ROMA, jueves, 14 de mayo de 2009 (ZENIT.org).- La película «Ángeles y Demonios», a pesar de sus increíbles errores basados en la novela de Dan Brown, muestra el enorme interés que suscita la Iglesia católica, considera un sacerdote que ha llevado uno de los blogs más populares sobre «Da Vinci Code».
El padre John Wauck, de la prelatura del Opus Dei, nacido en Chicago, profesor de literatura y comunicación de la fe en la Universidad Pontificia de la Santa Cruz, en Roma, estudió historia de la literatura en la Universidad de Harvard.
En esta entrevista concedida a ZENIT constata un dato irrefutable sobre este interés por la Iglesia: nunca ha habido tantos peregrinos en Roma como en estos últimos años.
–¿No piensa que Dan Brown tiene una especie de fijación con la Iglesia?
–Padre Wauck: A veces me pregunto qué haría Dan Brown sin la Iglesia católica. Casi todo lo que de interés hay en sus novelas tiene relación con el catolicismo. Desde luego, no son sus personajes de cartón, ni los diálogos ortopédicos, los que atraen a la gente. Esto explica que el principal efecto del Código Da Vinci no fuera un descenso en la práctica o en las creencias religiosas, sino más bien un claro aumento del turismo a Roma… y al Louvre.
La fórmula de Dan Brown para vender libros es ofrecer un cóctel de historia, arte, religión y misterio; y parece que hay un único lugar en el mundo actual donde es capaz de encontrar juntas todas esas cosas: en Roma, en la Iglesia católica.
Si la historia, la belleza y los misterios sagrados te atraen, también te ha de atraer la Iglesia. Si te pones en la plaza de San Pedro, en Roma, en pocos metros a la redonda tienes una necrópolis romana, un obelisco egipcio traído a Roma por Calígula, la tumba de san Pedro, el lugar del atentado a su sucesor Juan Pablo II, la bóveda de la Capilla Sixtina y la Pietà de Miguel Ángel, las Estancias de Rafael, la columnata de Bernini, la mayor basílica del mundo y peregrinos procedentes de todo el planeta. Y no se trata de un museo. Es una realidad viva que nos pone en contacto directo con 20 siglos de historia, desde la antigüedad hasta nuestros días. ¿Qué más puede pedir un novelista como Dan Brown? Ciertamente es difícil encontrar algo semejante en la América suburbana, donde vive la mayoría de sus lectores.
Es decir, si Dan Brown parece fascinado por la Iglesia, hay que reconocer que no es el único: en Roma hay ahora más peregrinos que nunca. Vienen a ver la ciudad y a oír a Benedicto XVI. Y su interés no es mera curiosidad. Este año, en Pascua, 150.000 adultos han sido recibidos en la Iglesia católica en mi país, Estados Unidos.
–¿Le parece que la decisión del Vaticano de no permitir filmar en las Iglesias de Roma representa un trato desfavorable hacia los productores?
–Padre Wauck: Vivo en Roma desde hace 14 años, y nunca he visto a un equipo de filmación de Hollywood en una iglesia. Como regla general, no se filman películas comerciales, sean o no piadosas, en las iglesias de Roma. No se podría filmar ni siquiera «Los diez mandamientos». Naturalmente, no había por qué hacer una excepción con «Ángeles y Demonios». El trato que recibió esta película es el mismo que se da a cualquier otra. Lo demás son historietas del departamento de marketing de la película.
–«Ángeles y Demonios» presupone una hostilidad natural entre la fe cristiana y la ciencia moderna. ¿Qué opina sobre esto?
–Padre Wauck: Es relativamente fácil advertir que gran parte del mejor arte del mundo occidental –música, pintura, literatura, arquitectura– es producto de una cultura cristiana: ha sido inspirado a menudo por la fe, cuando no directamente encargado por la Iglesia. Esto parece obvio. Pues bien, algo similar sucede con la ciencia, sólo que resulta más difícil de darse cuenta.
Piense, por ejemplo, en las universidades, que son un invento de la Iglesia. Piense en Copérnico, que era un clérigo católico y que dedicó su libro sobre el heliocentrismo al Papa. El calendario que usamos es el llamado calendario gregoriano, pues fue promulgado por un Papa, Gregorio XIII, que puso a trabajar a los astrónomos y matemáticos más destacados de su tiempo. El mismo Galileo fue siempre un católico devoto, y sus dos hijas fueron monjas. Uno de los mayores astrónomos italianos del siglo XIX fue un sacerdote jesuita, Angelo Secchi. El padre de la genética moderna, Gregor Mendel, era un monje católico. El autor de la teoría del «Big Bang» fue un sacerdote belga, Georges Lemaitre.
En definitiva, la idea de que hay una cierta tensión natural entre la ciencia y la Iglesia, entre la razón y la fe, no tiene sentido. Hoy la gente, cuando oye hablar de «ciencia» e «Iglesia», piensa en seguida en el proceso a Galileo en el siglo XVII. Pero una percepción más amplia de las cosas obliga a ver ese caso tan complicado –frecuentemente distorsionado por una cierta propaganda anti-católica– como una manifiesta excepción. Si los críticos de la Iglesia lo sacan siempre a colación es por un motivo: porque es el único que pueden aducir. O sea, cuando oímos hablar de «ciencia» e «Iglesia» deberíamos pensar en Copérnico, Secchi, Mendel y Lemaitre: son esos los casos representativos. No lo es, en cambio, el proceso a Galileo.
–¿Hay algún aspecto del libro que le haya parecido interesante?
–Padre Wauck: Sí. Hay un pasaje de la novela en que el héroe, el profesor Langdon de la Universidad de Harvard, se encuentra frente a la basílica de San Pedro, y los pensamientos que pueblan su mente en ese momento –en la novela, él es la voz de la autoridad científica– suenan realmente a anuncio del catolicismo. Uno casi cree estar leyendo el Catecismo de la Iglesia Católica, en vez de la novela de Dan Brown. El pasaje es éste: «Pedro es la piedra. La fe de Pedro en Dios fue tan firme que Jesús le llamó ‘la piedra’, el discípulo inconmovible sobre cuyos hombros Jesús construiría su Iglesia. En este lugar, pensó Langdon, en la colina del Vaticano, Pedro había sido crucificado y enterrado. Los primeros cristianos construyeron un pequeño santuario sobre su tumba. A medida que el cristianismo se extendió, el santuario creció, paso a paso, hasta convertirse en esta basílica colosal. Toda la fe católica había sido levantada, literalmente, sobre San Pedro. La piedra». («Ángeles y Demonios», cap. 118).
No da para un cartel publicitario gigante en Times Square, pero no está mal.
–¿No cree que con esta entrevista estamos dando publicidad gratis a la película?
–Padre Wauck: ¿Quién está haciendo publicidad a quién? Ésta es la cuestión. Posiblemente hay publicidad en las dos direcciones, pero si consideramos el tiempo, las energías y los millones de dólares empleados en la producción y promoción de esta película, yo diría que nosotros nos llevamos la mejor parte. Es decir, que quizá Dios está sirviéndose de Hollywood para atraer la atención de algunos sobre las riquezas de la fe y la cultura católicas.
Dicho esto, debo añadir que no tengo intención de gastar mi tiempo y mi dinero en ver esta película. Las reseñas de la película «El Código Da Vinci», hecha por el mismo equipo, fueron suficientemente sarcásticas como para poder ahorrarse la visión de ésta.
Por Jesús Colina