“Sufrimiento indecible” para los angoleños expulsados del Congo

Obligados a recorrer hasta 900 kilómetros a pie

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LUANDA, martes 24 de noviembre de 2009 (ZENIT.org).- Los Gobiernos de la República Democrática del Congo y de la República del Congo están expulsando a todos los angoleños residentes en sus territorios, y parece que con gran brutalidad.

Los angoleños expulsados viven “un sufrimiento indecible” y deben soportar “condiciones horripilantes”, según explicaron a la asociación caritativa católica Ayuda a la Iglesia Necesitada (AIN) el padre Andrzej Halemba y Ulrich Kny, dos colaboradores de AIN que han viajado a Angola en las dos últimas semanas.

Padre Halemba y Kny han descrito con estas palabras descarnadas la situación de los campos de refugiados en la ciudad de Damba, al norte de Angola.

Los policías congoleños, en uniforme o de civil, “se presentan sin aviso y piden a los angoleños que abandonen inmediatamente el país”, explica la asociación. Miles de personas se ven así obligadas a volver a Angola sin siquiera la posibilidad de llevar consigo sus ya escasas pertenencias.

Esta situación, denuncia AIN, provoca la desmembración de muchas familias: hay niños que se quedan solos porque no consiguen encontrar a sus padres, que han sido expulsados, así como los angoleños casados con ciudadanos congoleños, que deben abandonar al cónyuge.

Los colaboradores de AIN hablan de personas obligadas a recorrer hasta 900 kilómetros a pie y de mujeres que se ponen de parto por el camino. Muchos ancianos, mujeres y niños llegan a los campos de refugiados sin haber comido durante días.

Frente a esta trágica urgencia, las diócesis congoleñas de Uíje y Mbanza Congo se han movilizado para asistir a miles de refugiados hambrientos, al límite de sus fuerzas y con frecuencia gravemente enfermos.

En Damba han sido preparados cinco campos de acogida, pero las fuertes lluvias han impregnado el terreno ocupado por las tiendas, provocando una situación catastrófica.

“Algunos refugiados deciden proseguir en seguida el camino hacia otras aldeas donde viven sus familiares – refiere Ulrich Kny –. Otros no saben dónde ir: sus pueblos fueron totalmente destruidos durante la guerra civil y sus parientes huyeron. Están también quienes no son acogidos por sus propios familiares y que, con un dolor aún mayor, vuelven a alguno de los campos de acogida”.

En Damba, cuatro capuchinos y cuatro hermanas de la Misericordia asisten a la marea incesante de refugiados, ofreciendo asistencia espiritual, hospedando en el convento, distribuyendo alimentos, menaje, medicinas y vestidos encargándose de la vacunación contra el tétanos, la poliomielitis y otras enfermedades.

Las monjas asisten cada día a centenares de personas, contando con la ayuda de numerosos voluntarios de la parroquia, pero los refugiados aumentan continuamente y es muy difícil hacer frente a todas sus necesidades.

En las últimas semanas, se estima que han sido expulsados cerca de 40.000 angoleños. “Todo parece indicar que se trata de una represalia por la expulsión de Angola de inmigrantes clandestinos procedentes de los países congoleños, iniciada hace dos años”, comenta AIN.

Los representantes de la asociación, con todo, subrayan que las expulsiones de los angoleños no afectan sólo a los inmigrantes ilegales, sino también a aquellos que residen regularmente en una de las dos Repúblicas congoleñas, como refugiados de la guerra civil o por cualquier otro motivo.

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ZENIT Staff

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