CIUDAD DEL VATICANO, martes, 16 noviembre 2004 (ZENIT.org).- Aquellos que desarrollan su labor en el campo de los cuidados paliativos necesitan una formación «adecuada, cristiana, personalizada y científica», según se desprende de las reflexiones de especialistas de más de setenta países convocados por el Vaticano.
Dados los «interrogantes cada vez más angustiosos» que el desarrollo de la ciencia plantea sobre «la etapa terminal de la vida del hombre» y vista la realidad creciente de la eutanasia y del encarnizamiento terapéutico, el Consejo Pontificio para la Pastoral de la Salud convocó en el Vaticano –del 11 al 13 de noviembre— la XIX Conferencia Internacional, en esta ocasión sobre «Los cuidados paliativos».
Más de seiscientas personas acudieron al encuentro en el que participaron expertos del mundo en tres etapas diferenciadas: la realidad de los cuidados paliativos hoy, la iluminación de estos cuidados con el Evangelio y el diálogo interreligioso, y las acciones que hay que seguir (Cf. Zenit, Zenit, 3 de noviembre de 2004).
A fin de recibir «la iluminación auténtica sobre estos problemas tan grandes de la humanidad actual» –en palabras del cardenal Lozano Barragán, presidente del dicasterio–, los participantes tuvieron también un encuentro con el Papa el viernes pasado.
En él, Juan Pablo II recordó que la enfermedad o la vejez no afecta en lo más mínimo la dignidad de la persona humana, a cuyo servicio debe estar siempre la medicina.
Recordó que «la eutanasia en vez de rescatar a la persona del sufrimiento, la suprime», mientras que «la verdadera compasión promueve todos los esfuerzos razonables a favor de la curación del paciente» y «ayuda a detenerse cuando toda intervención deja de ser útil para alcanzar ese fin».
De hecho, aclaró, «el rechazo del ensañamiento terapéutico no es un rechazo del paciente y de su vida»; «la decisión eventual de no emprender o de interrumpir una terapia se considera éticamente correcta cuando ésta resulte ineficaz o claramente desproporcionada respecto a los fines de sostener la vida o la recuperación de la salud».
Siguiendo el pensamiento de Juan Pablo II en la «Salvifici Doloris», el encuentro internacional partió de hacer un desplazamiento desde la comprensión del misterio del sufrimiento hacia el misterio de la solidaridad trinitaria y pascual. La intervención fue el marco de toda la cita.
El análisis de la realidad incluyó un panorama de los cuidados paliativos en el mundo «como los ve la Organización Mundial de la Salud, como aparecen en las secuencias televisivas y en las películas, y en una investigación realizada al efecto», explica el cardenal Lozano Barragán en un comunicado del sábado pasado sobre el contendido del encuentro.
A continuación se expuso «con toda la seriedad científica qué es el dolor», «qué son los cuidados paliativos», «cuáles son», «cuáles no son» «y su visión social mundial».
Al iluminar esta realidad de los cuidados paliativos, en la Conferencia Internacional «hemos constatado como el autor inicial de estos cuidados es la Iglesia católica», explica el purpurado.
«La luz para entenderlos –prosigue– viene de la muerte y resurrección del Señor, que se hace actual en los sacramentos de los enfermos –Penitencia, Unción y Eucaristía (Viático)–; estas realidades vencen el ambiente secularizado actual y son un verdadero remedio contra la eutanasia».
En esta parte del encuentro se estableció igualmente un diálogo con las principales religiones no cristianas: «En la tradición judía se ha resaltado la oración como remedio al sufrimiento, en la islámica la creación de la armonía de la persona, en la hinduista la presencia de la familia, en la budista la serenidad».
Pero en el análisis de la post-modernidad «se ha deducido como en ella necesariamente se llega a la eutanasia», recoge el cardenal Lozano Barragán.
«Formar de forma adecuada, cristiana, personalizada y científica a los agentes profesionales de los cuidados paliativos» se incluye en la enumeración de las acciones a emprender, según la Conferencia Internacional.
Dicha formación se refiere «a los sacerdotes, para un contacto personal y una sensibilización transversal hacia todas las personas que se incluyen en estos cuidados, resaltando los sacramentos», explica el purpurado.
Igualmente se trata de formar «a los voluntarios, en la misericordia; a los médicos, con una formación científica y cristiana ética; a los enfermeros, aumentando su competencia en aquello que siempre han realizado; a las religiosas y religiosos, actualizando su carisma hospitalario; a las familias, insistiendo en su acompañamiento a su enfermo terminal; a los psicólogos, ayudándoles a descubrir la identidad del enfermo terminal en su complejidad, a los agentes sociales, insistiendo en su mediación entre enfermo y familia».
Además, las acciones propuestas en el marco del encuentro internacional señalan la necesidad de «renovar el acompañamiento divino-humano al enfermo terminal mediante los sacramentos».
Asimismo hay que «planificar eficazmente la asistencia al enfermo terminal», «transformar las pulsiones de muerte en pulsiones de vida en el enfermo terminal», «superar la negación de la muerte de la cultura consumista mediante una sólida esperanza en la resurrección» e «identificarse con el enfermo terminal con un corazón abierto».
La reflexión de los expertos insiste por último en la importancia de «influir en los medios de comunicación para superar la banalización de la presentación de la muerte».