SANTO DOMINGO, domingo, 1 febrero 2004 (ZENIT.org).- Publicamos el mensaje publicado el 26 de enero por la Conferencia del Episcopado de la República Dominicana sobre la situación nacional con el título «Por favor, digan algo».
«Por favor, digan algo»
Son muchas las personas que individualmente o representando a diversos grupos o asociaciones, se han acercado a nosotros y nos han suplicado: «Por favor, digan algo».
Ciertamente, en Medellín la Iglesia se comprometió a ser voz de los que no tienen voz en América Latina.
Nosotros, esta vez, queremos ser no sólo voz de los que no tienen voz sino también voz de los que por diversas razones no se atreven o no quieren hablar. Lo hacemos urgidos por esa súplica aunque hubiéramos preferido callar hasta el 27 de febrero, día de la Independencia Nacional.
1. Ante todo, repetimos lo que dijimos en la Carta Pastoral del día de la Altagracia.
«Desterrado todo pesimismo, escarmentados de transitar caminos falsos en lo social, en lo económico y en lo político y de organizar esos mundos a espaldas de Dios, vamos los dominicanos y dominicanas, con la gracia y ayuda de Dios, a hacer del año 2004 un año glorioso de nuestra historia. Un año en que, con el concurso sabio y generoso de todos logremos enderezar los entuertos, cambiar los valores y comportamientos, aumentar la producción y la productividad, promulgar las leyes pendientes, establecer el imperio de la ley, adecentar la administración pública, convertir el Poder Público en servicio sabio y eficiente, manejar seria y responsablemente el mundo económico y financiero, reajustar el valor de nuestra moneda nacional, agilizar y dignificar el ejercicio judicial, disminuir notablemente el desempleo, atender con especial solicitud a los pobres y encauzar definitivamente el destino de la patria».
Creemos que ese es el camino a seguir.
2. Dramática situación
Día a día, en contra de augurios continuos falsos, el pueblo dominicano está contemplando la progresiva devaluación de su moneda nacional y consiguientemente, por su repercusión ineludible, la subida del precio de los derivados del petróleo, del transporte, de las medicinas, de los artículos de consumo diario, de la tarifa eléctrica y telefónica, de todo.
También los apagones, con todas sus implicaciones, se han vuelto a recrudecer y la subida de los salarios o no se ha producido o se ha hecho insuficientemente y en cambio sí se ha producido la reducción del personal en las empresas privadas por su delicada situación económica con un aumento significativo del desempleo.
La pérdida de la calidad de vida es patente y amenazante.
La inflación está llegando ya a niveles desconocidos. Y trágicamente estamos metiéndonos en un círculo vicioso peligroso de inflación, recesión y devaluación progresiva y así sucesivamente.
Ante una situación así, vemos que la mayoría del pueblo dominicano percibe al Gobierno un tanto ajeno a los problemas que le afligen, sin acciones drásticas y urgentes que conjuren esos problemas, sin ideas claras y eficaces de lo que hay que hacer, con políticas y estrategias insuficientes, lento, pasivo y enredado en los problemas internos partidistas de cara a las próximas elecciones, más preocupado de permanecer en el poder a como sea que de solucionar los problemas reales que angustian y paralizan a la población.
Y, todo esto supuesto, es preocupante ver a la mayoría de la población irritada, frustrada, hastiada de palabras y promesas, anhelosa de luz y de esperanza.
3. La huelga
Es comprensible que la gente quiera manifestar su frustración. Los que la convocan y dirigen deben estar muy atentos para que en modo alguno se vea manchada e ilegitimada por la coacción y la violencia.
Pedimos a todos nuestros fieles y a todos los dominicanos y dominicanas de buena voluntad que rechacen toda clase de violencia y provocación. Si están de acuerdo con la huelga, manténganse en sus casas reflexionando y orando al Señor.
No añadamos más dolores estériles a los que ya padecemos. Mostremos al mundo entero nuestra condición de gente civilizada, de gente que sabe protestar con firmeza y con cordura.
En las actuales circunstancias no caben en la protesta intereses espúreos grupales o personales, ni ingredientes políticos. Mucho menos intenciones desestabilizadoras.
4. Urgente llamado a nuestros economistas
Modernamente muchas naciones sufrieron similares crisis y salieron airosas de ella. La nación reclama a todos nuestros economistas que, basados en esas experiencias y olvidándose de sus filiaciones partidistas, si las tienen, empleen todos sus conocimientos, su inteligencia y destreza mental en la solución de nuestros problemas económicos.
Para ello, en vez de enfrentarse unos a otros, pónganse, primero, de acuerdo y ofrezcan después las soluciones consensuadas.
Cuenten con su ayuda incondicional las Autoridades Monetarias.
Sería muy oportuno y prudente escuchar la voz de la banca privada y al sector industrial y comercia.
5. El Gobierno
La crisis económica que nos envuelve exige del Gobierno con el Hon. Presidente a la cabeza concentrar preferentemente todas sus energías en una rápida mejoría de la situación.
Sin demoras debe poner todos los remedios necesarios para la estabilidad de la tasa cambiaria y de los precios. Debe lograr rápidamente un ajuste fiscal serio y duradero que genere superavits y reducir drásticamente el gasto público corriente, sin permitir erogaciones del erario público a fines políticos partidistas o a obras no necesarias o postergables. Debe crear un programa monetario con niveles máximos de creación de crédito doméstico, consistentes con los objetivos fiscales.
6. Repudio nacional
Merece el repudio nacional la práctica corrupta de exigir u ofrecer a los legisladores jugosas cantidades de dinero para aprobar ciertas leyes o para corromper a jueces o tenerlos de su parte, sobre todo si se trata de la Junta Central Electoral que debe resplandecer por su integridad e independencia.
7. La Junta Central Electoral
Se percibe en el pueblo cierta desconfianza respecto a su imparcialidad, sobre el patrón electoral, sobre los colegios electorales, sobre el Centro de Cómputos y sobre el excesivo número de Medios de Comunicación Social en manos del Estado.
Es deber suyo disipar toda clase de dudas a base de integridad, transparencia, eficiencia, eficacia y responsabilidad. En la preparación ya próxima y en la realización del proceso electoral. Los ojos de la nación están fijos en ella. Está en juego su honra y ante el mundo entero el honor y nombre de la Patria.
Nosotros y todas nuestras comunidades seguimos en nuestra campaña de oración, pidiendo al Señor que su amor, su luz y su fortaleza inunde el corazón y la mente de todos los dominicanos y dominicanas.
Santo Domingo 26 de enero del año 2004
Les bendicen
Firman los obispos de la República Dominicana