Diagnosis prenatal: Selección de los no nacidos

Cuando aumenta la diagnosis prenatal suele seguir un aumento de abortos

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LONDRES, 22 noviembre 2003 (ZENIT.org).- El uso de la diagnosis de embriones para controlar los defectos a los bebés no nacidos de las mujeres embarazadas es cada vez más común. El propósito no es proporcionar cirugía correctiva o ayudar a la familia a hacer frente a posibles problemas. Casi siempre acaba en aborto.

La diagnosis puede hacerse a la vez que la fertilización in vitro, en cuyo caso la diagnosis genética de preimplantación (PGD) se usa para que los embriones «defectuosos» no se implanten. Existen otros métodos de diagnosis prenatal, cualquiera que sea la forma de concepción.

Se ha introducido recientemente en Gran Bretaña un nuevo método para diagnosticar el síndrome de Down y otros defectos, informaba el 18 de junio el diario de Londres Telegraph. La técnica, conocida como diagnosis aneuploide, ya se usa en Estados Unidos y otras partes de Europa. El Telegraph describía que el procedimiento «permite que los doctores eliminen los embriones con graves desórdenes cromosómicos».

Al usar este nuevo método, una mujer británica puede investigar el estado de su hijo no nacido, aunque no tenga un historial familiar de desórdenes genéticos, informaba el 4 de agosto la BBC. Antes, sólo las mujeres con una historia familiar de enfermedades genéticas podían controlar sus embriones de esta forma, pero la ley fue retirada el año pasado.

El carácter favorable al aborto de tal investigación resultó evidente en un programa reciente de la CNN. En un comentario para el National Review Online del 10 de noviembre, Dave Shiflett protestaba contra la presentación que hizo la CNN de un nuevo test prenatal que puede detectar la presencia del síndrome de Down. Según la página web de la CNN, explicaba, el primer beneficio de este test es que da «a las madres más paz mental y más tiempo para acabar con un embarazo». El corresponsal médico en las ondas de la CNN, el doctor Sanjay Gupta, compartía esta postura, observaba Shiflett.

Un reciente testimonio demostró que es posible afrontar el tema de otra manera, informó el 10 de noviembre el periódico australiano The Age. En los años setenta, Luisa y Luo Papaleo se quedaron fuertemente impactados al saber que su hija Stephanie tenía síndrome de Down. La pareja hizo todo lo que pudo para ayudar a su hija y, en vez de ingresarla en una institución, la mantuvieron en contacto con otros niños.

Stephanie tiene ahora 27 años. «Articulada, motivada y bien organizada, tiene un pensamiento claro con una memoria impresionante», afirmaba el periódico. El artículo observaba que algunas veces desea no haber nacido con ese cromosoma extra, pero añade, «no pienso sólo en eso. Amo mi vida. Amo lo que soy».

Otras personas que comparten el problema de Stephanie nunca podrán tener la oportunidad de decirlo. El gobierno del Reino Unido ha prometido que en el 2004 toda mujer embarazada tendrá la oportunidad de someterse al test del síndrome de Down, informaba la BBC el 19 de septiembre. Un «Reportaje sobre Cinco Vidas» de la BBC del 21 de septiembre descubrió que algunas mujeres están siendo presionadas para que aborten si sus bebés sufren el síndrome de Down.

Las mujeres se encuentran a menudo en una «cinta transportadora» de la que no pueden bajarse, y se ven abrumadas por un sistema que asume que ellas quieren abortar si se descubren anormalidades, comentaba a la BBC Hilary Rose, una socióloga de la Open University. «Esto no me parece a mí que sea una forma sana de llevar a cabo un servicio prenatal», afirmaba.

El programa de la BBC contó también con la experiencia de una pareja a cuyo hijo no nacido se le descubrió que sufría de exomphalos, que causa que los órganos abdominales crezcan fuera del cuerpo. Aunque se les dijo que el bebé podría tener cirugía correctiva después de que naciera, la pareja sintió que el hospital los empujaba hacia el aborto. Rechazaron abortar y su hijo es un niño de 3 años feliz y sano.

Búsqueda de la perfección
Con anterioridad, en Alemania se habían recomendado los test de embriones, informó el 23 de enero Reuters. El Comité Nacional de Ética recomendó limitar el uso del test para descubrir los desórdenes genéticos de los embriones fertilizados in vitro, de manera que sólo se implantaran los sanos.

La decisión dividió al comité: nueve de sus veinticuatro miembros votaron contra las pruebas. Uno de los opositores, miembro del parlamento por los social-demócratas, Hans-Jochen Vogel, se expresó contra la decisión, diciendo que hacer accesibles los test daría como resultado el que las parejas optarán por la fecundación in vitro para conseguir la diagnosis genética, aunque sean capaces de tener hijo de modo normal.

En Canadá, las clínicas de fertilidad cuentan con una creciente demanda de tests a pesar de las restricciones federales, informaba el 10 de marzo Ottawa Citizen. El test tiene un elevado coste. El periódico informaba que en el McGill Reproductive Center de Montreal, los honorarios por un PGD van de los 1.500 a los 3.000 dólares canadienses (1.142-2.285 dólares estadounidenses). Esto se suma a los 4.000 dólares de la fecundación in vitro. El test utilizado puede detectar más de 100 resultados genéticos.

Las pruebas se han vuelto cada vez más populares en Estados Unidos, informaba el Los Angeles Times el 21 de julio. «Creo que es una tendencia de futuro, y que en el futuro cada embrión (producido por fertilización in vitro) pasará el test», afirmaba el Dr. Harvey Stern, jefe del programa PGD en el Genetics & IVF Institute de Fairfax, Virginia.

En dos de los más grandes centros para el PGD de la nación, casi tres de cada cuatro intervenciones son diagnosis aneuploide, especialmente para mujeres mayores de 35 años o que han tenido repetidos fracasos con la fecundación in vitro o abortos, afirmaba el Los Angeles Times.

Pero esta práctica también ha sido blanco de fuertes críticas, y algunos países han introducido restricciones a su utilización. «Si das a la gente la idea de que es perfectamente aceptable –y factible– seleccionar este u otro rasgo» en un embrión, «estás entonces abriendo la puerta para comprar los bebés como si fueran accesorios para tu vida», afirmaba Marcy Darnovsky, una analista del Center for Genetics and Society de Oakland, California.

El fuerte crecimiento del recurso al test fue criticado recientemente en Italia. Según el Corriere della Sera del 3 de noviembre, el 20% de los recién nacidos han sido sometidos a amniocentesis, por la que se extrae una muestra de líquido amniótico para ser analizada. Esta cifra es innecesariamente alta, según el genetista Bruno Dallapiccola.

El periódico citaba datos de asociaciones profesionales que muestran que el número de tests se disparó hasta el 42% en el 2002, comparado con los niveles de hace sólo dos años. También es preocupante el hecho de que los resultados de los tests raramente vienen acompañados de una consulta con un especialista, que pudiera aconsejar sobre la gravedad de los resultados obtenidos.

Y no son precisamente los defectos genéticos graves los que pueden llevar a que un embrión sea abortado. La sordera se considera ahora entre los defectos no deseados, según un reportaje de The Age del 11 de julio. Una pareja de Melbourne, Australia, ha hecho pruebas a su embrión fecundado in vitro para garantizar que sea un niño con perfecta audición. Cada uno de los esposos tiene un gen afectado, aunque ninguno es sordo. Un niño de esta pareja tendría una posibilidad sobre cuatro de heredar el gen afectado de ambos padres y ser sordo.

Sus intentos de tener un bebé a través de la fecundación in vitro fracasaron en última instancia. Pero se dijo en el Congreso Internacional de Genética reunido en Melbourne que este diagnóstico ha sido el primer caso que se conoce en el mundo de una prueba en embriones de sordera. La Asociació
n de Sordos británica afirmó que se oponía a tal prueba. «Los sordos entienden demasiado bien el nexo histórico entre genética y eugenesia», afirmó la organización en una declaración.

Los investigadores acaban de publicar un estudio sobre los discapacitados y discapacitados asesinados por el régimen nazi, informaba el 30 de septiembre Associated Press. Fueron eliminados más de 200.000 de aquellos que los nazis denominaban «vidas sin valor». La ciencia moderna se está tomando la tarea de eliminar tales vidas antes incluso de que lleguen a respirar.

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ZENIT Staff

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