CIUDAD DEL VATICANO, sábado, 6 enero 2007 (ZENIT.org).- Benedicto XVI invitó a los no cristianos a no tener miedo de Cristo al celebrar la solemnidad de la Epifanía, conocida en algunos países como «pequeña Navidad» o fiesta de los Reyes Magos.
En la era de la «globalización», «¿quién son los “magos” de hoy», se preguntó el Papa durante la homilía de la celebración eucarística que presidió en la Basílica de San Pedro del Vaticano.
Inspirándose en los mensajes finales del Concilio Vaticano II (8 de diciembre de 1965), el obispo de Roma vio en esas figuras de Oriente, que la Iglesia percibe como representantes del mundo que hay que evangelizar, a representantes actuales de los «gobernantes», de los «hombres de pensamiento y de ciencia» y de los líderes de las religiones no cristianas.
A estas personas, en particular a los líderes religiosos, el Santo Padre les invitó «a confrontarse con la luz de Cristo, que no vino a abolir sino a llevar a su cumplimiento lo que Dios ha escrito en la historia religiosas de las civilizaciones, especialmente en las “grandes almas” que han contribuido a edificar la humanidad con su sabiduría y sus ejemplos de virtud».
«Cristo es luz y la luz no puede oscurecer, sólo iluminar, aclarar, revelar», afirmó.
«Por tanto, ¡que nadie tenga miedo de Cristo y de su mensaje!», exhortó.
«Y, si en el curso de la historia, los cristianos, al ser hombres limitados y pecadores, en ocasiones han podido traicionarle con sus comportamientos, esto destaca todavía más que la luz es Cristo y que la Iglesia sólo la refleja permaneciendo unida a Él», aseguró.
Tras la misa, al rezar a mediodía el Ángelus con los peregrinos congregados en una soleada plaza de San Pedro, el pontífice explicó por qué es tan importante el acontecimiento de la adoración de los Magos, «probablemente jefes religiosos persas».
«Porque con él comenzó a realizarse la adhesión de los pueblos paganos a la fe en Cristo», respondió.
«Así como María, José y los pastores de Belén representan al pueblo de Israel que acogió al Señor, los magos son las primicias de los gentiles, llamados también a formar parte de la Iglesia, nuevo pueblo de Dios, que ya no se basa en la homogeneidad étnica, lingüística o cultural, sino únicamente en la fe común en Jesús, Hijo de Dios», aclaró.
«La Epifanía de Cristo es, al mismo tiempo, epifanía de la Iglesia, es decir, manifestación de su vocación y misión universal», concluyó.