicional con varias actividades, según informa 100% Noticias, medio nicaragüense de comunicación digital.
La oposición al régimen de Daniel Ortega criticó a Rosario Murillo por autorizar las fiestas patronales de Managua y no aceptar la celebración de otros patronos religiosos en el resto del país. Un dirigente de la Fuerza Democrática Nicaragüense, Luis Fley, marcó como grave que la número dos de la dictadura suplante al Cardenal Leopoldo Brenes con el anuncio de las fiestas patronales en Managua, pues corresponde a la Iglesia dar el aviso: «La dictadura le ha declarado la guerra a la Iglesia católica y pretende suplantar o sustituir a la dirigencia de la Iglesia católica».
No obstante, el párroco de la iglesia de Santo Domingo, donde reside normalmente la imagen en cercanías de Managua, Boanerges Carballo, anunció por medio de un video que la tradicional procesión de Santo Domingo de Guzmán saldrá a las calles: «Nuestras festividades patronales serán posibles gracias a la capacidad de conversar, de orar y trabajar juntos. Por ello, con alegría, nos preparamos para que la imagen de Santo Domingo de Guzmán visite la ciudad capital y se encuentre con sus devotos».
Las declaraciones de Rosario Murillo, vicepresidenta del país, son lamentables: «Este fin de semana sigue la fiesta, aquí de fiesta en fiesta, agradecidos a Dios. Celebrando la paz, porque nuestra victoria es la paz, celebrando la vida, celebrando el cariño, celebrando la hermandad». Es difícil juzgar estas frases como expresiones verdaderas de quien tiene prohibidas las procesiones en el país. O cómo ver admisibles las palabras paz, vida y cariño en quien propició la muerte de 350 personas al enviar la policía contra los manifestantes en 2019. ¿O a qué se refiere Rosario Murillo con hermandad, si obispos, sacerdotes, religiosos y laicos comprometidos con la fe son exiliados por orden del gobierno?
Una fuente policial reveló que las autoridades se han reunido con los sacerdotes de las parroquias donde se resguarda la imagen para coordinar las fiestas. Luis Fley opina: «La condición para dejar salir la procesión y recibir apoyo del régimen es darle protagonismo a la dictadura en las fiestas patronales, para quitar un poco la imagen del asedio y prohibiciones de las actividades religiosas».
Es fácil notar la manipulación en esta concesión, buscando adquirir buena imagen ante el pueblo del gobierno sandinista, que bloqueó hace unos días el Fondo Nacional del Seguro Sacerdotal, que da la pensión a los sacerdotes mayores de 65 años retirados del ministerio por la edad, como denuncia la abogada Martha Patricia Molina al diario La Prensa.