Francisco ha recibido esta mañana a los participantes en la Plenaria del Consejo Pontificio para los Trabajadores Sanitarios, y durante el discurso ha manifestado su reconocimiento por el compromiso que ponen hacia «tantos hermanos y hermanas que llevan el peso de la enfermedad, la discapacidad, de una ancianidad difícil».
Así, ha recordado las palabras del beato Juan Pablo II sobre el sufrimiento; «hacer el bien con el sufrimiento es hacer el bien a quien sufre», palabras que -ha afirmado Francisco- «él las ha vivido, las ha testimoniado de forma ejemplar. Su magisterio ha sido viviente, que el Pueblo de Dios ha respondido con tanto amor y tanta veneración, reconociendo que Dios estaba con él».
De este modo, el Pontífice ha recordado que en el sufrimiento «nadie está nunca solo, porque Dios en su amor misericordioso por el hombre y por el mundo abraza también las situaciones más deshumanas, en las cuales la imagen del creador presente en cada persona aparece borrosa o desfigurada». Algo que sucedió con Jesús en su Pasión, ha explicado el Santo Padre: «en Él todo dolor humano, toda angustia, todo sufrimiento ha sido asumido por amor, por pura voluntad de estarnos cerca, de estar con nosotros. Y aquí, en la Pasión de Jesús, está la escuela más grande para quien quiera dedicarse al servicio de los hermanos enfermos y que sufren».
Por otro lado, el Papa ha recordado que «la experiencia del compartir fraterno con quien sufre nos abre a la verdadera belleza de la vida humana, que comprende su fragilidad. En la custodia y en la promoción de la vida, en cualquier estado y condición se encuentre, podemos reconocer la dignidad y el valor de cada ser humano, desde la concepción hasta la muerte».
Recordando que mañana se celebra la solemnidad de la Anunciación del Señor, Francisco ha indicado que «María ha ofrecido la propia existencia, se ha puesto por entero a disposición de la voluntad de Dios, convirtiéndose en «lugar» de su presencia, «lugar» donde vive el Hijo de Dios».
Para concluir su discurso a la Plenaria, el Papa ha pedido que en el «desarrollo cotidiano de nuestro servicio, tengamos presente la carne de Cristo presente en los pobres, en los que sufren, en los niños, también los no deseados, en las personas con discapacidades físicas o psicológicas, en los ancianos». Y por ello, Francisco ha invocado la protección de María sobre «cada uno de vosotros, sobre todas las personas enfermas y que sufren y sus familias, como todos aquellos que se encargan de cuidarlos» para que «ilumine vuestra reflexión y vuestra acción en la obra de la defensa y de la promoción de la vida y en la pastoral de la salud».