CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 14 junio 2009 (ZENIT.org).- La Eucaristía, explica Benedicto XVI, es el misterio del amor que todo lo transforma, y que por tanto, transforma una realidad tan simple como el pan para convertirse en presencia de Dios en la historia.
Esta fue la reflexión llena de esperanza que el pontífice propuso a los miles de fieles que se congregaron este domingo a mediodía, bajo un fuerte sol, en la plaza de San Pedro para participar en la oración mariana del Ángelus, en la solemnidad del Corpus Christi, día en el que tradicionalmente las comunidades católicas llevan en procesión la Eucaristía por las calles.
El Corpus Christi, dijo, hablando desde la ventana de su estudio, «es una manifestación de Dios, un testimonio de que Dios es amor».
«De manera única y peculiar –añadió–, esta fiesta nos habla del amor divino, de lo que es y de lo que hace –añadió–. Nos dice, por ejemplo, que regenera al entregarse a uno mismo, que se recibe al dar».
Según el Papa, «el amor todo lo transforma y, por tanto, se comprende que en el centro de esta fiesta del Corpus Christi se encuentra el misterio de la transubstanciación, signo de Jesús-Caridad, que transforma el mundo».
«Al contemplarle y adorarle, decimos: sí, el amor existe, y dado que existe, las cosas pueden cambiar para mejor y nosotros podemos esperar», afirmó.
«La esperanza que procede del amor de Cristo nos da la fuerza para vivir y afrontar las dificultades –aclaró–. Por ello, cantamos, mientras llevamos en procesión al Santísimo Sacramento; cantamos y alabamos a Dios que se ha revelado escondiéndose en el signo del pan partido».
«De este Pan todos tenemos necesidad –subrayó–, pues es largo y cansado el camino hacia la libertad, la justicia y la paz».
En Roma, Benedicto XVI celebró el Corpus Christi el jueves pasado, fiesta litúrgica original, presidiendo la misa al aire libre en la basílica de de San Juan de Letrán, y la procesión por la calle que lleva hasta la basílica de Santa María la Mayor.