Cor Unum en Guatemala: abrir el cielo que se ha cerrado tras una catástrofe

Entrevista con Mons. Tejado, subsecretario de Cor Unum. El papa Francisco donó diecisiete casas en Cuilapa. Así fue el trabajo

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El presidente del Pontificio Consejo Cor Unum, el cardenal Robert Sarah, visitó recientemente Guatemala para inaugurar un complejo habitacional de diecisiete casas con una capilla, construido gracias a una donación del Papa Francisco. Tras las calamidades naturales que azotaron el país en otoño de 2011, ahora estas familias tienen un hogar en el que vivir cotidianamente, en la localidad de Cuilapa, en la diócesis de Santa Rosa de Lima.  Al regresar de este viaje, ZENIT ha entrevistado a monseñor Segundo Tejado, subsecretario del dicasterio, para conocer más detalles sobre el viaje y la labor solidaria que desempeña Cor Unum en el mundo en nombre del Santo Padre.

¿Qué destacaría del viaje realizado a Guatemala?
— Monseñor Tejado: El objetivo principal del viaje era inaugurar las 17 casas construidas para estas familias que sufrieron un aluvión en el 2011 en la ciudad de Cuilapa. El obispo se dirigió a Cor Unum señalando esta emergencia y pidió a nuestros colaboradores si podíamos encontrar los fondos para ayudar a estas familias pobres, que no tenían posibilidades. La diócesis les ayudó a pagar alquileres pero se querían construir unas casas. Este lugar quiere ser un núcleo para poder formar en un futuro una parroquia en esa zona. Y como en los demás viajes que realizamos, visitamos Cáritas porque somos responsables para todo el mundo de la caridad. También nos reunimos con el obispo, visitamos un colegio de niños, dos hospitales… Tuvimos ocasión de visitar algunas de las familias. Se bendijo la capilla y celebramos la misa en la catedral de la diócesis con el obispo, don Bernabé Sagastume.

¿Cómo valoraría el trabajo final?
— Monseñor Tejado: Ha sido un proceso largo. Primero tuvimos que adquirir el terreno y luego construir. Yo estuve hace un año y medio viendo los terrenos, y en un año se han hecho las casas. Son casas sencillas pero tienen una característica principal: hemos querido hacer una casa cristiana, diferenciando los ambientes. Son dos habitaciones con un pequeño baño y una sala. La característica fundamental es la dignidad, que muchas veces falta en las casas de las personas pobres. El cristianismo lleva también una cultura de la vivienda, el vivir. Diferenciando los ambientes se crea una forma de vida más cristiana y más digna. Y este ha sido el criterio. Sabíamos que iba a costar más pero los pobres tienen derecho a la dignidad y no podemos darles cualquier cosa.  Para realizar este trabajo nos ha ayudado una asociación americana que se llama Cross Catholic Outreach. Ellos se encargan de recoger fondos en parroquias de América y colabora mucho con nosotros para hacer los proyectos de Cor Unum, que son en el fondo los proyectos del Santo Padre.

Porque estos proyectos se hacen en nombre del Santo Padre…
— Monseñor Tejado: Sí. Allí donde se producen catástrofes, emergencias. Es el Papa quien envía al presidente de Cor Unum a llevar consuelo, ayuda económica. Cada vez que visitamos un lugar afectado por una catástrofe, experimentamos que lo más importante es el consuelo que viene de Dios. Y cuando ven al cardenal y explicamos que viene de parte del Papa hay un sentimiento fantástico de proximidad. Cuando estuvimos en Japón tras el tsunami vivimos experiencias preciosas, incluso con personas no cristianas. Y manifestaban al cardenal Sarah la alegría de ver que alguien se acuerda de ellos y que no se trata solo de una cuestión de reconstruir, sino sobre todo llevar esa proximidad y consuelo que Dios da cuando alguien lo pierde todo. Y esto siempre lo experimentamos cuando viajamos tras una catástrofe. Y ahora, por ejemplo, en Filipinas en nombre del Papa queremos construir en la diócesis de Palo un orfanato y una casa para ancianos; que son las dos categorías que han sufrido más con el tifón.

¿Qué criterio siguen para decir dónde intervenir y prestar ayuda?
— Monseñor Tejado: El criterio son las catástrofes, porque son  momentos en los que hay que arrimar el hombro especialmente. Cor Unum no es una agencia de ayuda y desarrollo, no tenemos fondos para hacer programas; ese no es nuestro trabajo. Eso lo hacen las Cáritas u organizaciones de ayuda, que es un trabajo fantástico y el verdadero trabajo de la Iglesia. Nosotros lo que hacemos es llevar un signo de que el Santo Padre está presente, lleva su consuelo y quiere ayudar. El trabajo de la Iglesia es infinitamente mayor.
A veces sucede que algunas catástrofes naturales no tienen tanta proyección mediática y entonces nos señalan desde allí los nuncios apostólicos, los obispos… algunos desastres que no llegan al conocimiento del público. Y también ahí intentamos ayudar. Son las iglesias locales las que nos dicen dónde hay necesidad. Y en la medida que podemos acudimos. Nosotros dependemos mucho, gracias a Dios, de la providencia.

¿Hay algún seguimiento de los proyectos que realizan?
— Monseñor Tejado: Nosotros dejamos todo en manos de la Iglesia local, porque nos parece que es en quien hay que dejar las cosas. Nosotros estamos en Roma, estamos lejos. Es la Iglesia local la que nos pide qué tenemos que hacer, cuáles son las prioridades… Y luego lo dejamos en sus manos porque son quienes pueden seguirlo y lo hacemos con completa confianza porque sabemos que son los que pueden dar una continuidad, un espíritu y un alma a las construcciones. Porque no es cuestión de estructuras, es también este seguimiento. La fuerza de la Iglesia no son los recursos, sino la encarnación, el estar allí.

Sabemos que al  Santo Padre le preocupa mucho el servicio y la atención a los pobres, los desfavorecidos… ¿Cómo es la relación del Papa Francisco con Cor Unum?
— Monseñor Tejado: Él nos anima mucho y nosotros le informamos de las cosas. Cuando sucede una catástrofe, el Papa en el siguiente Ángelus del domingo o en la siguiente audiencia del miércoles habla sobre ello. Ese ya es un imput para nosotros. Además, después de cada misión informamos al Santo Padre y él está contento de que se haga algo por las personas que sufren. Es un Papa que en esto nos incita mucho a trabajar y a seguir trabajando. Es un trabajo que tiene que ir de la mano del Santo Padre, porque somos la caridad del Papa. Y al igual que el limosnero o la Cáritas de la diócesis de Roma lo es para su diócesis, Cor Unum es a nivel universal.

¿Tienen la impresión de que la fuerte preocupación del Santo Padre por los pobres, está animando a la gente a ser más generosa y solidaria?
— Monseñor Tejado: Creo que lo importante es cuánto el Santo Padre logra mover el corazón de los fieles. Siempre tenemos la tentación de medir las cosas con números… El punto importante es que la Iglesia se mueva y el Papa lo está logrando; que la gente se mueva, que haya dinamismo, sobre todo en el argumento de la caridad. Esto lo vemos también en las Iglesias particulares.
A veces pasa que los medios de comunicación determinan la importancia de una catástrofe y ahí sí la gente se vuelca. Pero en ocasiones, hay unas inundaciones en Bolivia, por ejemplo, y allí no van el Washington Post, La Repubblica o Le Monde, sin embargo la Iglesia local nos avisa de que allí hace falta ayuda. Pero no se puede pensar que la caridad de la Iglesia es Cor Unum, es algo mucho más grande, que ha estado ahí siempre y que ha sido pionera en la ayuda a los pobres. Y existirá siempre porque Dios es caridad.

¿Qué experimentan ustedes cuando llegan a un lugar y se presentan allí ‘en nombre del Papa’?
— Monseñor Tejado: Es algo que conmociona. Cuando ven al cardenal y saben que viene en nombre del Papa es como si se creará un link con el cielo. Se crea una esperanza. Las personas que sufren necesitan que alguien les abra el cielo, que se ha cerrado por el sufrimiento y la cruz. Y alguien tiene que hacer que se vea que detrás de la catástrofe, detrás de la cruz, está la resurre
cción. Y abrir estos cielos se hace a través de la caridad, que es tanto construir un colegio como acariciar un pobre. Nos sucedió en Japón, una mujer que fue a la sacristía al finalizar la celebración eucarística y abrazó al cardenal y se echó a llorar -yo me sorprendí porque en la cultura japonesa no es habitual este contacto físico entre las personas-. Esta mujer, no era cristiana pero había escuchado en la televisión que el cardenal iba a ir. Ella había perdido a toda la familia, la clínica que tenía y había decidido suicidarse. Pero tras escuchar al cardenal, decidió no hacerlo. Muchas veces pensamos que las personas necesitan muchas cosas, y lo que necesitan es que les abran el cielo.

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