Las religiones deben arrancar la máscara religiosa de los terroristas, exhorta el cardenal Kasper

Lanza propuestas para combatir este «flagelo de la humanidad»

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MILÁN, miércoles, 8 septiembre 2004 (ZENIT.org).- El hecho de que motivos religiosos sirvan como «cobertura ideológica» al terrorismo hace necesario que sean las propias religiones las que «desenmascaren» a los terroristas, pidió el martes el cardenal Walter Kasper ante representantes religiosos y exponentes de la cultura de todo el mundo.

En el marco del Encuentro «Religiones y culturas» organizado por la Comunidad de San Egidio en Milán (5-7 septiembre), el presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos intervino en el debate sobre el tema «Desarmar el terror: un papel para los creyentes».

Junto al purpurado participaron Ahmad Al Tayyib –rector de la Universidad de Al-Azhar (Egipto)– y el rabino David Rosen –del American Jewish Committee (Israel)—, entre otros ponentes.

«El nuevo flagelo de la humanidad y el nuevo desafío planteado a toda la civilización es el terrorismo», reconoció el cardenal Walter Kasper alertando del problema que se suscita actualmente sobre el vínculo entre este fenómeno y la religión.

Según alertó, en especial sobre las tres religiones monoteístas –Judaísmo, Cristianismo e Islam– caen recelos «de intolerancia, y por lo tanto de ser» «proclives a la violencia a causa de su fe exclusiva –realmente o así entendida— en un Dios único».

Además, en el contexto del terrorismo «los motivos sociales, económicos y políticos son mezclados con motivos religiosos» y «la religión a menudo sirve como cobertura ideológica y es por lo tanto instrumentalizada», alertó.

«¿Pero las religiones se oponen con suficiente claridad a esta instrumentalización?», interrogó.

«Las tres religiones mencionadas pueden aludir a pasajes centrales en sus textos sagrados que prohíben de forma absoluta todo tipo de violencia y específicamente el terrorismo», subrayó.

Las tres –añadió– contienen también «la regla de oro» –«que dice que no hay que hacer al otro lo que no se desea que se le haga a uno mismo»–, «prohíben el suicidio» y «excluyen por eso categóricamente los atentados suicidas».

«Por lo tanto quien comete tales atentados suicidas no debería –según los principios del Corán— ser venerado como mártir, sino que debería ser condenado como homicida y delincuente», observó.

Además, siguiendo la tradición judeo-cristiana, el hombre «ha sido creado a imagen y semejanza de Dios»; de ahí que «el terrorismo, como negación de la dignidad del hombre, sea al mismo tiempo una ofensa a Dios», puntualizó.

«La justificación del terrorismo en nombre de Dios es el abuso más grave del nombre de Dios y su mayor profanación –recalcó el cardenal Kasper–. Y es por lo tanto muy positivo que durante la jornada de oración por la paz de Asís todas las religiones estuvieran de acuerdo con esta declaración».

Pero «no podemos defender la dignidad del hombre y de la paz sólo a través de palabras piadosas, debemos defenderla también a través de los hechos», exhortó.

«Las religiones –propuso el purpurado– se deben despertar y deben activar los propios recursos espirituales de resistencia a la violencia terrorista», lo que implica un distanciamiento «claro y público del terrorismo», algo «que muchos justamente se esperan del Islam».

Además –continuó– «las religiones deben arrancar la careta religiosa del rostro de los terroristas para desenmascararlos y mostrarlos por lo que verdaderamente son, esto es, nihilistas que desprecian todos los valores y los ideales de la humanidad».

Para el cardenal Kasper, «el rasgo profundamente nihilista del terrorismo se puede vencer sólo a través de la afirmación de la actitud fundamental de toda religión»: «el profundo respeto».

Ello significa «la revisión autocrítica de la propia historia» y «la predicación no de odio, sino de tolerancia y el respeto de las convicciones de los otros», así como «la condena consiguiente de toda forma de violencia»,

El purpurado destacó también que en el contexto de la lucha contra el terrorismo internacional «no puede ser utilizado aquello que se condena y se combate en el terrorismo».

«No se pueden anular los derechos humanos fundamentales y usar el instrumento de las torturas»; «no se puede hacer una guerra preventiva que revoque las reglas de la guerra justa»; «no se pueden cometer asesinatos selectivos sin un justo proceso precedente», enumeró.

Finalmente pidió «cambiar con todas las energías las condiciones que favorecen la expansión del terrorismo y que podrían ser tomadas como una legitimación», tales como «las injusticias sociales, económicas, políticas».

«Sólo a través del diálogo de las culturas y de las religiones» –que «antepone el respeto de la herencia común de todas las religiones» y que «no significa de modo alguno sincretismo ni renuncia de la propia identidad»– «se puede evitar el choque de civilizaciones», concluyó.

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ZENIT Staff

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