DAKAR-LAHORE, 20 julio 2001 (ZENIT.org).- Continuamos ofreciendo a nuestros lectores la voz de los excluidos ante el club de los países más ricos del mundo. Sus dirigentes y población opinan sobre cómo les afectan las decisiones del G-8 cuyos debates están teniendo lugar en estos momentos en el vértice de Génova.
Los países miembros del G-8 son los que acogen el mayor número de inmigrantes senegaleses. Son bien conocidos en Senegal, porque cada año llegan decenas de millones de dólares, provenientes sobre todo de Europa occidental y de América del Norte.
El presidente Abdoulaye Wade -a su vuelta de una gira por Francia, Estados Unidos, Taiwan, Sudáfrica y Zambia-, dijo que Senegal forma parte del grupo de países africanos elegidos para representar al continente en Génova, y que asiste personalmente porque los dirigentes del G-8 forman parte de la comunidad de posibles donantes que ya ayudó a Senegal después de la independencia.
El Presidente declaró que el G-8 puede ofrecer diversas oportunidades a los países africanos, que deben superar la fase de ayuda al desarrollo y buscar más atraer la inversión privada de los países desarrollados. Éste es, dijo, el modo de favorecer el crecimiento económico y los puestos de trabajo para los africanos. La reciente reunión de la Organización de la Unidad Africana del 9 al 11 de julio en Lusaka, Zambia, ya trabajó en esta línea, y decidió organizar para septiembre un encuentro de jefes de estado africanos, con el apoyo de los donantes privados internacionales, la mayor parte de los cuales son de países del G-8.
Senegal tiene una fuerte deuda: ha sido el primer país africano obligado a adoptar los programas de ajuste estructural, desde 1981. Mamadou Soumaré, responsable de la deuda en el ministerio de Economía y Finanzas, declaró que la deuda es de más de 2,5 billones de francos CFA, o sea 3.000 millones de dólares. Más de la mitad de la deuda se debe pagar a los países miembros del G-8 y a las instituciones financieras internacionales, sobre todo al Banco Mundial (BM) y al Fondo Monetario Internacional (FMI). Soumaré estima que, en el plano económico, Senegal espera mucho del G-8 en cuanto a la cancelación de la deuda. Añade que algunos países del Norte han pedido a Senegal que convierta las deudas con ellos en fondos para proyectos de desarrollo en educación, sanidad, construcción de escuelas y hospitales. Se espera que otros países adopten la misma política. Estas medidas podrán ayudar al desarrollo económico y social de esta región africana.
Youssoupha Wade, presidente de los empresarios senegaleses, declara que la economía del país necesita ser competitiva, pero que no podrá crecer si no se resuelve el problema de la deuda. Según su punto de vista, los gobiernos africanos deben convencer a los más ricos, y en especial a los del G-8, para que presten más atención a los países africanos. Piensa que el G-8 debe aligerar la deuda mediante la anulación pero también animando a los gobiernos locales a invertir en el sector social. De este modo, los países del G-8 contribuirán a la lucha contra la pobreza. La renta per capita de Senegal no supera los 600 dólares, y Wade estima que el G-8 podría ayudar a elevarla.
La doctora Christiane Agboton Johnson, presidenta del movimiento contra las armas ligeras en África occidental, insiste en que la seguridad y la paz son esenciales, pero que si hay conflictos en África occidental, que repercuten en Senegal, es por la pobreza. Hoy hay 15 millones de armas ligeras en la región: por culpa del conflicto de Casamance, en Senegal circulan 5.000 de forma ilegal. Cuando se resuelvan los problemas económicos, dice, será fácil hablar de seguridad y paz, como sucedió en los países desarrollados, a los que pide dejar de fabricar armas para venderlas a los países del Sur.
La globalización o mundialización, no es en Senegal una cuestión al orden del día. Recientemente, el ministro de transportes organizó un encuentro nacional para evitar que las grandes compañías aéreas (Air France, Alitalia, Sabena, etc.), gracias a la liberalización, obliguen a desaparecer a las más pequeñas. Las opiniones están divididas: algunos piensan que los países africanos se deben poner a la altura de la competencia, mientras que otros piensan que no se debe actuar de forma precipitada para no provocar problemas sociales.
En la otra parte del globo, los paquistaníes están demasiado preocupados con los problemas de la vida diaria como para prestar demasiada atención a cumbres internacionales como la del G-8. Como muchos otros países de los menos desarrollados, confían a otros el enderezar los fallos de la globalización y garantizar un justo desarrollo de la economía mundial.
Según expertos económicos locales, Pakistán está, como otros países, entrampado en la deuda, de manera que los nuevos beneficios se gastan en el servicio de los intereses de la deuda. Pakistán debe 16.120 millones de dólares (3.000 millones de dólares en intereses) a organizaciones internacionales y otros 12.530 millones (2.150 millones en intereses) a consorcios de naciones. Las obligaciones totales de Pakistán a locales y extranjeros en moneda extranjera alcanzaban los 37.500 millones de dólares a finales de 2000. De manera que, aunque la cumbre no tenga un impacto directo sobre el país, si se toma alguna decisión sobre la deuda externa, afectará a Pakistán.
Es también uno de los muchos países con conflictos, lo que le podría hacer beneficiarse de algunas medidas del G-8. La cumbre puede ayudar al desarrollo de la paz mundial, motivando y presionando a los gobiernos a gastar los fondos de la ayuda en bienestar social para la población, y no en dispendios como la construcción de armas nucleares.
Las calles de las ciudades de Pakistán, como Karachi, Lahore e Islamabad, están flanqueadas por restaurantes internacionales y quioscos de bebidas de conocidas marcas multinacionales, como otras ciudades del sur de Asia con economía capitalista. Sin embargo, estos negocios drenan el capital que va a parar fuera del país. La producción con inversión extranjera es todavía demasiado pequeña para poder ayudar a Pakistán a salir de la situación. La globalización puede actuar positivamente en esta tierra únicamente si hay una estabilidad política, y el Gobierno se decide de verdad a ofrecer prosperidad a la población y al país. Si no es así, la globalización seguirá afectando a Pakistán negativamente.