ROMA, jueves, 18 noviembre 2004 (ZENIT.org).- «Jesús de Nazaret un hombre muerto en la cruz a la vista de todos, ha resucitado. Este es el núcleo primordial de la presencia cristiana, es la sustancia del cristianismo», dijo este martes el arzobispo emérito de Bolonia, Italia, el cardenal Giacomo Biffi.
En estas palabras se comprimió el núcleo de su intervención en el Pontificio Ateneo Regina Apostolorum (APRA), durante un ciclo encuentros sobre el tema «¿Quién es Cristo? El enigma de la existencia y el acontecimiento cristiano».
El encuentro ha sido organizado en colaboración con el Grupo de Investigación y de Información Sociorreligosa (GRIS por sus siglas en italiano), con sede en Florencia, y transmitido en videoconferencia desde Bolonia.
«¿Qué es el cristianismo?», comenzó preguntando el cardenal y reconoció que hay muchas respuestas gratuitas y no fundamentadas, basadas más en reacciones personales que en datos objetivos.
«Hay quien dice que se trata de un camino de santidad personal –afirmó–, o un llamamiento a la justicia, o un manifiesto de liberación política o una sublime utopía de amor entre las gentes, basada en la fraternidad universal».
«En cada una de estas hipótesis, hay un poco de verdad pero ninguna comprende la sustancia del cristianismo», precisó el purpurado.
Para profundizar en la respuesta, el purpurado planteó otras preguntas: «¿Qué cosa es el cristianismo en su nacimiento? ¿Con qué característica se ha asomado al proscenio de la aventura humana?».
El cardenal respondió invitando a indagar sobre las primeras comunidades cristianas, de las que emergen tres aspectos de nuestra búsqueda de sentido: el cristianismo es «un hecho, una persona, y un proyecto».
«El cristianismo comienza con un hecho acontecido en la noche del 8-9 abril del año 30, y divulgado a partir del alba del tercer día, en el momento en que toda la aventura del profeta de Galilea había quedado reducida a un sepulcro sellado», afirmó Biffi.
«Un hecho estupefaciente, absolutamente inesperado: Jesús de Nazaret ha resucitado. Los testimonios a nuestra disposición concuerdan en poner de manifiesto que a los discípulos les costó aceptar este hecho», añadió.
El arzobispo emérito de Bolonia precisó que «las dos jornadas precedentes a la resurrección, habían destruido totalmente las luces de verdad, los vagidos de esperanza que habían sido suscitados en sus mentes y sus corazones (…) Toda la experiencia excepcional madurada en los años en que él estaba presente, quedó anulada ante la tumba».
«No es que los seguidores de Jesús no recordaran nada de lo acontecido hasta entonces pero eran sólo recuerdos, hermosos, pero reducidos a escasos residuos de una mera ilusión, como la ceniza apagada de un gran fuego, encendido por poco tiempo».
«Sólo cuando aquel grupo de hombres desilusionados, abatidos –afirmó el purpurado–, se rinde a la evidencia y acoge el hecho sorprendente e inesperado, inicia la apertura, empieza el anuncio de un acontecimiento increíble: Jesús de Nazaret, crucificado, muerto, desangrado en el Gólgota, ha resucitado».
«La primera fórmula de fe, que domina todos los testimonios de los orígenes consiste en una sola palabra: ‘ha resucitado’. Ha sido la pequeña semilla de todo el prodigioso florecimiento que habría colmado los siglos futuros (…) Aquí esta contenido todo el cristianismo», subrayó Biffi.
Así se explica el resto: «los grandes padres de la Iglesia, Agustín, Tomás, todo el gran movimiento cultural y caritativo, el Milagro de la Divina Comedia, el desarrollo de las catedrales, todas las grandes empresas de caridad hasta llegar a las órdenes religiosas».
«Es la noticia que, a partir del tercer día, tras el 9 de abril del año 30, los apóstoles irán a proclamar hasta los confines del mundo».
«Jesús de Nazaret, un hombre muerto en la cruz a la vista de todos, ha resucitado. Este es el núcleo primordial de la presencia cristiana, la sustancia del cristianismo», subrayó el cardenal.
«Es necesario subrayar la dimensión absolutamente objetiva de la fórmula. No se dice que se trate de una experiencia personal de los discípulos sobre la resurrección de Cristo, no es una visión ni una aparición. Se dice que Cristo ha resucitado».
Por ejemplo, en el capítulo 24 de Lucas, se dice: «Jesús ha resucitado verdaderamente y se ha aparecido a Simón». Y en la primera carta a los corintios: «Cristo murió, fue sepultado, resucitó al tercer día, y se apareció» a los tres, a los doce, a más de cuatrocientos hermanos.
«Con la resurrección llega el cristianismo –indicó el cardenal–, esta es la razón de la absoluta originalidad de Cristo, una originalidad que lo hace un caso único y totalmente incomparable».