(ZENIT Noticias / Santa Fe, Argentina, 21.01.2025).- En un pequeño convento carmelita de Santa Fe, Argentina, se han dado los primeros pasos formales hacia la beatificación y canonización de la hermana Cecilia María Sánchez Sorondo. El anuncio del arzobispo Sergio Fenoy marca un momento significativo, no sólo para la comunidad carmelita, sino para todos los que han sido tocados por la notable historia de esta humilde pero extraordinaria monja.
Nacida en 1973 en San Martín de los Andes, Cecilia María creció como una de diez hermanos en una familia militar. A pesar de los desafíos de las frecuentes mudanzas, se sintió profundamente inspirada por la fe que encontró a través de su familia y educación. Su llamado a la orden carmelita comenzó a tomar forma durante sus años universitarios, cuando los escritos de Santa Teresa de Ávila despertaron en ella un deseo de intimidad con Cristo.
Después de un tortuoso camino de discernimiento, que incluyó un tiempo en otras dos comunidades carmelitas, la hermana Cecilia María finalmente encontró su hogar en el convento carmelita de Santa Fe. Allí, abrazó la vida contemplativa con una calidez y humanidad que se convertiría en su sello distintivo.
Una vida que irradia alegría
Quienes conocieron a la hermana Cecilia María la describen como un faro de alegría y empatía. Su sonrisa, a menudo visible incluso en sus últimos días de sufrimiento, se convirtió en un símbolo de su profunda paz espiritual. “Tenía el don de conectar con la gente”, recuerda la hermana Fabiana Guadalupe Retamal, una compañera carmelita. “Incluso en sus momentos más difíciles, su sonrisa venía de lo más profundo de su corazón. No era forzada, era un reflejo de su confianza en Dios”.
La humildad de la hermana Cecilia María se extendía a su franca autorreflexión. En medio de su enfermedad, le admitió a una monja compañera: “Mi gran pecado fue hacer las cosas a mi manera, a mi antojo. Había momentos en que me asustaba a mí misma con mi terquedad”. Sin embargo, incluso estas admisiones estaban acompañadas de una característica alegría y una disposición a reírse de sus propias deficiencias.
Un testimonio público de la gracia en el sufrimiento
A finales de 2015, durante el tiempo de Adviento y el Año Jubilar de la Misericordia, la Hermana Cecilia María recibió un diagnóstico devastador: cáncer de lengua, con metástasis en un ganglio linfático. A pesar del dolor y los tratamientos agotadores, exudaba una sensación de paz que asombraba a quienes la rodeaban.
Una imagen conmovedora de ella, acostada en una cama de hospital con una sonrisa serena en su rostro, se hizo viral poco antes de su muerte en junio de 2016. La foto encapsulaba su capacidad de irradiar esperanza y belleza incluso frente a un profundo sufrimiento. En una de sus últimas cartas a su familia, escribió: “Siento que el dolor crece, pero no estoy sola. Juntos, seguiremos al Cordero”.
Un legado de fe e intercesión
Desde su fallecimiento, la reputación de santidad de la Hermana Cecilia María no ha hecho más que crecer. Los peregrinos visitan su convento y muchos piden su intercesión conmovidos por su historia. Los testimonios de gracias y favores recibidos a través de sus oraciones están llegando, lo que contribuye a la evidencia necesaria para su proceso de canonización.
El proceso de beatificación comenzó oficialmente con el edicto del arzobispo Fenoy el 14 de febrero de 2024. La primera sesión pública, que incluye una misa especial, se llevará a cabo el 23 de febrero de 2025 en el convento carmelita de San José y Santa Teresa en Santa Fe.
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