ROMA, lunes 22 de noviembre de 2010 (ZENIT.org).- El beato John Henry Newman fue ante todo “un hombre honrado en la búsqueda de la verdad”, precisamente porque “la primacía de Dios es la primacía de la verdad”.
Así lo afirma el Papa Benedicto XVI en un mensaje dirigido al Simposio “El primado de Dios en la vida y en los escritos del beato John Henry Newman”, que se está celebrando en Roma, organizado por el Centro Internacional Amigos de Newman.
Newman, afirma, “nunca descendió a falsos compromisos o se contentó con consensos fáciles. Permaneció siempre honrado en la búsqueda de la verdad, fiel a las llamadas de su propia conciencia y dirigido hacia el ideal de la santidad”.
“La primacía de Dios se traduce, para Newman, en la primacía de la verdad, una verdad que debe buscarse ante todo disponiendo la propia interioridad a la acogida, en un intercambio abierto y sincero con todos, y que encuentra su culmen en el encuentro con Cristo”, añadió.
La primacía de Dios fue, afirma el Papa, la “perspectiva fundamental que caracterizó la personalidad y la obra del gran teólogo inglés”, primacía que procede del momento de su conversión.
Newman “descubrió la verdad objetiva de un Dios personal y viviente, que habla a la conciencia y revela al hombre su condición de criatura. Comprendió su propia dependencia en el ser de Aquel que es el principio de todas las cosas, encontrando así en Él el origen y el sentido de su identidad y singularidad personal”.
Tras la conversión, el beato “se dejó guiar por dos criterios fundamentales” que “manifiestan plenamente la primacía de Dios en su vida”.
El primero era “la santidad antes que la paz», que “documenta su firme voluntad de adherirse al Maestro interior con su propia conciencia, de abandonarse confiadamente al Padre y de vivir en la fidelidad a la verdad reconocida”.
El segundo era “su disposición a una continua conversión, transformación y crecimiento interior, siempre apoyado confiadamente en Dios”, afirma el Papa. “Newman fue a lo largo de toda su existencia uno que se convirtió, uno que se transformó, y de esta forma permaneció siempre el mismo, y se convirtió cada vez más en sí mismo”.
Estos ideales comportaron “un gran precio que pagar”, recuerda el Papa, pues Newman, “sea como anglicano que como católico, tuvo que sufrir muchas pruebas, desilusiones e incomprensiones”.
Con todo, Newman “estuvo siempre atento también en encontrar el lenguaje apropiado, la forma justa y el tono adecuado. Intentó no ofender nunca y dar testimonio de la gentil luz interior, esforzándose en convencer con la humildad, la alegría y la paciencia”concluye el Papa.