ROMA, martes 18 de enero de 2011, (ZENIT.org) .- Ofrecemos a continuación el discurso que el Papa dedicó a los dirigentes, funcionarios y agentes de inspección de la seguridad pública del Vaticano, el pasado sábado, en la Sala Clementina del Palacio Apostólico, con motivo del año nuevo.
* * * * *
Señor Jefe de la Policía, señor Dirigente, queridos Funcionarios y Agentes
Estoy muy contento de acogeros, según la costumbre, para el intercambio recíproco de saludos en el inicio del año nuevo. Dirijo a cada uno de vosotros, mi cordial bienvenida y un afectuoso saludo, que, de buen grado extiendo, a vuestras respectivas familias y a vuestros colegas que no han podido participar en este encuentro, porque están ocupados en el servicio cotidiano de garantizar la seguridad de la plaza de San Pedro, de los alrededores y de otras zonas que pertenecen al Vaticano. Un saludo particular y lleno de buenos deseos quiero dedicar al Director General Dott. Raffaele Aiello, que hace pocas semanas que dirige la Inspección. Le agradezco las corteses palabras que me ha dirigido, también en nombre de los presentes y de los representantes de aquellas estructuras centrales y periféricas del Ministerio del Interior, que cooperan con vosotros, con espíritu de servicio y gran disponibilidad. Hago extensivo mi respetuoso saludo al dott. Antonio Manganelli, Jefe de policía, al Prefecto Salvatore Festa, y al resto de funcionarios y dirigentes, como también los capellanes, renovando, también en nombre de mis colaboradores, el gran agradecimiento por la obra preciosa de esta Inspección de Seguridad Pública.
Aprovecho esta oportunidad para manifestar mi sincero aprecio por el esfuerzo y la profesionalidad con los que los funcionarios y los agentes de policía del Estado, casi como “ángeles custodios”, velan día y noche en el Vaticano, garantizando la seguridad necesaria y poniéndose al servicio de los peregrinos.
Esta obra de vigilancia, que desarrolláis con diligencia y solicitud para tutelar el orden público, y que es ciertamente considerable y delicada, requiere no poca paciencia, perseverancia, sacrificio y disponibilidad a escuchar. Se trata de un servicio muy útil que permite el desarrollo seguro y tranquilo de las manifestaciones espirituales y religiosas que se dan especialmente en la plaza de San Pedro. Vuestra significativa presencia en el corazón de la cristiandad, donde multitudes de fieles llegan ininterrumpidamente para encontrarse con el Sucesor de Pedro y para visitar las tumbas de los Apóstoles, suscite siempre cada vez más el propósito de reavivar la dimensión espiritual de la vida, como también el empeño de profundizar en vuestra fe cristiana, testimoniándola con alegría a través de una conducta coherente.
Durante el periodo natalicio, hace poco concluido, la liturgia nos ha invitado a acoger al Verbo que desde el principio está en el seno del Padre y que Él nos ha dado, revelándonos su rostro en un Niño. Él es el Eterno que entra en el tiempo y lo colma de su plenitud; es la luz que ilumina a los que están en las tinieblas; es el hijo de Dios, que hace llegar la salvación a la humanidad.
¡Acojámoslo siempre con fe y alegría! Nos lo presenta la Virgen María. Ella, como madre amorosa, vela por nosotros. Dirigíos frecuentemente a su intercesión materna y confiad a ella el año 2011, desde hace poco iniciado, de manera que sea para todos un tiempo de esperanza y de paz.
Con estos sentimientos, invoco sobre vosotros y sobre vuestro trabajo la abundancia de los dones celestiales, mientras que de corazón imparto una especial Bendición Apostólica, que de buen grado extiendo a vuestras familias y personas queridas.
[Traducción del original italiano por Carmen Álvarez
©Copyright 2011 Libreria Editrice Vaticana]