Es posible superar el hambre si se pone a la persona en el centro, asegura el Papa

Su verdadera causa es la cerrazón ante los demás, explica a la cumbre de la FAO

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CIUDAD DEL VATICANO, martes 3 de junio de 2008 (ZENIT.org).- Si se pone a la persona y sus derechos en el centro de las estrategias nacionales e internacionales, es posible superar el flagelo del hambre, asegura Benedicto XVI.

De hecho, su causa principal es la cerrazón ante los demás, según explica en un mensaje enviado a la Conferencia de jefes de Estado y de otros representantes nacionales sobre «La seguridad alimentaria mundial: los retos del cambio climático y la bioenergía«, que se celebra del 3 al 5 de junio en la sede del Fondo de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), en Roma.

«Si se hiciera valer el respeto de la dignidad humana en la mesa de las negociaciones, de las decisiones y de su aplicación, podrían superarse obstáculos que de otro modo son insuperables y se eliminaría, o al menos disminuiría, el desinterés por el bien de los demás», afirma el pontífice.

En su mensaje, leído en el encuentro por el cardenal Tarcisio Bertone, secretario de Estado, el Papa afronta la crisis mundial de la alimentación, provocada por el aumento de los precios de los productos agrícolas.

«La creciente globalización de los mercados no siempre favorece la disponibilidad de alimentos y los sistema productivos con frecuencia están condicionados por límites estructurales, así como por políticas proteccionistas y fenómenos especulativos que dejan a poblaciones enteras al margen de los procesos de desarrollo», denuncia el Papa.

A la luz de esta situación, «es necesario confirmar con fuerza que el hambre y la malnutrición son inaceptables en un mundo que, en realidad, dispone de niveles de producción, de recursos y de conocimientos suficientes para acabar con estos dramas y con sus consecuencias».

En su mensaje, el obispo de Roma pide que se elaboren «nuevas estrategias de lucha contra la pobreza y de promoción del desarrollo rural».

En particular, pide valorar las capacidades de los pequeños agricultores, garantizando su acceso al mercado.

«Se trata de un camino que no es ciertamente fácil, pero que permitiría, entre otras cosas, redescubrir el valor de la familia rural: ésta no se limita a preservar la transmisión, de los padres a los hijos, de los sistemas de cultivo, de conservación y de distribución de los alimentos, sino que es sobre todo un modelo de vida, de educación, de cultura y de religiosidad», asegura.

Además, desde el punto de vista económico, sigue diciendo, «asegura una atención eficaz y amorosa a los más débiles y, en virtud del principio de subsidiariedad, puede asumir un papel directo en la cadena de distribución y comercialización de los productos agrícolas destinados a la alimentación, reduciendo los costes de intermediación y favoreciendo la producción a pequeña escala».

«Sólo la tutela de la persona, pues, permite combatir la causa principal del hambre, es decir, esa cerrazón del ser humano hacia sus semejantes que disuelve la solidaridad, justifica los modelos de vida consumista y disgrega el tejido social, preservando e incluso llegando a aumentar el surco de injustos desequilibrios, dejando a un lado las exigencias más profundas del bien», indica.

Al desear éxito a la cumbre de la FAO, el Papa pide no rendirse ante «el hambre y la malnutrición, como si se tratara simplemente de fenómenos endémicos y sin solución» y asegura: «¡La Iglesia católica, por su parte, desea unirse a este esfuerzo!».

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ZENIT Staff

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