CIUDAD DEL VATICANO, martes, 8 mayo 2007 (ZENIT.org).- Ante los enormes desafíos que afronta Latinoamérica –la violencia, el narcotráfico, la desigualdad, el avance agresivo de las sectas…–, Benedicto XVI llega este miércoles a Brasil para que estas tierras sigan siendo el «continente de la esperanza», explica su mano derecha en la guía de la Santa Sede.
El cardenal Tarcisio Bertone, secretario de Estado, hizo en febrero un análisis de la situación en una reunión con todos los nuncios apostólicos presentes en América Latina y ahora expone los problemas que constataron, comenzando por «la violencia que afecta sobre todo a las grandes ciudades».
Otras plagas, según el purpurado, son «el narcotráfico que se hace cada vez más agresivo y potente; las desigualdades sociales que no se logran superar; el desempleo que sigue siendo muy preocupante; el deterioro de la educación que afecta a los más jóvenes; el déficit de democracia representativa y el avance del proselitismo de las sectas».
«Pero gracias a Dios América Latina no se define por estos aspectos que realmente parecen más bien deprimentes», añade en una entrevista concedida a Gianni Cardinale, en la revista mensual «30 Giorni».
«Desde un punto de vista civil, hay que reconocer que ya no existen, por suerte, esas feroces dictaduras militares que en las décadas pasadas ensangrentaron el continente», constata.
«Y después, desde un punto de visa eclesial, hay comunidades católicas vivas, hay un laicado católico maduro, sabiamente orientado por obispos locales, y está creciendo el número de los seminaristas y de los sacerdotes. No faltan, por tanto, motivos de esperanza», reconoce.
«Y el recurso mayor, junto a las riquezas naturales y la belleza del ambiente, es la tradición católica de los pueblos latinoamericanos que conserva todavía su fuerza», asegura el cardenal Bertone.
«Incluso los que no comparten nuestra fe saben que sin esta preciosa tradición, presente en la historia y en la cultura de los pueblos latinoamericanos, serían incomprensibles la conciencia de la dignidad, la sabiduría de vida, la pasión por la justicia y la esperanza contra toda esperanza que palpita en el corazón de su gente. Y la situación sería peor de lo que es», subraya.
Ante el avance de la sectas, Bertone afirma: «el abandono de la Iglesia por parte de muchos que van a buscar otras realidades en las que esperan satisfacer su búsqueda religiosa plantea serios interrogantes sobre la calidad de la evangelización, la educación en la fe y la edificación de sus comunidades».
Y ante las desigualdades que caracterizan a estos países, el purpurado asegura: «La Iglesia no se olvida de los pobres. No puede hacerlo. Iría contra su fundador».
«Este año se celebra el cuadragésimo aniversario de la encíclica “Populorum progressio” del Papa Pablo VI. Creo que es una afortunada coincidencia el que la Conferencia de Aparecida caiga precisamente en esta fecha», pues «la pobreza sigue siendo una plaga en América Latina».
En este contexto, en los últimos años, casi todas las elecciones políticas han sido vencidas por candidatos y partidos de izquierdas en América Latina, que según algunos provocarían sospechas en la Iglesia.
«Si los gobiernos de izquierdas hacen algo de izquierdas, perdone la redundancia, es decir, si se preocupan por favorecer a las clases humildes, por favorecer una más justa repartición de las tierras para que sean cultivadas más adecuadamente, si se preocupan por mejorar la asistencia sanitaria y el sistema educativo, si aplican políticas de empleo que saquen a los jóvenes del narcotráfico y frenen el fenómeno de la emigración…, en definitiva, si hacen todo esto, estos gobiernos sólo pueden recibir aplausos y también la colaboración de la Iglesia», indica.
«El problema –aclara– nace cuando estos gobiernos quieren hacer resurgir regímenes anacrónicos y dictatoriales o cuando abrazan ciertas corrientes culturales, apoyadas por poderes fuertes transnacionales y mediáticos, que propagan modelos de vida hostiles a la tradición cristiana y constituyen una amenaza para los derechos fundamentales de la persona y de la Iglesia».