CIUDAD DEL VATICANO, 19 noviembre 2003 (ZENIT.org).- El nuevo fenómeno de la emigración (voluntaria o forzada) constituye un llamamiento a los cristianos para que vivan el «riesgo del don», considera el secretario del secretario del Consejo Pontificio para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes.
El arzobispo Agostino Marchetto llegó a esta conclusión al inaugurar este miércoles la segunda jornada del quinto Congreso organizado por la Santa Sede sobre emigrantes y refugiados, que se celebra esta semana en el Instituto Patrístico «Augustinianum» de Roma.
La intervención del prelado ha servido para ofrecer nuevas pistas para la «misión a los migrantes» que constituye una frontera «caliente» para la Iglesia en tiempos de globalización.
«La inmigración forzosa o voluntaria saca a la luz la necesidad de llevar a cabo una transformación profunda de las instituciones y las personas para crear y vivir una cultura de la acogida, un amor cristiano que no es ni ciego ni folklórico, sino auténtico, por las diversas culturas, utilizando, además de la hospitalidad, la gramática del diálogo, del respeto recíproco y de la convivencia intercultural e interreligiosa», afirmó en su intervención monseñor Marchetto.
El cardenal Paul Poupard, presidente del Consejo Pontificio de la Cultura, recordó que «al igual que todo ser humano tiene derecho al reconocimiento y al respeto de la propia identidad, que no lo exonera de sus deberes con la colectividad, toda minoría cultural tiene derecho al reconocimiento de la propia identidad».
La falta de respeto este derecho es «fuente de humillación, suscita una fuerte reivindicación y adquiere, muy a menudo, la forma de una violencia extremada», constató.
El arzobispo Pier Luigi Celata, secretario del Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso, constató que el fenómeno migratorio «puede constituir una ocasión propicia para el diálogo interreligioso que es uno de los retos más grandes de nuestro tiempo».