«El 11 de septiembre demuestra que la tecnología nos puede traicionar»

Habla el benedictino Stanley L. Jaki, historiador de la ciencia

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ROMA, 27 noviembre 2001 (ZENIT.orgAvvenire).- «El derrumbe de las Torres Gemelas es la trágica demostración de que la matemática y la ingeniería son inexorablemente neutrales». Es la reflexión de Stanley L. Jaki, benedictino y profesor de Historia y Filosofía de la Ciencia en la Seton Hall University, South Orange (EE.UU.), que se encuentra en Roma para participar en un congreso de la Academia Pontificia de las Ciencias sobre ciencia y educación.

–Desde su experiencia de científico, ¿cómo vivió el 11 de septiembre?

–Stanley L. Jaki: La destrucción de las torres gemelas fue algo horrible pero el mundo occidental va hacia una catástrofe todavía más grave, si se deja encantar demasiado por la tecnología científica. Es decir por el extraordinario poder de dominar los aspectos cuantitativos de las cosas. Si llegamos a pensar que, gracias al poder «cuantitativo», es posible controlar también lo que no es «cuantitativo», nos alejaremos totalmente de los valores más importantes de la vida humana.

–En resumen, ¿piensa que el 11 de septiembre nos «traicionó» la tecnología?

–Stanley L. Jaki: Los terroristas que derrumbaron las torres de Nueva York han usado los últimos resultados de la tecnología. He leído el informe de los ingenieros expertos de estructura de rascacielos. Si los terroristas no hubieran golpeado las torres en el piso ochenta sino en el noventa o en un más elevado, no se habría producido el colapso. Las golpearon en el punto estructuralmente más débil. Coincidencia o no, este es el hecho.

–¿Qué se puede deducir? ¿Que también en esto hay una responsabilidad de la ciencia?

–Stanley L. Jaki: La tecnología no es vulnerable o invulnerable. Es precisa o imprecisa. No es buena o mala desde el punto de vista moral.

–¿Los científicos lo saben?

–Stanley L. Jaki: ¿Sabe lo que declaró John Robert Oppenheimer, el director del Proyecto Manhattan? «Cuando ya estás a un paso de una empresa científica tecnológicamente a tu alcance, sigues adelante y sólo tras el éxito técnico te preocupas del resto». La mayor parte de los científicos no quiere saber nada de los límites del criterio cuantitativo. Incluso la mayor parte de los teólogos no sabe nada de eso.

–¿Hay una tendencia a dejar a un lado este razonamiento?

–Stanley L. Jaki: Es una cuestión que puede ser comprendida inmediatamente. Y sin embargo sobre ella se podrían escribir montañas de libros sin que la gente la comprenda.

–¿Se ha preguntado si el terrorismo y la guerra no desvían atención y dinero de la investigación que trae bienestar y progreso?

–Stanley L. Jaki: Pero ciencia y tecnología no pueden automáticamente asegurar ni el progreso ni la estabilidad del mundo. Demasiado a menudo se trata de recurrir a la guerra. ¿Cree que todavía hay gente que pueda creer que la ciencia pueda por sí sola producir estabilidad y progreso? Ciencia y tecnología pueden sólo asegurar al género humano los medios necesarios para hacer ciertas cosas. Pero no proporcionan ni los fines, ni la determinación, ni la buena voluntad. Todo esto supera las preocupaciones de la ciencia.

–Pero una parte de los científicos habla abiertamente a una búsqueda interior…

–Stanley L. Jaki: Tomemos la teoría de la relatividad. Es una representación absolutamente matemática, cuantitativa. Pero en nombre de la teoría de la relatividad ha sido predicado un evangelio según el cual todo es relativo. Y esta se ha convertido en la única verdad absoluta.

–En la enseñanza, qué método hay que introducir para que los jóvenes aprendan a amar la ciencia y a usarla para la humanidad y no contra?

–Stanley L. Jaki: Antes que nada, en las escuelas hace falta disciplina; si no la ciencia no podrá nunca entrar seriamente. Luego hacen falta profesores convencidos de que existe una diferencia entre el mal y el bien. Debemos curar a la enseñanza de esta enfermedad universal: la persuasión de que haya sólo actitudes diferentes y que sean todas, invariablemente, buenas y aceptables. Hoy los principios generales vigentes en Occidente absuelven cualquier comportamiento: pero esto puede llevar al fracaso de la sociedad moderna. El 65% de los chicos de color y el 35% de los chicos blancos son educados sin un padre. Es un riesgo mucho mayor que las bombas nucleares de 50 kilos encerradas en una maleta.

–¿Se le ocurren remedios para esta situación?

–Stanley L. Jaki: El hombre aprende sólo estrellándose con sus errores. Espero que la tragedia de las torres gemelas sirva para despertar al mundo occidental. Más que de los fundamentalistas musulmanes deberíamos preocuparnos de los fundamentos de la cultura occidental que se derrumban. Se ha convertido en una civilización que ha dejado a un lado la cultura. La palabra cultura está íntimamente ligada al culto, es decir a la religión. Y el Occidente de hoy no tiene y no quiere religión, revelación.

–¿Habla el científico o el padre benedictino?

–Stanley L. Jaki: Hablan los dos. Cuando un científico afronta un argumento, empleando sólo algún dato científico, en realidad habla como filósofo. Quien no puede usar una aproximación cuantitativa, se convierte ipso facto en un filósofo. Cuando pronuncias la palabra «ser» eres de hecho un metafísico.

–¿La ciencia está condenada a ser cuantitativa?

–Stanley L. Jaki: No está condenada, esa es su naturaleza distintiva, su método. Y cuanto más una rama de la ciencia resulta «cuantitativa», más merece el reconocimiento de ciencia propiamente dicha. La química, la física, la astronomía, son ciencias exactas. Está por serlo la biología, gracias a la microbiología. La sociología y la psicología no lo son para nada; pueden convertirse en discursos racionales, no ciencias.

–A menudo la sociedad se dirige a la ciencia para pedirle consejos de todo tipo.

–Stanley L. Jaki: Es un error acercarse a los científicos para tener respuestas éticas, filosóficas, sociológicas. Aunque sean físicos, sin haber hecho ni siquiera un curso de epistemología o de moral, pretenden dar conferencias en esta materia.

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ZENIT Staff

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