Marcos Bellizi
La decisión de Mario Monti a estar disponible para un nuevo compromiso de servicio al país, está orientando, como era de esperar, el debate político y el lanzamiento de la campaña en Italia. El tema principal ahora es el análisis del programa establecido por el mismo Monti en su «agenda» para el próximo gobierno, y del modo en que las fuerzas políticas que lo comparten quieran aparecer en las próximas elecciones del 24 y 25 de febrero de 2013, tras la disolución de la Cámara por el Presidente de la República, en la tarde del sábado 22 de diciembre.
En una conferencia de prensa el domingo pasado, el jefe del gobierno saliente dijo, ilustrando las razones de su elección, estar dispuesto a tomar el timón de aquellos que quieran seguir sobre la vía por la que va Italia en el último año, sobre la base de un programa concreto y no a través de una alianza que solo se aglutine al lado de su nombre. Monti declaró que se considera extra partes: «No me alineo con ninguno, pero mi agenda es clara y está abierta a todos para coaliciones amplias. A las fuerzas que se manifiestan de modo sincero y creíble, estoy dispuesto a dar mi apoyo y, si es necesario, también la guía, y estoy listo a asumir un día, si se dieran las circunstancias, las responsabilidades que me fueran encomendadas por el Parlamento».
Si uno o más partidos políticos «con creíble adhesión a mi agenda» –continuó Monti–, manifiestaran «la intención de postularme a la presidencia del Consejo (de Ministros), evaluaría el hecho». Comprobadas las «muchas condiciones», dijo, «mi agenda necesita de un mandato electoral y político, en particular de la sociedad civil y de aquellas personas que me dicen: «me ha golpeado, pero confío porque usted es una persona seria».
Al anunciar su participación en la política por el método descrito, el senador vitalicio tiene la intención de iniciar la segunda fase de un programa de reforma que fue esbozado solo en el último año a raíz de la situación financiera.
Monti fue llamado por los partidos para tomar decisiones vinculantes, ninguna de las cuales, sin embargo, tenían la intención de asumir la responsabilidad directa, por el temor de pagar un precio electoral demasiado alto. Estas mismas fuerzas políticas se cuestionan ahora sobre el impacto que puede tener «la subida a la política» de quien debía, casi por mandato, volverse impopular. Una prospectiva que ofrece por sí mismo un montón de material para la discusión de los partidos, así como el éxito que las encuestas parecen ahora dar a quien ha impuesto grandes sacrificios a los italianos.
La expresión «entrar a la política», utilizada por Monti el domingo, fue recibida con ironía, e incluso con desprecio. Pero se puede ver la línea de sintonía con el mensaje repetido en los últimos años por el presidente de la República, Giorgio Napolitano, otra figura política que goza de gran popularidad y al que todos reconocen el mérito de haber identificado con precisión en el senador vitalicio, al hombre adecuado para dirigir a Italia por las olas de la tormenta financiera. Es en síntesis la expresión de una llamada a recuperar el sentido más alto y más noble de la política, que está desde siempre, incluso etimológicamente, a favor el bien común. Y es esta cuestión de alta política la que, probablemente, la figura de Mario Monti está interceptando o sobre la que, de algún modo, el jefe de gobierno saliente trata legítimamente de impulsar, algo que interroga a los partidos más allá del contenido de su manifiesto político.
*Extraído del atículo publicado hoy en el diario L’Osservatore Romano.