FRISINGA, jueves 21 de octubre de 2010 (ZENIT.org).- La Iglesia católica en China vive una situación de luces y sombras: mejoras en algunos aspectos y controversias con el Gobierno en otros.
El cardenal Joseph Zen Ze-kiun es quizás una de las voces más autorizadas de la Iglesia local. El purpurado, que ahora tiene 78 años, fue nombrado obispo coadjutor de Hong Kong en 1996, para después tomar las riendas de la diócesis en 2002, hasta el año pasado, cuando se retiró.
Monseñor Zen estuvo en Alemania el mes pasado para el coloquio entre Europa y la China católica, que reunió a representantes de organizaciones católicas y de iniciativas europeas.
Este año, organizó el evento el China-Zentrum de Sankt Augustine, situado en las cercanías de la que fuera capital alemana, Bonn.
ZENIT habló con el cardenal durante el congreso, sobre la situación actual y el futuro de la Iglesia en China.
– En su opinión, ¿cuál es el requisito para un verdadero desarrollo humano en China y en las regiones de administración especial como Hong Kong? ¿Y cuál es la función de los cristianos en el logro de este desarrollo?
Cardenal Zen: Para que el desarrollo sea verdadero, debe ser integral y completo, como explicó bien el arzobispo Reinhard Marx de Munich durante el coloquio.
Y la Iglesia católica puede ayudar en el aspecto espiritual. Por desgracia, hay demasiadas personas que piensan en el desarrollo sólo en el sentido de un progreso económico y tecnológico. Esto no es suficiente.
Yo creo que, en el ámbito espiritual, son muchos, y no sólo los católicos, los que pueden contribuir. Pienso por ejemplo en el confucianismo, que es un patrimonio muy precioso del pueblo chino.
Pero ciertamente somos los católicos, o los cristianos en general, los que tenemos a Jesucristo como modelo real de perfección humana.
– ¿Tiene mucho éxito el cristianismo en la China continental de hoy?
Cardenal Zen: La situación es un poco más tranquila para las familias católicas que quieren bautizar a sus hijos. Al principio estaba prohibido. Era necesario haber cumplido los 18 años. Pero ahora es posible bautizar a los hijos, es algo bueno.
Respecto al éxito entre la gente, ciertamente lo tiene. Pero no sabría hasta qué punto. No hay informaciones detalladas.
Pero sobre todo es entre los estudiantes universitarios y los intelectuales. Estos entran en contacto con la doctrina cristiana a través de la cultura occidental. Y están muy interesados.
Sé que también hay intercambios académicos entre Occidente y China, un aspecto muy prometedor.
– ¿El régimen intenta controlar estos desarrollos?
Cardenal Zen: Bueno, es muy curioso que en el ámbito académico exista una libertad mucho mayor. A los sacerdotes no les está permitido predicar, mientras se permiten los intercambios académicos.
– Pero un día el régimen perderá el control sobre estos intelectuales, ¿no?
Cardenal Zen: A decir verdad, ya lo ha perdido.
– ¿Quizás es ésta la esperanza para el futuro?
Cardenal Zen: Sí, creo que sí. Cuando los estudiantes chinos vienen a Hong Kong en el ámbito de los intercambios, por ejemplo, me invitan y yo puedo ir con ellos sin ninguna objeción porque estamos en el ámbito académico.
– Recientemente ha alertado de nuevo contra el paternalismo de la Asociación católica patriótica. ¿Por qué?
Cardenal Zen: La Asociación patriótica, sobre todo en el ámbito nacional, es muy potente. Los obispos no tienen ni voz ni voto.
Esto, obviamente, se debe al hecho de que el Gobierno usa la Asociación patriótica para controlar a la Iglesia.
Liu Bainian, vicepresidente de la Asociación, representa al Gobierno y mantiene a la Iglesia y a los obispos bajo su control. Después de tantos años, se le ha dado grandes ventajas para asegurarse de que no cambien las ideas.
En el ámbito local, la situación es muy distinta, porque en algunos lugares, los poderes del obispo superan a los de la Asociación.
Pero es evidente que la situación no está encaminada al bien del país, porque todos saben que la Iglesia en realidad no es libre. El Gobierno chino no es respetado y se ve que la libertad no existe.
Por desgracia, la Asociación tiene muchos amigos en el Gobierno y es difícil que éste sea capaz de eliminarla.
Por otra parte, nosotros tenemos una necesidad extrema de una decisión, porque si se mantiene la Asociación, nadie, ni dentro ni fuera de China, creerá que existe una verdadera libertad religiosa.
– ¿He mejorado la situación respecto a la ordenación de los obispos y a la cooperación entre China y el Vaticano?
Cardenal Zen: Los progresos logrados en este último periodo se limitan al hecho de que no ha habido ordenaciones ilegítimas en los últimos meses.
¿Pero es verdaderamente un bien? Yo lo dudo porque, ¿qué significa que un obispo sea aceptado por ambas partes, por el Gobierno chino y por la Santa Sede?
Existen muchas posibilidades. Una posibilidad -que es la que nosotros querríamos- es que el Santo Padre escoja a los obispos y que el Gobierno chino dé su consentimiento. Esto sería lo ideal. ¿Pero éste es el caso? No.
Vemos que a menudo es el Gobierno el que elige al obispo. Tal vez no es lo mejor, pero la Santa Sede dice: “en esta otra diócesis queremos ese obispo, y si lo aceptáis, nosotros aceptaremos este otro”. Por tanto es un trueque, unas veces se obtienen más ventajas, otras menos.
Otras veces se hacen concesiones, algo muy peligroso. Ciertamente no es verdad que el Gobierno chino acepte de buen grado a todos los candidatos de la Santa Sede.
– ¿Cuánto habrá que esperar todavía para que la Santa Sede y Pekín establezcan relaciones diplomáticas?
Cardenal Zen: En realidad todos los comentaristas consideran este éxito poco probable, ya que en el momento actual Pekín y Taiwán tienen mejores relaciones.
Por tanto, en cierto sentido, Pekín consiente a Taipei mantener relaciones diplomáticas con diversos países pequeños, entre ellos la Santa Sede.
Si Pekín aceptara establecer relaciones diplomáticas con el Vaticano, éste se vería obligado a abandonar Taiwán y por tanto, indirectamente, Pekín ofendería a Taiwán. Por eso nadie presiona para acelerar la apertura de las relaciones diplomáticas.
Pero ésta no es una cuestión central. Incluso a falta de relaciones diplomáticas, la mejora y la normalización de la situación ya es algo bueno.
[Por Michaela Koller, traducción del italiano por Patricia Navas]