BRESCIA, 25 noviembre 2001 (ZENIT.org–Avvenire).- Monseñor Cesare Mazzolari, misionero comboniano, obispo de Rumbek, diócesis del sur de Sudán, martirizada por los ataques del Gobierno islámico de Jartum, acusa al régimen de Sudán de apoyar al terrorismo.
Ha estado en Brescia (Italia) para recibir un premio que le permitirá reconstruir el hospital de Mapourdit.
–Cuál es la relación entre Osama Bin Laden, el régimen de Jartum y la situación actual del país?
–Monseñor Mazzolari: Bin Laden estuvo en Sudán de 1991 al 1996. Hicieron que se fuera por conveniencia, tras un atentado al presidente egipcio Hosni Mubarak. Podían entregarlo a Bill Clinton pero no lo hicieron. Aquí Ben Laden tenía trabajadores para fabricar armas químicas. Todavía están sus agentes que administran grandes propiedades agrícolas. Tras el 11 de septiembre Jartum se apresuró a condenar el terrorismo. La ONU ha levantado las sanciones. Y también Washington, que después ha decidido restablecerlas por un año.
La verdad es que tras el 11 de septiembre la guerra terrorista de Jartum contra los pueblos del sur de Sudán sigue y se ha intensificado. Las bombas golpean a escuelas, hospitales, iglesias, casas. El éxodo forzado de los civiles de las zonas del petróleo es incesante. Entre las zonas más golpeadas últimamente están las de Bentiu, 290.000 desalojados, y de Raja. En toda mi diócesis tengo entre 500 mil y 800 mil desplazados.
Desde hace años, Jartum desestabiliza toda la región. Sus aviones Mig y Antonov los tiene en Kinshasa, la capital de la República Democrática del Congo. Desde allí salen para bombardear el sur de Sudán. Además el régimen apoya a los movimientos de lucha armada en Uganda, como el Lord Resistence Army. Y luego está el capítulo Ben Laden y Al Qaeda, sus actividades, los canales financieros que implican a Occidente…
–¿Sudán podría ser un próximo objetivo de la guerra contra el terrorismo? Moscú, que vende helicópteros a Jartum, y el petróleo sudanés, que sigue atrayendo a empresas de todo el mundo, podrían hacer que el terrorismo tiene cómplices indirectos…
–Monseñor Mazzolari: En todo caso, no tenemos necesidad de otra guerra. Para devolver paz y justicia a Sudán hace falta política y diplomacia. Actuar aquí como se ha hecho en Afganistán sería una tragedia, abriría sólo otro frente. Y, como en Afganistán, quien pagaría el precio más alto serían los inocentes. Sería mejor que hubieran usado en favor de los pobres un poco de los miles de millones de dólares que gastan en armas tecnológicas… ¡Con la hipocresía de lanzar juntas bombas y ayudas humanitarias!
–¿Qué hacer entonces?
–Monseñor Mazzolari: Tras el 11 de septiembre, Estados Unidos pide la ayuda del mundo contra el terrorismo. Bien, lo pedimos también nosotros, obispos católicos y protestantes de las Iglesias, en nombre de la gente del Sur de Sudán. Pero una lucha al terrorismo global, no sólo al que molesta a Estados Unidos. Con el valor de ir a las raíces de la injusticia, de la pobreza, de los sufrimientos de los pueblos. Así, quizá, de la tragedia del 11 de septiembre podrá nacer un poco de bien. Para todos.
–Volvamos a Sudán. ¿Qué piden las Iglesias?
–Monseñor Mazzolari: No a las armas, sí a las sanciones. Detención inmediata de la extracción de petróleo, que alimenta sólo los arsenales de Jartum. Hace falta un control internacional para vigilar el respeto de los derechos humanos, el fin de la esclavitud y de las violencias contra los civiles. Hace falta un referéndum para que los pueblos del sur puedan decidir su destino. Hay que relanzar la iniciativa política. Pero en este dominio Washington corre el riesgo de cometer un grave error: en el papel de mediadores entre Jartum y el Sur está legitimando a Egipto y Libia, en detrimento del IGAD (que asocia a Kenia, Uganda, Etiopía y Eritrea). Así haremos de Sudán la nueva Arabia Saudita. Nuestro llamamiento se dirige a la ONU, a EE.UU, a Europa. Esperamos que finalmente nos escuchen.