ASUNCIÓN, 13 noviembre 2003 (ZENIT.org).- Publicamos a continuación la carta que los obispos de Paraguay han difundido al término de la celebración de la 170º Asamblea Ordinaria celebrada a principios de mes.
En ella comparten su análisis de la situación nacional y, como pastores de la Iglesia, ofrecen algunas orientaciones a católicos, personas de buena voluntad y aquellos que ejercen responsabilidades en el destino del país.
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CARTA DE LOS OBISPOS DEL PARAGUAY
– A los fieles cristianos, miembros de la Iglesia Católica.
– A los cristianos y personas de buena voluntad, en forma especial a los pobres, a los postergados y excluidos.
– A las personas en ejercicio de autoridad civil, política, económica, social, militar y religiosa.
Cada vez que los Obispos nos reunimos en Asamblea, nos ratificamos en el compromiso de acompañar la vida del pueblo. En esta Asamblea de noviembre de 2003 deseamos compartir sus esperanzas y preocupaciones, sus dolores y el íntimo y esperanzado anhelo de días mejores. Como pastores queremos ofrecer una palabra clara y orientadora que llegue a todos.
La revisión y evaluación de la situación nacional, según nuestra percepción y de muchas personas de nuestras organizaciones pastorales y de nuestro entorno, además de la visión que nos llega a través de los medios de comunicación social y de la opinión pública, nos mueve a compartir nuestra visión actual, nuestras preocupaciones y temores y algunas orientaciones según nuestra misión de pastores de la Iglesia.
I. Hechos que merecen nuestra atención
1. El comienzo de un nuevo periodo de gobierno despertó en la población paraguaya actitudes algo dispares:
* Ciertamente, reconocemos un buen ambiente de optimismo y esperanza de días mejores en muchos sectores de la población. Se pueden identificar signos positivos que dan aliento a esta actitud, tales como:
– La presencia de personas idóneas en el área económica del gobierno.
– La promesa de una lucha abierta contra la corrupción.
– La presencia directa e inmediata de las autoridades pertinentes en los lugares donde hay problemas y se generan conflictos.
– Y una dinámica que se dedica a la atención de los asuntos públicos.
2. Dudas y expectativas
Asimismo, identificamos sentimientos de dudas y expectativas con relación a signos que nos hablan de la persistencia de ciertos criterios y procedimientos que fueron y son muy negativos, tales como:
– El partidismo y el grupismo; así como la corrupción generalizada, la inseguridad, la falta de una justicia clara, rápida e igual para todos.
– Los dirigentes políticos, sociales, económicos, religiosos aún necesitan convencer al pueblo de la validez de su misión y de la autenticidad del ejercicio de su poder para ganarse la confianza y el respaldo real de la ciudadanía.
3. Situación de los sectores carenciados
* Los pobres son cada vez más pobres y más numerosos: “Víctimas de determinadas políticas y de estructuras frecuentemente injustas” (E.A. Nro. 56); hay un aumento preocupante de la miseria.
* El problema creciente de la migración del campo a la ciudad crea un mayor déficit de infraestructura y servicios básicos (educación, salud, agua, vivienda, trabajo), que lleva al hacinamiento, los vicios y a los robos.
* Un gran sector campesino vive sin esperanzas y sin futuro; que apenas sobrevive, con la práctica de la agricultura tradicional frente a una agricultura empresarial y avasalladora.
4. El problema de la tierra
Vemos la necesidad de una Reforma Agraria integral y la revisión y recuperación de todas las tierras malhabidas.
En este sentido, recordamos que aún falta la aprobación de la ley que crea el organismo que debe administrar y dirigir la aplicación del Estatuto Agrario aprobado el año pasado y que fue acompañado con firmeza por la Conferencia Episcopal Paraguaya.
“La falta de equidad en la repartición de la propiedad de la tierra y las políticas que causan estos desequilibrios entorpecen el desarrollo económico” (Pontificio Consejo de Justicia y Paz, Nro. 18)
Las ocupaciones de tierra se han ido convirtiendo en un mal creciente y en muchos casos incontrolables. En su raíz encontramos dos injusticias: 1) Los actores generalmente han sufrido una violencia por el desinterés de nuestros gobernantes por proveerles de la titularidad de una propiedad que por Constitución les corresponde. 2) La violencia de los ocupantes de hecho, al apoderarse de la propiedad privada de terceros.
Directamente relacionada con el problema de la tierra y como su expresión más grave en estos momentos, y con visos de legalidad, está la expulsión generalizada de sus tierras de campesinos e indígenas por falta de políticas que permitan afincarlos y afianzarlos en sus espacios vitales. Una de las razones de esta estas expulsiones es el avance de la agroindustria y de la explotación ganadera.
5. Puerto Casado
En el caso concreto de Puerto Casado, una tierra explotada por cien años y últimamente transferida a una entidad extranacional, sin respetar los derechos naturales y adquiridos de una población convertida en municipio y con opción directa al acceso a la propiedad de una parte de esas tierras para trabajar y crecer honestamente, a esas tierras no se les puede aplicar lo que establece el Art. 109 de la Constitución Nacional (propiedad privada trabajada y dentro de las dimensiones establecidas por la ley), porque ellas deben considerarse latifundio improductivo (Art. 116, Constitución Nacional). Tenemos que actuar con la ley en la mano y con el propósito claro de defender la causa justa de nuestros conciudadanos
6. Otras situaciones
* Las actitudes intransigentes de algunos sectores que anteponen sus intereses sectoriales en desmedro del Bien Común.
* Una seria crisis en la interrelación entre los Poderes del Estado.
* La fuerte y grave destrucción de nuestros recursos naturales y el desequilibrio ecológico que ello provoca.
* La inseguridad ciudadana, ante el avance de la violencia, los robos, la delincuencia, los asesinatos y los secuestros extorsivos.
* La amenaza que plantea el manejo oculto e inconsulto del tema Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) por parte de los sectores oficiales.
II. Frente a estos problemas necesitamos:
– Contar con un proyecto país con un objetivo trabajado con la participación de todos. Pensar en cuál es el Paraguay y qué paraguayos y paraguayas queremos.
– Reformar y cambiar el marco jurídico y legal de nuestras instituciones y el de las garantías y derechos de las personas.
– Contar con leyes y hacer cumplir las que ya existen para poner orden en nuestro país y evitar que los prepotentes, en sus oscuros intereses de lucro, actúen en la marginalidad de la ley.
– Deponer actitudes sectarias para abrir y mantener espacios de diálogo que posibiliten la consecución del Bien Común. Particular responsabilidad tienen en este aspecto los medios de comunicación social y cuantos trabajan en los mismos.
– Establecer una política firme y serena, sin privilegiados ni excluidos, con vocación de sumar voluntades y dar pasos graduales para superar la difícil situación presente.
– Promover iniciativas políticas no sólo en favor de la familia, sino también políticas sociales que tengan como objetivo principal a la familia misma, ayudándola mediante la asignación de recursos adecuados e instrumentos eficaces de ayuda, para la educación de los hijos (Centesimus Annus 49).
– Promover, como instrumento de cambio, un decidido impulso a favor de la moral pública y privada y una clara opción por el testimonio d
e vida.
– Contar con un plan económico para la vida del país teniendo en cuenta la producción, la comercialización y la posibilidad real de lograr una calidad de vida sustentable.
– Contar con los centros, los medios, los valores y las enseñanzas necesarias para ser ciudadanos y ciudadanas respetuosos del medio ambiente; miembros eficientes de una comunidad humana que busca el crecimiento armónico y solidario de todos sus miembros. Por eso mismo estamos también conscientes de “que es necesario que la Iglesia preste mayor atención a la formación de la conciencia, prepare dirigentes sociales para la vida publica en todos los niveles, promueva la educación ética, la observancia de la ley y de los derechos humanos y emplee un mayor esfuerzo en la formación ética de la clase política”. (E.A.210)
III. Compromisos y esperanzas
– Pedimos a los miembros de la Iglesia que den testimonio de pertenencia de la misma y que se les reconozca por sus obras, por su compromiso y por sus servicios al prójimo, a sus familias, a la comunidad y al país. Que vivan como comunidad de hijos e hijas de Dios; que celebren su fe y vivan solidarios. (cfr Mt. 5,16).
– Pedimos al pueblo sencillo, a los pobres y marginados, de quienes Jesús decía:”Bienaventurados los pobres, porque de ustedes es el Reino de Dios” (Lc. 6,20) y por quienes la Iglesia ha hecho una opción preferencial que, fundados en su fe y en su profunda fraternidad cristiana, se organicen solidariamente y encuentren los caminos para enfrentar sus dificultades (cfr E.A. 58). “La solidaridad es una exigencia directa de la fraternidad humana y sobrenatural. Los graves problemas socio-económicos que hoy se plantean no pueden ser resueltos si no se crean nuevos frentes de solidaridad: solidaridad de los pobres entre ellos, solidaridad con los pobres, a la que los ricos son llamados, y solidaridad de los trabajadores entre sí. Las instituciones y las organizaciones sociales, a diversos niveles, así como el Estado, deben participar en un movimiento general de solidaridad”. (Instrucción sobre Libertad Cristiana 89).
– Pedimos a los líderes de todo orden o campo de acción que recuerden que toda autoridad y su ejercicio es un deber y un servicio al Bien Común. Serán reconocidos por su capacidad y su honorabilidad cuando el norte de su accionar, de sus motivaciones e intenciones esté siempre a favor del país y el bien de todos los ciudadanos y ciudadanas. En este sentido se ha de obviar el trato exclusivamente político que olvida los principios éticos y los criterios legales fundamentales.
– Pedimos a las autoridades de los Poderes del Estado que recuerden que deben ajustar su accionar al marco constitucional y que mantengan el respeto a la institucionalidad de la República.
– Debemos apoyar y acompañar siempre los buenos proyectos y propósitos traducidos en programas y en acciones.
IV. Conclusión
Sabemos que este emprendimiento es de largo alcance, que no se podrán satisfacer todos los deseos y expectativas en pocos días o en poco tiempo, pero lo que todos valoramos y apreciamos es la intencionalidad y los pasos dados en orden al ideal de bienestar, de justicia, de libertad, de seguridad y de solidaridad. Aún así reconocemos que existen problemas que requieren una inmediata atención y solución, los cuales son impostergables.
Por último, queremos decir que todos soñamos y queremos una sociedad mejor, un país diferente. Recordemos y repitamos que esto supone y exige el compromiso, el esfuerzo y el aporte de todos y cada uno a su medida y según su responsabilidad y posibilidad.
A todos los hijos e hijas de Dios, exhortamos que eleven una oración confiante sabiendo que nuestro Padre Dios quiere el bien de todos sus hijos e hijas. Que la protección maternal de María Santísima nos acompañe siempre.
San Roque González, nuestro hermano y compatriota, que conoció este país y que luchó por su desarrollo y crecimiento, nos anime y aliente en nuestro caminar.
7 de Noviembre de 2003
Firman todos los Obispos del Paraguay
[Original difundido por el Consejo Episcopal Latinoamericano]