Intervenciones en el Sínodo de África (XVI)

Decimoquinta Congregación General, mañana del jueves 15 de octubre

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CIUDAD DEL VATICANO, viernes 16 de octubre de 2009 (ZENIT.org).- Ofrecemos a continuación los resúmenes de las intervenciones que se produjeron durante la decimoquinta Congregación General de la Asamblea del Sínodo sobre África, en la mañana del jueves 15 de octubre, no entregadas durante el trabajo de los Círculos Menores.

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S. E. R. Mons. Anthony John Valentine OBINNA, Arzobispo de Owerri (NIGERIA)

1. Recomendamos que se utilicen todos los medios de comunicación a nivel nacional y local para difundir la información sobre los frutos del Sínodo.

2. Ha sido una experiencia positiva y sana de comunión eclesial a través del Sínodo. Llevémosla al interior de nuestras Iglesias y de nuestros organismos.

3. Existe la apremiante necesidad de curar nuestro corazón, nuestras conciencias, heridas por los pecados personales y sociales: del egoísmo al tribalismo, al sistema de clanes, al partidismo del que ni siquiera se han salvado nuestras Iglesias. El Sínodo nos permite analizar en profundidad nuestra consciencia de estas heridas y nos dispone a su curación.

4. La espiritualidad de este Sínodo está plasmada por ser hijo autotrascendente y autosacrificante de nuestro Señor Jesucristo.

5. Aunque se respete el contenido doctrinal y evangelizador de los Sacramentos, en particular los del matrimonio y la reconciliación, se pueden introducir elementos de la cultura africana que pueden ayudar a edificar una Iglesia familia de Dios en África.

6. Los fieles laicos deben ser conscientes de su papel de agentes de reconciliación, justicia y paz en sus áreas operativas o esferas de actividad.

7. Aunque apreciemos la obra de las Comisiones Iustitia y Pax, estas debería ser reforzadas aún más.

8. Para reforzar a la familia africana no son suficientes las condenas: hay que tomar unas iniciativas positivas para sanar las situaciones irregulares.

9. Para responder a las numerosas víctimas de la injusticia en el continente, a los no nacidos (aborto), a los huérfanos, a los niños de la calle, a los discapacitados, a los prisioneros, a las comunidades perseguidas y marginadas, hay que crear unas estructuras de justicia, paz, solicitud pastoral, comprensión y empatía dentro de la Iglesia y por parte de esta.

10. Los laicos deben recibir una mejor formación para estar en condiciones de servir en la Iglesia y en la sociedad.

11. El Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia debería ser un texto obligatorio para la formación y la adquisición de habilidades de los laicos.

12. El auténtico sentido africano y cristiano de la familia debe seguir siendo subrayado y ponderado.

13. Hay que usar los textos oficiales sobre la vida humana y sobre la sexualidad para enseñar a los seminaristas y a los jóvenes la doctrina cristiana y la manera de enfocar la sexualidad.

14. La Sagrada Familia de Jesús, María y José debería presentarse a cada familia como modelo para crecer en amor, armonía y paz.

15. La catequesis sobre la familia debería promoverse a partir del Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia.

16. Las mujeres deberían desempeñar un papel en la Iglesia como miembros de pleno derecho. Hay que hacer nuevos esfuerzos para eliminar la discriminación contra todas las mujeres en todos los ámbitos.

17. La estructuras de soporte y apoyo a la religión deberían ser más funcionales.

18. Es necesaria una conversión más profunda en nuestra relación con Cristo para superar el egoísmo.

[Texto original: italiano]

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Rev.do Mons. Obiora Francis IKE, Director del «Catholic Institute for Development, Justice and Peace» (CIDJAP), Enugu, Nigeria (NIGERIA)

Nuestra propuesta concierne a la realización de unas estructuras que refuercen la unidad episcopal en las comunidades eclesiales de todos los continentes, en solidaridad y corresponsabilidad recíprocas. La SECAM (Simposio de las Conferencias Episcopales de África y Madagascar) será reforzada y, si es necesario, también revisada y reformada para ser una estructura episcopal continental y pastoral eficiente, al servicio de las necesidades africanas, con países miembros, poniendo también a disposición recursos materiales, financieros y humanos.

A los obispos africanos les preocupa mucho la libertad de movimiento y los derechos de los emigrantes y de los trabajadores que sufren en todo el mundo unas políticas restrictivas, y que a menudo están obligados a vivir en unas condiciones inhumanas. En muchos países se está produciendo un recrudecimiento enorme del racismo y de la xenofobia, y son muchos los africanos que se convierten en víctimas de este tratamiento inhumano. Es necesario tratar a las personas con dignidad y respeto también en los países de destino. Por nuestra parte tenemos que intentar comprender por qué tantos jóvenes, a menudo profesionales, dejan sus países de origen.

También sería necesario crear unas comisiones en cada diócesis de África para promover la dignidad y el papel de la mujer en la Iglesia y en la sociedad.

Otro aspecto que hay que considerar en concreto es la falta de conocimiento de las enseñanzas de la Iglesia y de sus potencialidades en el campo de la educación y de la formación para mejorar la calidad de la vida. Por ello exhortamos a dar vida a una formación permanente, con programas de reconciliación, justicia y paz.

A pesar de las grandes potencialidades de los pueblos africanos, observamos que nuestros países sufren a causa de una pobreza extrema y del mal gobierno. Afrontar esta situación es para nosotros un reto. Por tanto, repitamos el principio de “Ecclesia in Africa” nº 104 que, con este objeto, exhorta claramente a una acción urgente de la Iglesia en África (nº 104).

También es de especial importancia la formación de los agentes pastorales que deben insistir en la difusión del concepto de dignidad del trabajo, en la movilidad de los ahorros, en la fiabilidad, en el uso de una planificación adecuada, y en la creación de unos bancos de microcrédito para sostener a los pequeños ahorradores, a los empresarios, y para financiar proyectos agrícolas, escuelas e infraestructuras que puedan garantizar a la Iglesia la autosuficiencia.

Por último, deseamos que el Sínodo exhorte a crear un Consejo Africano de Paz que intervenga y asista a la Iglesia local en la resolución de los conflictos y en la edificación de la paz en el continente.

[Texto original: italiano]

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S. E. R. Mons. Philippe OUÉDRAOGO, Arzobispo de Ouagadougou (BURKINA FASO)

Nuestro grupo ha tomado como esquema de reflexión la trilogía propuesta por el Instrumentum laboris: Cristo nuestra reconciliación, Cristo nuestra justicia, Cristo nuestra paz, y ha añadido una cuarta dimensión: agentes de reconciliación, de justicia y de paz.

1. Cristo nuestra reconciliación

Para la reconciliación se han identificado los aspectos positivos y los negativos de la cultura y la tradición africanas que pueden favorecer u obstaculizar la comprensión cristiana y la celebración de la reconciliación. Entre los elementos negativos podemos citar: el carácter colectivo de la culpa, la solidaridad del clan, una categoría de culpas consideradas imperdonables, la no consideración de la dimensión privada de la culpa, la venganza, que no permite la reconciliación. Los elementos positivos de las costumbres africanas, útiles en la catequesis y en la celebración del Sacramento de la Reconciliación, son en cambio: la costumbre de la confesión, la sanción y la reparación, los signos de reconciliación, o sea el vino de palma, el don de una hija en matrimonio, la invocación de los antepasados, el juramento o el compromiso de no volver a cometer el m
ismo error.

2. Cristo nuestra justicia

El hombre creado a imagen de Dios debe ser respetado, sobre todo en sus derechos fundamentales, especialmente los de las mujeres, que en África son las primeras víctimas de la injusticia. La Iglesia-familia de Dios en África debe comprometerse a aceptar este desafío mediante comisiones de justicia y paz, la alfabetización, la enseñanza de los derechos del ciudadano.

3. Cristo nuestra paz

El testimonio de la Iglesia tiene que ir acompañado de un compromiso concreto por la paz de cada uno de sus miembros. No hay justicia sin el respeto de la ley. Hay que ayudar a nuestros gobernantes a restablecerla y a consolidar el estado de derecho predicando en todas las ocasiones oportunas y no oportunas, según el mandato del apóstol Pablo. Constatamos el poder creciente del dinero en todos los niveles de la vida social, política y económica. De aquí la necesidad de una mejor catequesis sobre el valor y el uso de los bienes materiales.

4. Agentes de reconciliación, de justicia y de paz

Siguiendo el ejemplo de Cristo y a través de sus miembros, la Iglesia es enviada a construir el reino de Dios: un reino de reconciliación, de justicia y de paz. Todos los bautizados, cada uno según su propia vocación, están llamados a desempeñar un papel insustituible. Por tanto, la Iglesia tiene que impulsar una pastoral adecuada al servicio de la familia. Tiene que valorizar a las mujeres y su papel en la comunidad, y acompañar a los laicos para que su compromiso sea eficaz en el campo social y rico de valores evangélicos. Del mismo modo, los sacerdotes, al estar al servicio de Dios y de los hombres, tienen que vivir de manera coherente con su vocación, para dar ejemplo. Los medios de comunicación, que son medios modernos inevitables en la comunicación, tienen que ser evangelizados y utilizados por la Iglesia para educar las conciencias al discernimiento de las informaciones, con el fin de contribuir al bien de la humanidad y no a su mal.

Reconciliación, justicia y paz constituyen los desafíos actuales y complejos para África y para el mundo. Los discípulos de Cristo, por tanto, deben tomar conciencia de la situación y movilizarse en mayor medida por un mundo más reconciliado, más justo y pacífico.

[Texto original: italiano]

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S. E. R. Mons. Sithembele Anton SIPUKA, Obispo de Umtata (SUDÁFRICA)

Observamos que la falta de publicidad sobre el Sínodo refleja nuestra debilidad en la comunicación, por lo que necesitamos comunicar a nuestro regreso de qué hemos discutido y qué hemos decidido aquí. Podríamos dar más publicidad a los resultados del Sínodo en Sudáfrica para compensar la falta de la misma durante su preparación. Observamos que existe un vínculo entre este y el último Sínodo, familia de Dios, y el objetivo es cómo mantenerlos unidos. Es preciso organizar más sínodos, reforzar las comisiones sobre la justicia y la paz, o bien instituirlas en el caso de que no existieran, y formar pequeños comités para poner en práctica sus deliberaciones. Es necesario también tener encuentros con nuestros gobiernos y a partir de ahí difundir los resultados desde la base, incluso antes de la publicación final de los resultados del Sínodo por parte del Papa.

Asimismo, hay que considerar que las causas de los corazones heridos son múltiples: desde el punto de vista de los culpables que están heridos por el pecado y el orgullo, y desde el punto de vista de las víctimas. Quien está herido por el pecado perpetra los conflictos, quien es víctima de estos crímenes es propenso a la venganza.

Parte de la solución al problema de la inestabilidad está en nosotros, los africanos. Por ejemplo, deberíamos realizar un buen gobierno. Creo que los temas de nuestra conferencia, o sea, la conversión del corazón y el influjo sobre la sociedad nos ayudarán a resolver este problema.

Lamentablemente, no tenemos una formación permanente después del Bautismo y la Confirmación, que ayudaría a que las personas permanecieran en la Iglesia. Por eso tenemos que revisar nuestra metodología actual de catequesis.

También existe un problema de estructura jerárquica en la sociedad africana que impide que los superiores pidan perdón a los inferiores. Por ejemplo, es impensable que un marido pida perdón a su mujer o un anciano a un joven. Todo esto también vale para los grupos étnicos: un grupo étnico no consideraría apropiado pedir perdón a otro. Por otro lado, parece que las modalidades de reconciliación tradicionales africanas son un obstáculo al ideal y a la práctica cristiana de reconciliación.

[Texto original: italiano]

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S. E. R. Mons. Louis PORTELLA MBUYU, Obispo de Kinkala, Presidente de la Conferencia Episcopal (REPÚBLICA DEL CONGO)

El Círculo ha insistido mucho en la dimensión universal del Sínodo, que implica la participación activa de la Iglesia de todos los continentes en todas las fases de Sínodo, en concreto a través de la presencia de los responsables de los dicasterios de la Curia Romana y de los representantes de la Iglesia de los demás continentes. La movilización ha sido grande también en África: sínodo diocesano, reflexión – respuesta a los cuestionarios, encuentros de teólogos, utilización de los medios de comunicación y la oración.

Además, se ha intentado que la comunión eclesial fuera efectiva a todos los niveles (nacional, regional y continental).

África ha conocido heridas profundas, que han marcado duramente su historia. Se impone, sin embargo, la necesidad de un camino de cura de la memoria. Conviene, pues, comprometerse firmemente en una dinámica de esperanza y de resurrección, como había recomendado el primer Sínodo para África.

El Círculo ha subrayado también la importancia de una espiritualidad que debe integrar la dimensión religiosa o mística con los programas de acción. Es necesario, pues, desarrollar una espiritualidad de la vida.

Nuestras culturas son ricas en elementos positivos, que pueden contribuir a la reconciliación y a la paz, como las discusiones, la fiabana en Madagascar, el parentesco como forma de un sólido vínculo familiar, la mediación, el simbolismo del agua, que las personas beben después haber reconocido y confesado las propias divergencias. Otros elementos son, al contrario, obstáculos (odio, acusas de brujería, sistema de castas, etc.). Una obra de evangelización profunda permitirá, así mismo, superar la contradicción que a veces existe entre el vínculo étnico y el vínculo eclesial.

El problema de la injusticia se refiere a los gobernantes y a las sociedades que explotan nuestros recursos, más que a la Iglesia en su funcionamiento interno.

Las urgencias son, pues, numerosas: formar a los que tienen poder de decidir ahora y en el futuro (una formación espiritual y doctrinal, pero también técnica, que realizarán capellanes formados adecuadamente); ofrecer a las mujeres el puesto que les corresponde; educar a las personas, desde la infancia, en la paz y ayudarlas a cambiar su modo de ver a los demás; lo mismo se ha de decir de la educación sobre un estado de derecho y sobre los demás valores cristianos que se refieren a la sociedad.

La familia, célula fundamental de la sociedad, merece una movilización pastoral importante. La pastoral familiar comprende todas las categorías: los niños y los jóvenes deben recibir una educación esmerada, los esposos deben progresar en el amor conyugal; los padres deben asumir la responsabilidad de ser los primeros educadores. Los valores cristianos del matrimonio y de la familia han de colocarse en el centro de iniciativas adecuadas.

La relación entre nuestra cultura y los Sacramentos de la Eucaristía y de la Reconciliación nos orienta hacia una catequesis inculturada de dichos Sacramentos. En este sentido, ¿por qué no pensar en un congre
so eucarístico continental, inspirado en una dinámica de búsqueda teológica, de catequesis y de celebración inculturada?

La misión profética de la Iglesia exige un programa de acción pastoral, que pone en el centro el análisis de las causas de los conflictos y de las violencias a la luz de la Palabra de Dios y de la doctrina social de la Iglesia, y exige también interpelar a los responsables.

Los ministros ordenados han de ser, pues, verdaderos testigos de la reconciliación, de la justicia y de la paz, y también maestros, como afirma Pablo VI en la Evangelii nuntiandi.

[Texto original: italiano]

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S. E. R. Mons. Martin Igwemezie UZOUKWU, Obispo de Minna (NIGERIA)

La discusión se ha organizado sobre una serie de preguntas y respuestas. Y éstos son los puntos más interesantes que han brotado del diálogo. La formación del cristiano debería iniciar en la iglesia doméstica, que es la familia, con una atención especial a la traducción de los documentos a las lenguas locales y la difusión de grabaciones y diapositivas. Debemos mostrar una actitud positiva hacia las tradiciones africanas, verlas como una oportunidad y examinarlas atentamente para purificarlas y utilizarlas en el proceso de reconciliación. La diversidad se ha de ver también como un don; ha sido creada por Dios y es una riqueza. Pero los políticos utilizan, con frecuencia, nuestra nuestras diversidades para introducir divisiones entre las etnias y crear tensiones y conflictos; por esto la reconciliación ha de ser despolitizada, liberada del chantaje de oscuras motivaciones políticas. No queremos demonizar a los políticos en cuanto tales, sino recordar que tienen necesidad, como todos, de formación y de corrección fraterna por parte de quien se encuentra más adelante en el camino de la fe. El criterio que se ha deseguir es el que nos ha sugerido el mismo Cristo: condenar el pecado, pero amar y acompañar al pecador. Se ha de dedicar una atención especial a la formación del clero, que, con su trabajo, edifica cotidianamente el Reino de Dios.

También el sacerdote corre el riesgo de olvidar la grandeza de su vocación y está amenazado por la mentalidad del mundo que difunde los valores negativos del materialismo; el sacerdote debe imitar a Cristo en el servir, no en el ser servido. Se debería enseñar a los seminaristas a utilizar los nuevos medios, para que su formación sea más completa y para que sean capaces de evangelizar sirviéndose también de internet y de los demás medios que ofrece el progreso técnico. Se ha de dedicar una atención especial al cine: en el caso de Nigeria, las películas hablan, con demasiada frecuencia, de magia y brujería, mientras deseamos una mayor presencia de artistas católicos en este campo. Muchas intervenciones han pedido una mayor tutela de las mujeres; recordamos, a este respecto, la presencia de los Wucwo (unión de las organizaciones de mujeres católicas) que, con sus 60 millones de miembros, constituye una presencia influyente y activa. Todos los miembros de nuestro Círculo Menor están de acuerdo en reconocer el valor eclesial de esta ocasión: la Iglesia es el cuerpo de Cristo, discutir y trabajar juntos es una experiencia preciosa, que nos hace experimentar concretamente esta verdad de fe.

[Texto original: italiano]

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S. E. R. Mons. Denis Komivi AMUZU-DZAKPAH, Arzobispo de Lomé (TOGO)

Este segundo sínodo debe tener en cuenta el primero, en el que se inscribe, manteniendo como objetivo divulgar los frutos que ha producido a partir de su conclusión en las respectivas diócesis de África, entre todos los agentes de evangelización (sacerdotes, religiosos, religiosas, catequistas), sin olvidar a los jóvenes.

Para tener la seguridad de que sea bien acogido, el Mensaje del Sínodo debe ser sencillo, comprensible y accesible al mayor número posible de personas. El sínodo debe orientar la pastoral y la acción pastoral.

Los retos y los problemas planteados en el sínodo no pertenecen sólo a África, y sus resoluciones y recomendaciones sin duda serán válidas también para otros continentes.

La desestabilización del continente africano se debe a los numerosos corazones heridos por muchos males y por las injusticias que han sembrando la rebelión. Este es el motivo por el que los padres sinodales lanzan un llamamiento a la conversión y a la purificación de la memoria y de los corazones.

El nº 66 del Instrumentum laboris hace referencia «a la alienación cultural y a la discriminación racial que, a lo largo de la historia, han generado un complejo de inferioridad, el fatalismo y el miedo»: es hora de que algo cambie en nosotros y a nuestro alrededor, dicen los obispos, porque tenemos que ser los artífices y los protagonistas de nuestro destino. Tenemos que redescubrir nuestra cultura.

El primer sínodo fue un sínodo de esperanza y de resurrección; el de ahora debe proseguir en este sentido y ser también un sínodo de compromiso y de valentía. Es necesario seguir un programa equilibrado de espiritualidad para reforzar la fe en nuestras sociedades.

Hay que realizar un esfuerzo respecto a la celebración comunitaria y a la práctica regular del Sacramento de la Reconciliación. Los países y las diócesis deben establecer unas comisiones de justicia y paz, intermediarias fiables para la reconciliación.

La educación de los jóvenes al respeto de los demás, al amor de la verdad y a la búsqueda de la reconciliación es una prioridad, como lo son la formación de los laicos y el apostolado de los responsables de la sociedad. Es fundamental contemplar unas medidas de tutela y de salvaguardia de la familia, a través de un programa de «educación a la vida y al amor». La promoción de la dignidad de la mujer necesita también unas medidas concretas.

Para desarrollar la espiritualidad eucarística ha sido propuesta la celebración de un congreso eucarístico continental.

[Texto original: italiano]

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S. E. R. Mons. Lucas ABADAMLOORA, Obispo de Navrongo-Bolgatanga, Presidente de la Conferencia Episcopal (GHANA)

Los retos que afronta la sociedad son retos también para la familia: fidelidad, pobreza, violencia, control de los nacimientos, divorcio, etc. De aquí la necesidad de alentar a los cristianos a prepararse adecuadamente al matrimonio y a la generosidad en la procreación de nuevas vidas. Es más, hay que reforzar el matrimonio cristiano en su papel de Iglesia doméstica, y la familia africana en general no tiene que cerrar los ojos ante las modernas amenazas que esta institución está afrontando. La formación tiene un papel esencial y hay que reforzarla en todos los campos. Los laicos necesitan una formación permanente que contemple sus capacidades profesionales y también para profundizar su vida espiritual y el conocimiento de la doctrina social de la Iglesia, para que sean testigos de reconciliación, justicia y paz en todos los ámbitos de la vida. Por su parte, los laicos pueden ayudar en la formación de los sacerdotes, para que estos enriquezcan su preparación, no sólo académica, sino también espiritual y social. Los presbíteros necesitan ayuda para profundizar su vocación y apreciar el sentido de su ministerio. Pueden hacer mucho para curar las muchas heridas que la gente tiene abiertas, fruto de los conflictos y los dramas que ha sufrido el continente.

En este sentido, se debería llevar a cabo una purificación de la memoria como camino hacia la justicia y la reconciliación. Puesto que «en la verdad se encuentra la paz», con la luz de Cristo la Iglesia puede ayudar en este desafío a través de la vida sacramental, las liturgias de perdón y unos asesores bien preparados. Hay que valorizar también el papel de la Iglesia en lo que se refiere al apostolado con los presos, la promoción de su dignidad humana y
el impulso de la reconciliación y la integración en la vida social. La sociedad, además, tiene que despertar ante el flagelo de la difusión del HIV, que está diezmando las familias. Hay que dar más protagonismo a la juventud, porque merece un acceso más amplio a la educación, a la formación integral y a una catequesis que profundice su fe. De aquí la necesidad de una formación religiosa más profunda también de los maestros. En todo ello juega un papel de gran importancia la difusión y la consolidación de los valores humanos, como la dignidad de la persona, el bien común, el valor y la paz como justicia para el desarrollo de la sociedad. Por eso la pastoral de la Iglesia en África, en su diálogo con la sociedad, tiene que prestar gran atención a la tarea de los medios de comunicación, sobre todo de los católicos principalmente en la reconciliación, la justicia y la paz.

[Texto original: italiano] 

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ZENIT Staff

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