Sólo la apertura al amor de Dios puede sanar al hombre y a la humanidad, advierte el Papa

En su intervención antes de rezar el Ángelus

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CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 19 febrero 2006 (ZENIT.org).- El Papa recurrió este domingo a la intercesión mariana «para que todo hombre se abra al amor misericordioso de Dios, y así la familia humana pueda ser sanada en profundidad de los males que le afligen».

Pronunció Benedicto XVI estas palabras antes de rezar el Ángelus ante más de 30 mil fieles y peregrinos que acudieron a la cita dominical –difundida internacionalmente por radio y televisión– en la Plaza de San Pedro en el Vaticano.

El Santo Padre se centró en el deseo de Jesús de sanar el corazón del hombre y para ello explicó el pasaje del Evangelio de la liturgia eucarística de este domingo, relativo a la curación de un paralítico (Cf. Mc 2, 1-12).

Jesús dijo «al paralítico: “Hijo, tus pecados te son perdonados”», una forma de actuar que «muestra que quiere curar ante todo el espíritu», porque sólo después, «para demostrar la autoridad que se le ha conferido por Dios de perdonar los pecados, añade: “Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa” y le cura completamente», sintetizó.

«El mensaje es claro –reconoció Benedicto XVI–: el hombre, paralizado por el pecado, tiene necesidad de la misericordia de Dios que Cristo ha venido a darle, para que, sanado en el corazón, toda su existencia pueda reflorecer».

El Papa señaló en el paralítico del relato evangélico «la imagen de todo ser humano a quien el pecado le impide moverse libremente, caminar en la vía del bien, dar lo mejor de sí».

Y es que «el mal, anidando en el espíritu, ata al hombre con los lazos de la mentira, de la ira, de la envidia y de los demás pecados, y poco a poco le paraliza», constató.

Pero también la «humanidad –añadió– lleva los signos del pecado, que le impide progresar prontamente en esos valores de fraternidad, de justicia, de paz que igualmente se ha propuesto en solemnes declaraciones».

Consciente de que las causas del bloqueo y paralización de este camino de la humanidad son múltiples y complejas, el Papa invitó a creer y confiar «en que sólo Jesús puede curar verdaderamente».

«Sólo el amor de Dios puede renovar el corazón del hombre, y sólo si sana en el corazón la humanidad paralizada puede levantarse y caminar –subrayó–. El amor de Dios es la verdadera fuerza que renueva el mundo».

«Conducir a los hombres de nuestro tiempo a Cristo Redentor para que, por intercesión de María Inmaculada, les pudiera curar» es «la elección de fondo» de quienes precedieron en el ministerio petrino a Benedicto XVI.

«Especialmente del amado Juan Pablo II», puntualizó el Papa, cuya mención a su inmediato antecesor levantó fuertes aplausos entre la multitud, congregada bajo momentos de sol casi primaveral.

«También yo he querido proseguir en este camino», afirmó el Santo Padre.

Y para ello, «de forma particular, con la primera Encíclica Deus caritas est, he querido señalar a los creyentes y al mundo entero a Dios como fuente de auténtico amor», admitió.

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ZENIT Staff

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