ROMA, domingo, 18 julio 2004 (ZENIT.org).- El humor no está reñido con la vida cristiana. Es más, es necesario. Así lo revela un artículo del sacerdote jesuita Luciano Larivera en la revista «Civiltà Cattolica», órgano de información de la Compañía de Jesús.
Este joven sacerdote hace un estudio sobre el humor y sus cualidades y afirma que «si un cristiano no ríe, puede ser síntoma de un cierto tipo de educación religiosa».
«El humorismo ha sido a veces un canal a través del cual los santos han transmitido el propio carisma», constata en el artículo «Naturaleza y necesidad del humorismo», publicado en el cuaderno 3698 de la revista.
«Un sano humorismo es la capacidad de reírse de las cosas que se aman y amarlas todavía», explica.
Pero «el humor en los santos no es simplemente cuestión de buen carácter, de simpatía humana», «sino la actitud de saber trascender todo aquello que no es Dios, continuando viviéndolo en Dios», indica el jesuita.
Para el padre Larivera, «hablar de humor es referirse a una virtud y no al simple arte de hacer reír»: «el humorismo de los santos es una virtud, y presenta una profunda componente de humildad».
El autor, licenciado en Economía, parte de la realidad de que «todos ríen» y explica que los adultos ríen unas 18 veces al día, mientras que un niño lo hace en 180 ocasiones.
En su análisis cita al profesor Saroglou, psicólogo de la Religión en la Universidad Católica de Lovaina (Bélgica), según el cual «las personas tendencialmente fundamentalistas tienden a evitar el humor porque mina su sentido de seguridad y seriedad asociado a la vida asociativa y eclesial».
Igualmente alerta el sacerdote de que «el humor cristiano no se debe confundir con la espiritualidad vagamente estoica típica de la sensibilidad “New Age”».
El jesuita concluye con que «la vida espiritual saca grandes beneficios de un sano uso del humor».