LIMA, miércoles 5 de noviembre de 2008 (ZENIT.org).- «La Iglesia en América Latina y el Caribe debe ponerse en estado permanente de misión», así lo afirma monseñor Héctor Miguel Cabrejos Vidarte, arzobispo de Trujillo (Perú) y presidente de la Conferencia Episcopal Peruana, en una entrevista publicada por la edición de L’Osservatore Romano de este miércoles.
Esta nueva evangelización lanzada en todo el continente, explicó el prelado, debe ir acompañada de la promoción humana, especialmente ante la gravedad de los problemas que aquejan en general a las sociedades latinoamericanas.
Entre estos, monseñor Cabrejos citó, refiriéndose en particular a su país, Perú, la existencia de «estructuras económicas marginantes, violencia, conflictos, corrupción, pobrezas estructurales aceptadas como inmodificables, así como el gravísimo problema de la droga».
Se refirió también a la «extensión de una mentalidad y una praxis contra la vida, en especial la vida naciente, con grupos de presión que alimentan la difusión de pseudoculturas eugenésicas», además de «una ideología de la muerte» que aboga por «instaurar la práctica de la eutanasia».
Por otro lado, aludió a la crisis de la familia: «la institución familiar, el matrimonio, parecen vacilar, zarandeados por vientos ideológicos disgregadores»; y a la emigración, tanto interna como externa, con los fenómenos asociados de aumento de brotes de xenofobia y delincuencia.
«En este escenario, la Iglesia está llamada a un anuncio de la verdad y la esperanza más claro y valiente. La Iglesia en América Latina y el Caribe debe ponerse en estado permanente de misión, basándose en el principio de comunión y audacia misionera», añadió.
Esta misión evangelizadora requiere, sobre todo, el «testimonio coherente» de los cristianos, especialmente de los propios obispos.
«Los pastores debemos, aun en nuestras limitaciones, en nuestras defecciones, ‘encarnar’ la palabra de Dios», añadió, «con el ejemplo coherente de una vida que responde a la vocación, con la oración, con el entregarse a la gente sin cálculos, escuchando el lamento, muchas veces el grito, de las muchas aflicciones del hombre contemporáneo».
Recuperar la razón
Respecto a la urgencia de responder a las angustias del hombre contemporáneo, el prelado subrayó que el mayor deber de la Iglesia actualmente es el de «mostrar que el Evangelio no está en contraste con la esfera racional del hombre».
«Al contrario, se trata de mostrar que es posible ofrecer, a partir del Evangelio, respuestas que respondan a las preguntas sobre el sentido y las múltiples cuestiones emergentes de distintos sectores de la sociedad».
Es necesario, explicó, «dilatar la racionalidad afrontando con claridad la cuestión antropológica para intentar promover una educación global de la persona», tarea «difícil a causa de las solicitudes negativas, muchas veces artificiosas, trasmitidas por los medios de comunicación».
«Se trata de reafirmar a la persona en su insuprimible vocación a la trascendencia, como ser dotado de una racionalidad tanto horizontal como vertical, que no se reduzca a una sola dimensión».
Monseñor Cabrejos explicó al respecto que, como quedó claro en Aparecida, la misión continental actualmente en marcha «debe realizar una especial penetración en los sectores culturales, sociales y prepolíticos que marcan nuestra sociedad gobalizada».
«No podemos pensar en una Iglesia confinada en la sacristía. Somos atacados constantemente, pero no podemos estar simplemente a la defensiva», aclaró. «Además los pastores tenemos más libertad, porque a diferencia de los políticos, no estamos buscando votos».
Es necesario «incidir en la opinión pública, y esto implica una presencia creativa, un testimonio claro de fe, conscientes de que la Iglesia es ‘experta en humanidad’ y que sabe responder a las expectativas de justicia y de caridad del hombre de hoy», añadió.
Colaboración con Europa
El presidente del episcopado peruano, que es también miembro del departamento «Misión y espiritualidad» de la Comisión episcopal para América Latina (CELAM) y del Consejo Pontificio para América Latina, explicó que para los obispos americanos es «de primaria importancia» la colaboración con sus homólogos europeos.
«En muchos casos, afrontamos inconvenientes y dificultades por los que la solidaridad puede revelarse particularmente significativa», explicó. Se trata, según el prelado, de «globalizar la solidaridad».
«La reciprocidad en la solidaridad enriquece a todos y constituye un ejemplo fuerte en una sociedad cada vez más cerrada en el individualismo, en el egoísmo, en el que las personas, las familias, las comunidades son casi siempre indiferentes a las necesidades de los más marginados».
Por Inma Álvarez