CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 9 marzo 2008, (ZENIT.org).- Tras las tensiones de la última semana entre países de América Latina, que han provocado serias preocupaciones para la estabilidad y la paz en ese continente, el portavoz vaticano ha pedido buscar soluciones negociadas.
El padre Federico Lombardi, S.I., director de la Oficina de Información de la Santa Sede, ha analizado esta crisis en el editorial del último número de «Octava Dies», semanario del Centro Televisivo Vaticano del que también es director.
«Las graves tensiones de los últimos días entre Colombia, Ecuador y Venezuela han llamado bruscamente nuestra atención ante los riesgos para la paz en el continente americano», comienza diciendo.
«Riesgos serios y concretos, pues se pasa de las palabras a los hechos, con el uso de las armas y movimientos de tropas –añade padre Lombardi–. Además, la crisis puede ampliarse y convertirse en regional, como lo demuestra la ruptura de las relaciones diplomáticas entre Nicaragua y Colombia en días pasados»·.
«Nada se pierde con la paz, todo puede perderse con la guerra», recuerda el portavoz, repitiendo el mensaje incansable de los Papas ante situaciones de conflicto.
«Los conflictos alimentan el odio, la irracionalidad de los nacionalismos y edifican barreras y divisiones profundas, provocan muerte y absurdos sufrimientos para muchísimos inocentes».
«Si bien nos damos cuenta de la complejidad de la situación y de los intereses involucrados, es necesario buscar las soluciones por los caminos de la negociación y de las mediaciones diplomáticas».
«Por suerte –reconoce–, las últimas noticias abren perspectivas a la pacificación y a la esperanza. Pero la auténtica paz siempre es fruto de un trabajo paciente y profundo».
Con razón, señala, «los episcopados de los países involucrados alzan la voz a favor de la paz, y los presientes de las conferencias episcopales de la región hacen un llamamiento unidos al compromiso de todos, comenzando por los gobernantes, para favorecer soluciones razonables y pacíficas de las controversias».
«Es de esperar –confiesa el sacerdote– que estas voces sean escuchadas en un continente en el que la tradición cristiana es antigua y profunda, en el que los pueblos se consideran justamente hermanos por muchos vínculos».
«A ellos se les une la solidaridad espiritual y la oración de toda la Iglesia, que tiene entre sus aspiraciones más elevadas e intensas la paz entre los pueblos», concluye.