Desde una Habana que suspira más allá de las grietas en sus paredes, los despintados de sus edificios, la oscuridad de sus calles y muy a pesar de nuestras angustias y penurias, me regocijo porque de nuevo nos llega el tiempo de la Navidad en su constante retorno que se hace eterno desde la fe y que nos anuncia la esperanza de una utopía de paz, amor, justicia y reconciliación.
Esa esperanza y ese amor es para los creyentes en Cristo Jesús, además un signo reconciliación muy en especial en estos momentos que en Cuba se habla de cambios y de nuevas mentalidades. Pero para evaluar su real significado, quizás deberíamos pensar de nuevo que en los años del “Ateísmo científico”, mucho se hizo contra aquellos sentimientos de alegrías navideñas de las personas; y, como resultado se dañaron ancestrales tradiciones de la familia cubana, algunas de de las cualesiban incluso más allá del sentido religioso de los creyentes.
En definitiva, aquellos tiempos sin Navidad que ya fueron superados, no aportaron nada nuevo que no fueran el vacío y el desestímulo por la vida. Pienso que mucho costará la recuperación de los ambientes de optimismo, amor y encuentros familiares que los caracterizaron en las épocas en que nos reuníamos alrededor de nuestros padres, tíos y abuelos para celebrar “la Nochebuena”.
Por otra parte, ante el paso del tiempo transcurrido, considero que los paganismos comerciales, relativistas y banales que se han aprovechado históricamente de las fiestas navideñas, no fueron una justificación válida para eliminar las fiestas que alegraban la espiritualidad de las familias; tampoco lo justificaron, verdaderamente, las necesidades productivas azucareras que se argumentaron entonces y que nunca llegaron a ser superiores a lo que habían sido en los tiempos de la Nochebuena familiar, que no alcanzaron a conocer las nuevas generaciones que se sucedieron desde entonces.
Son realidades de la Historia que conviene volver a recordar para favorecer un presente y un futuro en se que estimule la alegría, el optimismo y la esperanza en las personas según sus deseos, sus tradiciones, sus costumbres y sus credos, sin las interferencias burocráticas y paternalistas que llegaron, incluso, a prohibir adornos, luces de colores y arbolitos en los espacios públicos.
La Navidad tiene un sentido que une a la familia y un origen histórico que nos recuerda con encendidos versos de amor y esperanza don Pedro Casaldáliga, con quien me solidarizo además, profundamente, porque sufre en estos momentos amenazas de muerte por parte de latifundistas y poderosos en su prefectura de la cual es obispo emérito en el Matto Grosso brasileño, por causa de su defensa de los sin tierra y de aborígenes de aquellos lugares. Cito un fragmento de lo que nos dice Don Pedro sobre la Navidad: “(…) –Centinela,/ ¿Qué hay de la noche?/ ¿qué hay de la crisis?/ –¿Desde dónde preguntas?/ ¿Preguntas desde el hambre/ o desde el consumismo?/ ¿El grito de los pobres/ sacude tus preguntas?/ Pastores marginales/ cantan la Buena Nueva,/ con flautas y silencios,/ contra los grandes medios,/ los medios de los grandes./ Nos ha nacido un niño,/ un Dios se nos ha dado./ Hay que nacer de nuevo,/ desnudos como niño,/ descalzos de codicia,/ de miedo y de poder,/ sobre la tierra roja./ Hay que nacer de nuevo,/ abiertos al misterio,/ ungidos de esperanzas”…
Con mis deseos de felicidad para todos en estas navidades 2012, mi denuncia a las amenazas contra don Pedro Casaldáliga, y mi esperanza en la reconciliación, el amor, la justicia y la paz.