Rousseff ha dicho que siente un inmenso placer por acoger al primer papa de América Latina, y ha compartido plenamente todas las enseñanzas que el papa Francisco ha difundido en el mundo por la justicia social, por los derecho humanos, por la paz, por la defensa de los pobres y los débiles.
La presidenta ha hablado de enemigos comunes, como la desigualdad, el subdesarrollo, la indiferencia por los pobres y por los débiles y ha invocado una alianza por la justicia social y por el desarrollo.
Según Rousseff, para cementar esta alianza está la fe que anima a Brasil y que está en el corazón de todos los jóvenes que se encuentran ahora en Río para la Jornada Mundial de la Juventud.
También ha señalado que Brasil está orgulloso de haber reducido la pobreza e incrementado la seguridad de la población. A propósito de esto ha dado las gracias a la Iglesia católica que es la más comprometida en el cuidar a las partes más vulnerables de la población: los niños, los adolescentes, la gente que vive en la calle, los presos…
Para Rousseff, la fe que es una «marca indeleble de Brasil» y la JMJ marca el nacimiento de una nueva sociedad fundada en la alegría, el optimismo y los valores cristianos.
La presidenta ha concluido con el deseo de que la JMJ dure más de una semana y alimente la esperanza en el corazón de cada uno.