El Papa presenta a Mongolia como ejemplo de libertad religiosa

Donde prácticamente no había un católico hace veinte años

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CIUDAD DEL VATICANO, viernes 29 de mayo de 2009 (ZENIT.org).- Benedicto XVI aplaudió este viernes la apertura del pueblo mongol a las demás religiones, lo que considera un ejemplo para toda la humanidad, al recibir este viernes las cartas credenciales del nuevo embajador de ese país ante la Santa Sede.

En el discurso que el pontífice entregó en inglés al señor Danzannorov Boldbaatar, reconoció que la actual constitución de Mongolia, donde el régimen comunista se derrumbó en 1990, reconoce la libertad religiosa como un «derecho fundamental».

Benedicto XVI se alegró por «la apertura del pueblo mongol, que guarda como un tesoro las tradiciones religiosas transmitidas de generación en generación, y que demuestra un profundo respeto respeto por las demás tradiciones».

«Las personas que practican la tolerancia religiosa tienen la obligación de compartir la sabiduría de esta doctrina con toda la familia humana de manera que todo hombre y mujer pueda percibir la belleza de la convivencia pacífica y encontrar la valentía para construir una sociedad que respeta la dignidad humana y observa el mandamiento divino de amar a su prójimo», escribió el Papa.

Benedicto XVI constató que las buenas relaciones entre Mongolia y la Santa Sede son el fruto de esta tolerancia religiosa.

Y como «signo particular» citó «la dedicación de la catedral de los santos Pedro y Pablo, en julio de 2002», con motivo del décimo aniversario del establecimiento de relaciones diplomáticas entre Mongolia y la Santa Sede.

«Deseo expresar personalmente mi profundo reconocimiento por todo lo que vuestro gobierno y autoridades civiles han hecho para que esto pudiera realizarse», afirmó el Papa.

Mongolia, país de tres millones de habitantes, en su mayoría budistas tibetanos, cuenta con pocos centenares de católicos, cuyas pequeñísimas comunidades han nacido tras la caída del régimen comunista.

Los primeros misioneros llegaron en 1992, cuando la Santa Sede entabló relaciones diplomáticas con el país, un belga y dos filipinos. En el país en ese momento prácticamente nadie había oído hablar de Jesús.

Hoy la Iglesia en el país cuenta con un obispo, monseñor Wenceslao Padilla, de la Congregación del Corazón Inmaculado de María, prefecto apostólico de Ulán Bator, que guía a una pequeña comunidad católica surgida desde entonces. Cada año recibe unos 100 bautismos.

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ZENIT Staff

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