CIUDAD DEL VATICANO, viernes, 9 julio 2004 (ZENIT.org).- Juan Pablo II ha alentado iniciativas de organismos internacionales y de los gobiernos, en particular de los más ricos, para financiar el desarrollo de los países más pobres.
Al mismo tiempo, el Santo Padre, que confirma la «opción preferencial de la Iglesia por los pobres», pide a esos países «transparencia» y «fiabilidad» en el empleo de la ayuda recibida.
La propuesta queda recogida en el mensaje que el obispo de Roma envió a los participantes en el seminario internacional «Pobreza y globalización: financiar el desarrollo y los objetivos de desarrollo del milenio», celebrado este viernes en el Vaticano bajo los auspicios del Consejo Pontificio para la Justicia y de la Paz.
El objetivo del milenio, firmado por la comunidad de naciones, busca reducir a la mitad, para el año 2015, el número de personas que viven bajo el umbral de la pobreza.
«A través de numerosos organismos católicos de ayuda y desarrollo, la Iglesia contribuye a la realización de estos objetivos, prosiguiendo la tarea de Cristo, que vino a traer la Buena Nueva a los pobres, a dar de comer a los hambrientos, a servir y no a ser servido», comienza constatando el Papa.
«Lo que se necesita ahora es una nueva «creatividad» en la caridad de manera que se encuentren caminos más efectivos para alcanzar una distribución más justa de los recursos mundiales», sugiere.
«Se ha hecho mucho para reducir la carga de la deuda que aflige a los países pobres –reconoce–, pero hay que hacer mucho más si queremos que las naciones en desarrollo se liberen de los efectos paralizadores de la falta de inversiones y que los países desarrollados cumplan con su deber de solidaridad con sus hermanos y hermanas menos afortunados en otras zonas del mundo»
«De breve a medio plazo, el compromiso de incrementar la ayuda exterior parece ser el único camino viable y la Iglesia acoge con agrado la búsqueda de soluciones innovadoras, como la «International Finance Facility»», añade.
Esta iniciativa, promovida por el gobierno británico, fue ilustrada a los participantes en el seminario por Gordon Brown, ministro de Finanzas.
El proyecto –explicó– busca recoger durante diez años cincuenta mil millones de dólares al año a través de la emisión de obligaciones en el mercado internacional de capitales.
Estos fondos, indicó Brown, se destinarán a mejorar las condiciones de hospitales y escuelas de países pobres, constatando que el proyecto ha recibido apoyo de numerosos Estados.
Gran Bretaña, anunció, se compromete a patrocinarla en el próximo año en el señor de los siete países más industrializados del mundo y Rusia (G8), del que Londres asumirá la presidencia de turno.
«La Iglesia alienta también otras iniciativas patrocinadas en otras muchas partes del mundo tanto por organizaciones de las Naciones Unidas como por los gobiernos individuales», aclara el Santo Padre en la misiva.
Ahora bien, según el Papa, la ayuda exterior exige también compromisos por parte de los países que la reciben.
«El apoyo financiero de las naciones más ricas requiere la obligación por parte de quien la recibe de demostrar transparencia y fiabilidad en el empleo de esa ayuda», explicó.
«Estoy seguro de que tanto los gobiernos de los países ricos como de los pobres asumirán con seriedad sus responsabilidades hacia los demás y con sus pueblos», concluye.
El cardenal Renato R. Martino, presidente del Consejo Pontificio para la Justicia y la Paz, al anunciar el encuentro explicó que la Santa Sede pretende crear una «Coalición de apoyo y promoción para la financiación del desarrollo».
«Quisiéramos que el mundo desarrollado cumpliera el compromiso adquirido hace treinta años de dar el 0,7% de su Producto Interior Bruto (PIB) al desarrollo de los países pobres», recordó este viernes en declaraciones a «Radio Vaticano».
«Cuando la sociedad civil se mueve, también los gobiernos escuchan, pues, después de todo, es la sociedad civil la que elige a los gobiernos», concluye el purpurado italiano.
En el seminario han participado entre otros Jean-Pierre Landau, responsable del Grupo de trabajo gubernamental francés para la financiación del desarrollo, y Oscar Rojas, coordinador ejecutivo de la financiación para el desarrollo de las Naciones Unidas.
Entre los representantes eclesiales, destacan el cardenal inglés Cormac Murphy-O’Connor, arzobispo de Westminster; el cardenal hondureño Óscar Andrés Rodríguez Maradiaga, arzobispo de Tegucigalpa; y el cardenal estadounidense Theodore E. McCarrick, arzobispo de Washington.