La Iglesia en Corea del Sur en ayuda de los norcoreanos

Ante la grave crisis que puede estallar en el Norte

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ANSONG, jueves, 25 junio 2009 (ZENIT.org).- Sobre el tema «La Iglesia frente a una Corea del Norte en movimiento», se ha celebrado un seminario, que ha reunido a unos  250 religiosos y laicos, el pasado 18 de junio en el centro gubernamental de Hanawon (la casa de la unión), en Ansong, provincia de Kyonggi, Corea del Sur.
 
El Comité para la reconciliación del pueblo coreano de la Conferencia Episcopal de Corea (CBCK) ha querido así marcar los diez años de la fundación de este centro de reinserción para los refugiados norcoreanos, según informa VietCatholic News.

Hanawon, que funciona bajo el patrocinio del Ministerio de la Unificación, tiene como tarea ayudar a los refugiados norcoreanos a adaptarse a la vida en Corea del Sur, iniciándoles en los principios democráticos, en el sistema económico y en el funcionamiento de la sociedad surcoreana.
 
You Mi-Ryang, que dirige el centro de rehabilitación, hizo el elogio del apoyo aportado por la Iglesia Católica a los refugiados. «Desde hace años, la Iglesia Católica ayuda a los refugiados norcoreanos tanto psicológicamente como materialmente», recordó, evocando entre otros, el programa «home-stay» que, desde 2005, propone a los refugiados pasar dos días y una noche en una familia surcoreana.
 
En el seminario, Martin Lim Kang-taeg, decano de los investigadores del Instituto de Corea para la reunificación nacional y miembro del Comité para la reconciliación, declaró que los acontecimientos actuales en Corea del Norte podrían tener repercusiones muy rápidas en Corea del Sur.
 
Desde abril último, la República Popular Democrática de Corea está efectuando provocaciones cada vez más belicistas, declarando no estar ya ligada por el armisticio de 1953, que puso fin a la guerra de Corea, con el lanzamiento de un cohete de largo alcance, ensayos nucleares y tiros de misiles.

Para Lim Kang-taeg, estos acontecimientos, sin contar el hecho de que el «querido líder» habría designado como sucesor a su hijo más joven, Kim Jong-un, no serían sino tentativas para enmascarar la incapacidad del régimen totalitario de gestionar su grave crisis interna. Si no lo consigue, explica, la economía podría colapsarse, obligando a centenares de miles de norcoreanos hambrientos a huir del país. «Los acontecimientos pueden sobrepasar lo que imaginamos, y debemos prepararnos antes de que sea demasiado tarde. Y por esto la Iglesia debe formar a sacerdotes y voluntarios para responder a las necesidades de los refugiados norcoreanos», señaló el investigador que piensa también que la Iglesia debe preparar desde ahora infraestructuras para alojar a los refugiados y empezar a recoger fondos.
 
Según el Programa Alimentario Mundial de la ONU, ya está en curso un drama humanitario en Corea del Norte que la crisis política y las sanciones internacionales corren el riesgo de ocultar y agravar. Tras varias malas cosechas, al menos 8,7 millones de personas (el 40% de la población) necesita ayuda alimentaria.

Durante la misa celebrada en Hanawon, monseñor Lucas Kim Woon-hoe, obispo auxiliar de Seúl y presidente del Comité para la Reconciliación, lanzó un mensaje de perseverancia: «Nadie sabe cuando llegará el tiempo de la reunificación del Norte y el Sur. Tenemos pues que prepararnos para ese día desde ahora, aunque las Coreas del Norte y el Sur sean enemigas y el camino hacia la reunificación (…) parezca bien imposible en este momento».
 
Todos los años, el 25 de junio, día que marca el fin de la guerra de 1950-53, la Iglesia de Corea del Sur reza «por la reconciliación y la unidad del pueblo coreano».

El marzo último, la archidiócesis de Seúl aceptó a cinco seminaristas que pidieron consagrarse al servicio de los norcoreanos. En siete años, tras su formación al sacerdocio, serán ordenados para la diócesis de Pyongyang, una jurisdicción eclesiástica que no existe por el momento sino virtualmente y cuyo administrador apostólico es el cardenal Nicholas Cheong Jin-suk, arzobispo de Seúl.
 
Al final de la guerra civil en 1953, las tres jurisdicciones eclesiásticas de la actual Corea del Norte y la comunidad católica que dependía de ellas fueron aniquiladas. El Papa nombró entonces administradores apostólicos surcoreanos «sedi vacanti et ad nutum Sanctae Desi» (sedes vacantes bajo la administración de obispos externos nombrados por Roma).

Hoy día, no hay ni sacerdotes ni instituciones eclesiásticas en Corea del Norte pero numerosos religiosos y sacerdotes esperan poder ser enviados allí en misión, como la Asociación de sacerdotes de la diócesis de Pyongyang, que cuenta con unos treinta  miembros, veinte originarios del Norte y diez nacidos en Corea del Sur de padres originarios del Norte.

Por Nieves San Martín

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ZENIT Staff

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