El primer día de primavera se recuerda en toda Italia, desde 1996, a las víctimas inocentes de las mafias. Y este año, el papa Francisco ha querido ser partícipe de esta memoria presidiendo una vigilia de oración. Momento que el Santo Padre ha aprovechado para pedir a los hombres y mujeres mafiosos su conversión, porque «el poder, el dinero que tenéis ahora, de tantos negocios sucios, de tantos crímenes mafiosos, está ensangrentado, es poder ensangrentado y no podréis llevarlo a la otra vida».
Pocos minutos después de las 17.30 el Papa ha llegado a la parroquia de San Gregorio VII, cercana al Vaticano. A su llegada, ha sido recibido por don Luigi Ciotti, fundador de Libera, asociación que recoge a más de 1500 agrupaciones que luchan contra la mafia. Antes de entrar en la parroquia ha saludado brevemente a la multitud de fieles que se habían dirigido hasta allí para verle pasar.
Una vez en la iglesia, el Pontífice ha caminado por el pasillo central saludando y bendiciendo a los presentes, que se encontraban allí en representación de las 15.000 personas que, en estos años, en Italia han sufrido el dolor de la pérdida de un ser querido a mano de la violencia mafiosa.
Para comenzar la Vigilia de oración, una mujer ha leído unas líneas para agradecer al Santo Padre su presencia y ha pedido que se cumpla un camino de «paz, verdad y justicia en nuestras vidas y sobre todo en nuestro país».
Entre los cantos y las oraciones, se han podido ver rostros de dolor, rostros pensativos y ojos de los que caían lágrimas en recuerdo de esos seres queridos.
«Pensábamos encontrar un padre y hemos encontrado también un hermano, el hermano Francisco», ha comenzado don Ciotti su discurso. Emocionado le ha dado las gracias por la acogida y ha señalado que este era un momento que han esperado y deseado mucho. Las personas que están aquí -ha afirmado- tienen historias dolorosas y distintas y «necesitan verdad y justicia». Don Luigi ha hablado de estas víctimas inocentes, incluidos algunos niños. «Quien pierde la vida por causa de la justicia, dona vida, es él mismo vida», ha afirmado el sacerdote. Así mismo ha recordado a todas estas «personas que la mafia ha quitado su dignidad y libertad» y a sus familiares, muchos presentes esta vigilia de oración, que «necesitan verdad», ha insistido. Don Luigi ha recordado que este «no es solo un problema criminal, es un problema social y cultural» y que es necesario que «la política esté al servicio del bien común».
El Papa ha escuchado en silencio y en profunda actitud de recogimiento, uno a uno los nombres de las víctimas asesinadas a manos de la mafia en Italia. A continuación, se ha leído el pasaje del Evangelio de las Bienaventuranzas.
El Santo Padre, en sus palabras a los presentes les ha dado las gracias por haber hecho esta etapa en Roma que me permite encontraros aquí. «El deseo que siento es de compartir con vosotros una esperanza», ha dicho. Así ha pedido que esta esperanza sea también el sentido de responsabilidad que poco a poco venza sobre la corrupción en cualquier parte del mundo. El Papa ha pedido sanar «los comportamientos, relaciones, elecciones, tejidos sociales, así que la justicia gane espacio y crezca». «Sé que sentís fuertemente esta esperanza y quiero compartirla», ha afirmado Francisco.
Por ello, el Santo Padre ha querido expresar su solidaridad por quienes han perdido una persona querida víctima de la violencia mafiosa. «Gracias por vuestro testimonio, porque no os habéis cerrado, os habéis abierto, habéis salido para contar vuestra historia de dolor y esperanza», ha indicado el Papa.
Del mismo modo ha indicado que «quisiera rezar con vosotros, lo hago de corazón, por las víctimas de la mafia. Pedir la fuerza de ir adelante, no desanimarse, continuar luchando contra la corrupción».
Finalmente, el Papa no ha querido terminar su intervención sin dedicar unas palabras a «los protagonistas ausentes». «A los hombres y mujeres mafiosos: por favor, cambiar de vida, convertíos, parad de hacer el mal, que nosotros rezamos por vosotros, convertíos. Lo pido de rodillas y por vuestro bien. Esta vida que vivís ahora no os dará placer, no os dará alegría, no os dará felicidad. El poder, el dinero que tenéis ahora, de tantos negocios sucios, de tantos crímenes mafiosos, está ensangrentado, es poder ensangrentado y no podréis llevarlo a la otra vida. Convertíos, todavía hay tiempo para no terminar en el infierno, que es lo que os espera si continuáis en este camino. Habéis tenido un padre, una madre, pensad en ellos. Llorad un poco y convertíos».