MADRID, lunes, 11 mayo 2009 (ZENIT.org).-Unas 250.000 familias, en España reciben todos los meses una visita singular, con un mensaje de solidaridad y trascendencia del que hacen partícipes a familia, vecinos, amigos e invitados. El hecho se repite en unos 50 países del mundo. En algunos de forma muy floreciente, como en Estados Unidos, México, Camerún o Francia.
Y la repetida experiencia sigue abriéndose nuevos caminos por lejanos territorios, como, últimamente, en Ucrania y Siberia.
Esta labor silenciosa es el objetivo de una asociación, fundamentalmente evangelizadora, que está cumpliendo estos días el primer centenario de su constitución oficial.
Todo nació por una revelación recibida por santa Catalina Labouré, hija de la Caridad. En noviembre de 1830, estando en oración, recibió de la misma Virgen María el encargo de extender el mensaje del evangelio especialmente a las personas de corazón sencillo. El mandato se repitió varias veces después.
Contra viento y marea y desde un puesto, tan poco «eficaz» como el de un asilo de ancianos pobres en que estaba trabajando, se dedica a cumplir el encargo. Trata de convencer a quienes la rodean de que existe un mensaje de salvación, que se resume en un icono de fácil interpretación, una sencilla medalla.
El mensaje va calando, y en 1832, durante una epidemia de cólera que deja en París veinte mil muertos, la gente aprende a pedir ese auxilio que se hace real y se palpa en numerosas ocasiones.
Por este motivo, la medalla de la Virgen acaba siendo la medalla «milagrosa», y la imagen allí representada será la Virgen «Milagrosa». Aunque, en realidad, el verdadero milagro que producía la medalla y la imagen era el de acercar los corazones al mensaje salvador de Jesús de Nazaret.
Se acuñaron muchas medallas, que eran solicitadas desde todos los niveles de la sociedad. Se calcula que ya en ese año de 1832, dos después de la primera aparición, se habían acuñado y distribuido en París unas dos mil medallas, a las que la gente pronto empezó a llamar «milagrosas».
A partir de ese momento el crecimiento es impresionante: en 1835 se calculaban más de un millón de medallas y cuatro años después, unos diez millones por todo el mundo.
Hoy, la centenaria Asociación de la Medalla Milagrosa -fue aprobada en 1909 por otro santo, san Pío X- sigue extendiéndose preferentemente por las zonas humildes de la sociedad.
Se siente el espíritu de la familia vicenciana (unos cuatro millones de personas en el mundo: Hijas de la Caridad, Paúles, Juventudes Marianas Vicencianas, Misioneros Seglares Vicencianos, Asociación Internacional de Caridades, Conferencias de San Vicente de Paúl, etc, que viven su espíritu de servicio, ya sea en los desarrollados países industralizados como los que están en vías de desarrollo.
Son numerosos los proyectos que se llevan a cabo en el mundo. Desde España, en concreto, la Asociación está sosteniendo la promoción de la mujer africana en la zona de Chalukuane, en Mozambique, con objeto de evitar la prostitución como único camino de salida para las jóvenes, evitando así, en raíz, el problema del sida. Son educadas en hospitales que llevan las Hijas de la Caridad, para promoverlas a un estatus digno en la vida.
Otro de los proyectos lo gestionan en Guatemala, en San Miguel Tucurú, promocionando a jóvenes de la etnia Q’ueqchi-Pocon, de zonas donde no se habla más que un dialecto local, que no les permite el acceso a un mundo más amplio. Otro grupo de Hijas de la Caridad, con una escuela para estas jóvenes, las prepara para abrirse paso en la vida.
Trabajan también para promocionar a los niños de la calle de Angola, y en otros países como Cuba, Perú o Camerún
En total, cada año, desde la Asociación de España, suelen salir entre 60 y 70.000 euros para estos proyectos. Todo recogido humildemente entre gente sencilla, por medio de la Visita de la capilla de la Virgen a los hogares.
Estos miembros de la Asociación en España están integrados (según estadísticas de octubre de 2008) en 444 asociaciones extendidas en casi todas las Diócesis de España, con un total de 33.897 socios. El número de hogares a los que se lleva una vez al mes el mensaje evangelizador por medio de la Visita Domiciliaria de la Virgen es 249.518.
Este domingo 10 de mayo, en la Basílica de la Milagrosa de Madrid, se celebró una Eucaristía (retransmitida por TVE en su programa «El día del Señor» y por TVE Internacional) para dar gracias por la aprobación y por estos cien años de vida.
La celebración fue presidida por el cardenal Antonio María Rouco, arzobispo de Madrid y presidente de la Conferencia Episcopal Española, y el director general de la Asociación, el norteamericano padre Gregory G. Gay, superior general de los Padres Paúles y de las Hijas de la Caridad. La celebración estuvo presidida por la imagen de la Virgen Milagrosa que se conserva en la parroquia de San Ginés de Madrid, y que está conceptuada como la más antigua de España y probablemente del mundo.
Y, en noviembre, se celebrará un Encuentro Mundial en París, con un acto en el lugar mismo en que la Virgen comunicó su mensaje a santa Catalina Labouré.
Las Hijas de la Caridad recibieron en 2005 el premio Príncipe de Asturias de la Concordia, porque, afirmaba la Fundación que otorga el Premio, su espíritu «se fundamenta en la práctica de las virtudes de humildad, sencillez y caridad, añadidas a las del respeto, compasión y cordialidad para servir a los pobres con verdadera devoción. Comprometen su vida en la atención a los olvidados, enfermos y marginados de todo el mundo. Realizan una extensa labor humanitaria y social al tiempo que trabajan en favor de la justicia, la paz y la solidaridad».
Cien años de la Asociación de la Medalla Milagrosa
Una labor silenciosa de evangelización en los hogares