RATISBONA, miércoles, 13 septiembre 2006 (ZENIT.org).- En un esperado discurso pronunciado en la Universidad de la que fue catedrático, Benedicto XVI ha sentado las bases para que pueda darse el diálogo entre culturas y religiones: su propuesta es una nueva relación entre fe y razón.
La articulada propuesta del Santo Padre, presentada en un discurso de carácter académico, resonó en la tarde de este martes en un Aula Magna de Ratisbona en la que no quedaba una silla vacía.
En esta universidad, que hoy cuenta con unos 25.000 alumnos, Joseph Ratzinger fue vicerrector y titular de la cátedra de dogmática e historia del dogma entre 1969 y 1971.
En un mundo caracterizado por la convivencia de culturas y religiones, el Santo Padre consideró que el diálogo sólo es posible «si la razón y la fe avanzan juntas de un modo nuevo, si superamos la limitación impuesta por la razón misma a lo que es empíricamente verificable, y si una vez más generamos nuevos horizontes».
«Sólo así seremos capaces de lograr este diálogo genuino de culturas y religiones que necesitamos con urgencia hoy», reconoció en un discurso en el que citó a pensadores y teólogos musulmanes, así como a algunos de los clásicos de la filosofía occidental.
El obispo de Roma constató que «en el mundo occidental se sostiene ampliamente que sólo la razón positivista y las formas de la filosofía basadas en ella son universalmente válidas».
«Pero las culturas profundamente religiosas del mundo ve precisamente en esta exclusión de lo divino de la universalidad de la razón un ataque a sus convicciones más íntimas. Una razón que es sorda a lo divino y que relega la religión al espectro de las subculturas es incapaz de entrar al diálogo con las culturas».
Al mismo tiempo, el pontífice explicó que la razón científica moderna «plantea una pregunta que va más allá de sí misma, de sus posibilidades y de su metodología».
«La razón científica moderna simplemente tiene que aceptar la estructura racional de la materia y su correspondencia entre nuestro espíritu y las estructuras racionales que prevalecen como se nos ha dado, en las que su metodología debe basarse», reconoció.
«Incluso la pregunta ¿por qué esto tiene que ser así? es una cuestión real, que tiene que ser dirigida por las ciencias naturales a otros modos y planos de pensamiento: a la filosofía y la teología», aclaró.
«Para la filosofía y, si bien es cierto que de otra forma, para la teología, escuchar a las grandes experiencias y perspectivas de las tradiciones religiosas de la humanidad, de manera particular aquellas de la fe cristiana, es fuente de conocimiento; ignorarla sería una grave limitación para nuestra escucha y respuesta».
«Occidente ha sido puesto en peligro por mucho tiempo por esta aversión en la que se basa su racionalidad, y por lo tanto sólo puede experimentar un gran daño», reconoció por último.
« Hace falta valentía para comprometer toda la amplitud de la razón y no la negación de su grandeza: este es el programa con el que la teología anclada en la fe bíblica ingresa en el debate de nuestro tiempo», concluyó.