El mosaico que representa al papa Francisco ya está preparado y el próximo lunes se colocará en la galería de la basílica de san Pablo, donde se pueden también contemplar las imágenes de todos los papas de la historia de la Iglesia. El medallón ha sido presentado al papa esta mañana antes de la audiencia. El cardenal arcipreste James Michael Harvey, el abad benedictino de san Pablo, don Edmund Power; el cardenal Angelo Comastri y el obispo Victorio Lanzani, presidente y delegado de la Fábrica de san Pedro y los mosaicistas que lo han realizado; todos ellos han estado presentes para enseñarle la obra al pontífice.
La imagen del papa Francisco ha sido realizada por el Estudio del Mosaico Vaticano de la Fábrica de san Pedro que, después del incendio de 1823, ha realizado todos los rostros de los pontífices que se pueden ver en la basílica.
San Pablo Extramuros, con su imponente estructura bizantina, es la basílica papal más grande de Roma después de san Pedro en el Vaticano. Está formada por cinco naves sostenidas por 80 columnas monolíticas en granito.
El apóstol Pablo llegó a Roma en el año 61, para ser juzgado y condenado a muerte por ser cristiano. La sentencia se llevó a cabo en una localidad llamada “Aquas Salvias”, cerca de Roma. Después a este lugar se le llamó Las Tres Fuentes, haciendo alusión a los tres chorros de agua que brotaron cuando la cabeza degollada rebotó tres veces en la tierra. El cuerpo de San Pablo fue sepultado a más o menos tres kilómetros del lugar del martirio, en el área sepulcral que la cristiana Lucina poseía en la Vía Ostiense y que formaba parte de una necrópolis ya existente. Su tumba fue inmediatamente objeto de veneración; se construyó sobre ella una cella memoriae (una especie de templete), a la cual, durante el tiempo que duró la persecución de cristianos, los fieles peregrinaban hasta allí para orar.
En el año 313 con el Edicto de Milán, que puso fin a las persecuciones contra los cristianos y les otorgó la libertad de culto, se favoreció la construcción de lugares de oración. Y es así como el lugar del martirio de san Pablo fue monumentalizado con la creación de una pequeña basílica, de la cual se conserva ahora sólo la curva del ábside. La pequeña iglesia resultó ser demasiado pequeña ante el gran número de los fieles que peregrinaban hasta el lugar y por ello se consideró necesario destruirla para dar lugar a una basílica más grande. Y los papas, testimoniando el amor de la Iglesia por este lugar, no dejaron de restaurarlo y embellecerlo.
Fue León el Grande (440 – 461) quien mandó cubrir con mosaicos el arco Triunfal, reedificó el techo y ordenó la realización de la famosa serie de medallones con retratos de los papas, hechos en mosaico, que recorren todas las arcadas de la nave central. Hoy en día pueden verse estos retratos, en un friso que se extiende sobre las columnas que separan las cuatro naves, pasillos y el transepto, dejando iluminado el medallón del actual pontífice.
(RED/RL)