ROMA, lunes, 26 enero 2004 (ZENIT.org).- Peregrinación fraterna, visita enriquecedora a las congregaciones y consejos de la Curia romana, encuentro con un Papa de «presencia impresionante». Estos son los tres elementos de la visita «ad limina apostolorum» que subrayan dos obispos franceses al concluirla este fin de semana.
Después de haberse encontrado en privado con el Papa, monseñor Emile Marcus, arzobispo de Tolosa, y monseñor Guy Tomazeau, obispo de Montpellier, mantuvieron este viernes con algunos periodistas una conversación espontánea en el Seminario Francés de Roma en la que han revelado confidencias de estos encuentros que los obispos cumplen cada cinco años.
Los dos prelados comenzaron destacando el sentido de peregrinación que tiene esta visita, subrayado en particular por la concelebración de la eucaristía entre obispos en lugares como la basílica de Santa María la Mayor, o la de San Pedro y la de San Pablo, tumbas de los apóstoles. En estos momentos, reconocieron «pasa algo».
Por lo que se refiere al segundo aspecto de esta peregrinación, las visitas a los organismos de la Curia romana, los obispos de las provincias eclesiásticas de Toulouse y Montpellier han visitado «todos» los consejos pontificios y congregaciones, tres en la mañana y tres en la tarde.
Ha sido «un poco demasiado», afirmaban con una expresión típicamente francesa, pero han sido contactos «preciosos».
Afirmaron que lo primero que han apreciado es «la acogida» que han recibido en cada ocasión. «Han leído nuestros informes, se han interesado por lo que tenemos que decir, nos han escuchado, y están al corriente de los problemas de nuestras diócesis. Nos sentimos comprendidos», afirmaba monseñor Marcus.
Ha sido una visita «acogedora y apacible –añadía el prelado–, incluso cuando tocábamos cuestiones difíciles, como la erosión de la práctica religiosa. Había un gran deseo por escucharnos. Nosotros veníamos a explicar nuestra vida, nuestras alegrías y a dejarnos instruir».
Monseñor Tomazeau añadía que «desde la aurora de la Iglesia, la unidad se mantenía por dos medios privilegiados, las cartas y las visitas». En las visitas de las antiguas Iglesias no había «un inspector», aclaraba, sino «un hermano que visita a sus hermanos». Lo mismo sucede en las visitas «ad limina».
Para los dos prelados, la Curia romana tiene la riqueza de su «internacionalidad», que les permite ver los problemas desde otro punto de vista, con una visión «universal».
En cada visita «ad limina», los obispos preparan un informe y respuestas divididos en 22 capítulos, que constituyen en cierto sentido una radiografía, «lo más dinámica posible», insistía monseñor Marcus, de la diócesis.
El trabajo de preparación de estas visitas dura varios meses. La información se recoge gracias a los colaboradores del obispo en un dossier que puede tener unas 450 páginas, como era el caso, por ejemplo del presentado por el obispo de Toulouse. Aclaraba, el prelado, que en su informe buena parte del espacio se debe a que en su diócesis se encuentra una universidad católica con unos 120.000 estudiantes.
Estas visitas constituyen un ejemplo de «colegialidad», subrayaba por su parte monseñor Tomazeau. En todo caso, el encuentro nunca tiene «una forma inquisitorial», afirmaba, haciéndose también eco del parecer de los obispos, vicarios generales, y administradores apostólicos que participan en los encuentros.
«Con las personas que aquí hemos encontrado, trabajamos juntos para anunciar a Cristo» y la experiencia que las Iglesias transmiten aquí, en, Roma puede servir a toda la Iglesia, añadía monseñor Marcus, en referencia, por ejemplo, al apoyo que la Santa Sede da los países en los que los cristianos son perseguidos.
Para poner ejemplos, monseñor Marcus y monseñor Tomazeau recordaban la toma de conciencia a la que han podido llegar sobre «la gran pobreza» en el mundo, tras visitar el Consejo Pontificio para la Justicia y la Paz.
En la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, añadían, han podido sentir la necesidad de «solidaridad» con las Iglesias de misión, por ejemplo, enviando sacerdotes «Fidei donum», en particular, formadores para esos seminarios que ahora están llenos de vocaciones jóvenes.
Por lo que se refiere a los encuentros con la Congregación para la Doctrina de la Fe, los obispos subrayaron «la extraordinaria corrección» del francés de su prefecto, el cardenal Joseph Ratzinger. Aclararon, al mismo tiempo, que las cuestiones particulares que tienen que tratar en sus diócesis con esta Congregación no se dejan esperar para la visita, sino que se mantienen contactos regulares.
Monseñor Tomazeau reconoció el servicio teológico que ofrece esta Congregación, por ejemplo, con su reflexión sobre las relaciones entre teología y política, entre razón y religión, que permite «comprender que el Estado no puede asumirse el papel de ser árbitro de las religiones».
Si confesar la fe en Jesús Salvador es considerado como «un acto de intolerancia», añadía, vale la pena preguntarse dónde está «la libertad de creencia». Si el «progreso» nos va a «liberar de lo religioso», entonces estamos retrocediendo a los tiempos del positivista Auguste Comte…
Otra cuestión afrontada en casi todos los dicasterios vaticanos ha sido el Islam, en particular a causa del debate que tiene lugar en estos momentos en Francia. «La Iglesia católica es interpelada –reconocía monseñor Marcus–. El Islam está ampliamente representado. Pero en la Iglesia el debate es mucho más apacible que en el debate público».
Monseñor Tomazeau reconocía que en Francia «el diálogo sobre temas religiosos es difícil con el Islam». Pero, añadía, «a nosotros nos toca dar el primer paso, al igual que en el diálogo entre católicos y protestantes».
Los dos obispos concordaban asimismo en la «impresionante capacidad de presencia» de Juan Pablo II en sus encuentros personales, con su palabra –hablaba francés de manera fluida, utilizando varios sinónimos en la conversación–, y con su mirada.
Monseñor Marcus confesó que pudo ver a un Papa que, «si bien está cansado, es ejemplar, entregado totalmente a su misión, aunque trabaje menos que antes».
Monseñor Marcus presentó al Papa a su obispo auxiliar, recién nombrado. El encuentro duró unos diez minutos. En las preguntas del Santo Padre, algunas expuestas con humor, reveló el prelado, destacan las preocupaciones por los sacerdotes, las vocaciones religiosas y la familia, una preocupación «muy intensa» en el Papa, que podía leerse en su mirada.
El obispo de Montpellier reveló que el Santo Padre le pidió personalmente noticias de la Universidad, fundad por un Papa, en particular por la facultad de medicina. Monseñor Tomazeau, al responderle, le puso al día de la labor que realizan médicos católicos comprometidos en las delicadas cuestiones éticas que tiene que afrontar hoy la medicina.