SYDNEY, viernes, 15 febrero 2008 (ZENIT.org).- El Camino Neocatecumenal espera que al menos 24.000 peregrinos internacionales acudan a Australia para la Jornada Mundial de la Juventud en julio. Y aunque anticipan que estos jóvenes se sentirán impactados por sus experiencias aquí, la comunidad tratará de que los jóvenes visitantes sean verdaderamente testigos para el que los acoge.
Habiendo enviado grandes delegaciones de peregrinos a cada jornada de la juventud internacional desde la primera en Roma, en 1986, esta realidad eclesial puede atribuirse una sólida experticia en la que está por venir.
Líder de la rama australiana de la comunidad, Toto Piccolo declaró a Zenit: «Hemos aprendido a prepararnos para los imprevistos haciendo una serie de prácticas».
Por ello el año pasado la comunidad formó dos grupos de peregrinos australianos de prueba separados para descubrir el impacto desde varios ángulos: financiero, emocional y espiritual.
«Coordinamos grupos de 80 jóvenes a la vez para viajar desde las ciudades principales alrededor de Australia en un autobús», explica Piccolo.
«Aparte de observar el coste, el objetivo era considerar el impacto en el grupo de jóvenes así como su efecto en las comunidades por las que pasaban», añade.
Esta última parte resultó significativa porque muchas ciudades de zonas rurales de Australia no sabían cómo presentar el concepto de Jornada Mundial de la Juventud o la fe de la gente joven en su región.
El equipo del Camino Neocatecumenal para la Jornada Mundial de la Juventud incluye al padre Tony Trafford, que quedó impresionado de lo emocionados que se sentían los jóvenes cuando comprobaban cómo su fe podía iluminar a las parroquias y comunidades que encontraron en el camino.
«La gente se sorprendió de encontrar a jóvenes católicos felices –dijo–. Pero esta respuesta también anima el deseo de fe entre los mismos jóvenes peregrinos, de manera que es una situación en la que todos ganan».
Y es ciertamente coherente con el tema de la Jornada Mundial de la Juventud, de los Hechos de los Apóstoles (1, 8), «Seréis mis testigos… hasta el confín de la tierra».
También se hace eco del mandato del cardenal George Pell, arzobispo de la ciudad anfitriona de Sydney, que dijo a los jóvenes neocatecumenales reunidos en Bonn con motivo de la Jornada Mundial de la Juventud de 2005 en Alemania, cuando los invitó a Australia, lo mucho que les necesita Australia.
«No deberíamos subestimar el aspecto vocacional de tal llamada a asistir a la Jornada Mundial de la Juventud, señala Piccolo, quien sintió su primera llamada a ser misionero laico en Australia hace treinta años.
Italiano de nacimiento, añade: «hemos notado incluso, a través de nuestros viajes de prueba, cómo los jóvenes, cuando están juntos en los autobuses, todos con la misma orientación misionera, completada con un itinerario lleno de oración, empiezan a formar comunidades naturales de santos».
Y todo es posible con este entusiasmo y «santa energía», dice el padre Tafford: «Un grupo se sintió inspirado a reconstruir un santuario misionero de 1882 en Darwin que se había quedado en ruinas, pero ahora hay una parte cubierta con techo y un altar de manera que ya se puede decir misa allí».
«Otras seis chicas decidieron que podrían emplear las vacaciones de Navidad con las religiosas de la Madre Teresa prestando un servicio a la comunidad aborigen, y otros ocho chicos se sintieron inspirados a dedicar su tiempo de vacaciones a los jóvenes aborígenes de Alice Springs».
Esta es la clase de potencial para la misión que Toto Piccolo y sus colegas internacionales están convencidos que experimentarán todos los peregrinos y cada uno de quienes encuentren en sus vigilias aquí en Australia durante los días en las diócesis y en la misma Jornada Mundial de la Juventud.
«Si éstas son las gracias que pueden aflorar en nuestros pequeños grupos de prueba –dice–, ¡imagine lo que sucederá cuando llegue la Jornada Mundial de la Juventud!».
Por Catherine Smibert, traducido del inglés por Nieves San Martín