BARCELONA, martes, 2 noviembre 2004 (ZENIT.org).- Un historiador y teólogo judío ha remontado a los orígenes del cristianismo para descubrir sus raíces judías y constatar que las palabras de Jesús se comprenden aún mejor conociendo el ambiente en el que vivió.
Mario Javier Saban, argentino residente en España, ha recogido estas conclusiones en su libro «Las raíces judías del cristianismo» (Editorial Futurum), que ahora se presenta en este país, así como en otras dos obras «El judaísmo de san Pablo» y «El sábado hebreo en el cristianismo».
«Siempre digo que mi oración preferida esta en el Evangelio y es el principal mandamiento de Jesús: se encuentra en el libro de san Marcos –capítulo 12, versículos 28 y 29–: «Escucha Israel Adonai nuestro Dios, Adonai es único». Este es el dogma de fe del judaísmo y es el primer mandamiento de Jesús. Siempre me emociona cuando lo leo».
«El cristiano debe tomar conciencia de que es parte de Israel como decía aquel gran judío que fue Saúl de Tarso o como se lo llama habitualmente San Pablo: “los gentiles son coherederos de la Promesa de Abraham”», afirma Saban.
«El judío debe también tomar conciencia de que el mensaje de Jesús es un mensaje judío y debe admitir “los Evangelios como parte de la historia hebrea”», añade.
«La influencia judía en la formación de la Iglesia es muy superior a la que nosotros pensamos. Lamentablemente el cristianismo y el judaísmo se han separado a veces dolorosamente pero es hora de que nuestras diferencias nos enriquezcan mutuamente», propone.
Saban deja claro que el «dogma de la encarnación de Jesús», verdadero Dios y verdadero hombre para los cristianos, es lo que implica la diferencia teológica fundamental con los judíos. Ahora bien, aclara malentendidos.
Por ejemplo, recuerda, el Concilio de Jerusalén, en el año 50, no prohíbe la circuncisión de los judíos que creen en Jesús, sino que simplemente admite a los gentiles que no están circuncidados.
De hecho, el mismo Jesús afirma en el evangelio de san Mateo (5, 7), «No creáis que he venido a abolir la Ley o los profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud».
«Fíjese el caso de Timoteo. Pablo sabe que su madre es judía y por lo tanto Pablo mismo lo circuncida», afirma.
Saban reconoce que los cristianos que asisten a sus conferencias reaccionan «con alegría», al descubrir sus raíces. Por otra parte, como judío, él «estudia profundamente el Nuevo Testamento y comparte sus sentimientos éticos».
«Lo hago como hermano. Quizás como «Hermano mayor en la fe» como dice Su Santidad Juan Pablo II», afirma el autor que comienza su libro publicando el discurso del Papa en la sinagoga de Roma el 13 de abril de 1986.