Las implicaciones de la fe para el empresario cristiano

Retiro organizado por la Unión Social de Empresarios Cristianos de Chile

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SANTIAGO DE CHILE, martes, 16 junio 2009 (ZENIT.org).- «La fe tiene consecuencias muy prácticas para la vida de un profesional, tanto a nivel personal como laboral». Fueron las palabras del padre Samuel Fernández, en el marco del Retiro Espiritual «El Cristiano ante la adversidad: Camino de Crecimiento en Libertad», organizado por la Unión Social de Empresarios Cristianos (USEC) en Santiago de Chile. 
 
Más de 60 personas asistieron al Santuario Campanario, el pasado 30 de mayo, donde se desarrolló, el retiro espiritual «El cristiano ante la adversidad: camino de crecimiento en libertad», organizado por USEC, según informa a ZENIT esta organización.
 
«En una atmósfera de recogimiento y alegría», los asistentes contaron con la guía espiritual del presbítero Samuel Fernández Eyzaguirre, decano de la Facultad de Teología de la Universidad Católica y asesor doctrinal de USEC. 
 
El retiro consistió en dos charlas, a las que siguieron la reflexión personal de los asistentes, en base a dos preguntas orientadas a aplicar los contenidos de las charlas a la vida concreta. Luego, una reflexión grupal en la que los asistentes pudieron compartir experiencias y entregar su testimonio respecto a los temas expuestos, dieron fin al encuentro.
 
La primera de las charlas, con el título «El Cristiano ante la adversidad: Testigo de la Esperanza», abordó las causas y alcances de la crisis económica, haciendo alusión al vacío espiritual que se aprecia hoy, que tiene profundas consecuencias en el comportamiento de las personas.
 
El conferenciante señaló que las crisis, no serían un paréntesis en la vida, sino más bien, «el estado natural en el que nos encontramos. No podemos vivir esperando que haya un
tiempo mejor, un período de paz y bonanza que posibilite que hagamos aquello que hemos querido pero que hemos estado postergando (…) ya que esta espera por mejores tiempos, es infructuosa y poco realista».
 
Por último, se refirió a las dificultades, como instancias que ayudan al hombre a incrementar su fe, las que amplían y completan su perspectiva.
 
«Para explicar la actual crisis, la mirada técnica es necesaria, pero parcial y debe ser complementada con una mirada más profunda desde la fe, desde las causas más profundas que yacen en el corazón del ser humano. La mirada espiritual o de fe, aporta el conocimiento del sentido último de las cosas. Sin sacarnos de la realidad concreta, sino que aportando mayor profundidad a su análisis. La fe tiene consecuencias muy prácticas para la vida de un profesional, tanto a nivel personal como laboral», subrayó.
 
En la segunda charla «¿Por qué no puede haber libertad sin verdad?» se realizó un recuento acerca de cómo la libertad es históricamente, el gran anhelo de la humanidad. La que a partir del período de la Ilustración, tomó la forma de un «desligarse» de la autoridad, la Iglesia,  y las normas.
 
«Hoy ser libre es no tener ataduras de ningún tipo, lo que debilita los compromisos con todas las personas e instituciones con las que nos relacionamos. Esta definición de libertad, del hacer lo que me plazca, es absolutamente contraria a la libertad evangélica. Para la Iglesia, se trata más bien del fracaso o degradación de la libertad», expresó el conferenciante.
 
Basado en un texto escrito por Benedicto XVI, se refirió al hecho de que para el cristiano, ya desde san Pablo, la libertad se presenta como una paradoja. Ya que, basados en el ejemplo de Jesús, el ser verdaderamente libre, equivale a «hacerse el servidor» del prójimo.
 
«Soy más libre mientras más me ‘entrego’ a los demás. Es evidente la contradicción con lo que hoy se concibe como libertad, incluso dentro del actual modelo económico. Y es que no somos seres absolutos, por lo que nuestra libertad no puede ser absoluta. Nuestro criterio, no puede transformarse en la medida de todas las cosas», señaló.
 
Compartiendo la frase del beato padre Alberto Hurtado: «Más vale gastarse que oxidarse», el conferenciante señaló que «la autodonación y la capacidad de servicio, sobre todo si se tiene una posición de privilegio, es aquello que llevará a la persona a sentirse poseedor de una libertad que nadie le puede arrebatar. Conocer la verdad de uno mismo, es condición para ser libres, lo que a su vez, es la condición para ser felices», concluyó.
 
 

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ZENIT Staff

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