ROMA, viernes, 17 febrero 2006 (ZENIT.org).- En 1999 un grupo de especialistas constituyó en Palermo (Italia) la «International Association for Humanitarian Medicine» («Asociación Internacional de Medicina Humanitaria», IAHM en sus siglas en inglés) para promover y apoyar el derecho a la salud y a la atención médica para todos.
Su director, el cirujano Michele Masellis, ha explicado a Zenit el sentido y factibilidad de esta iniciativa.
–¿Qué es la «International Association for Humanitarian Medicine» (IAHM)? ¿Cómo nació? ¿Cuáles son sus objetivos?
–Dr. Masellis: La IAHM es una asociación constituida prioritariamente por trabajadores sanitarios que sitúa en la base de su propia actividad la defensa del derecho a la salud entendida no ya como un sencillo acto de piedad humana, sino como un «deber de dar hacia quien tiene el derecho de pedir».
La idea nació en 1999 de un grupo de médicos que, constatando la propagación del sufrimiento humano por la multiplicación de los conflictos, de las calamidades naturales y de la degradación de las condiciones de vida en los países en vías de desarrollo, quiso analizar las razones por las que actualmente el «derecho a la salud», en cualquier parte aclamado, reconocido y requerido, no obtiene toda la atención que merece y resulta aún precario en términos de promoción, difusión y tutela.
La IAHM considera fundamental para toda actividad en los países en vías de desarrollo la «tutela» del derecho a la salud, entendida como garantía a la asistencia, protección de la dignidad humana, escudo a la especulación sobre el sufrimiento ajeno.
–¿Cómo se puede garantizar la asistencia sanitaria, sobre todo donde faltan estructuras y personal médico?
–Dr. Masellis: Con la identificación de nuevos criterios de cooperación directa con las autoridades constituidas de los países de que se trate, con las organizaciones no gubernamentales reconocidas y con los organismos y las organizaciones internacionales especializadas en el sector de la acción humanitaria, en el respeto de la independencia e imparcialidad. Ello consigue que cada intervención sanitaria por parte de organizaciones de voluntariado deba estar precedida por peticiones específicas de cooperación a fin de que su apoyo garantice, en el territorio, actos médicos más eficaces, atención post-operatoria y controles más rigurosos, seriedad en la formación del personal de asistencia y adecuación a las estructuras sanitarias existentes.
En caso de graves emergencias, debe evitarse que las ayudas constituyan un mero episodio de socorro, un momento de prestigio político de los países donantes, y no un punto de partida esencial para un desarrollo a largo plazo de los países receptores. Deben ser analizadas y superadas entre los países donantes y receptores las normas que impiden el libre acceso a los pacientes en las estructuras de alta especialidad y el libre tránsito de la ayuda sanitaria.
La evolución del principio de globalización ha permitido en los países que emergen un crecimiento cultural continuo con la formación de una clase médica más especializada y un respeto de la persona acrecentado. Las Organizaciones Humanitarias Intergubernamentales y las No Gubernamentales, que trabajan en estos países, deben actuar en colaboración responsable y estrecha con las estructuras sanitarias y los equipos médicos locales. Deben recibir de éstos informaciones adecuadas sobre la existencia de formas de patología anormal y rara, indicaciones y opiniones sobre qué tipo de intervención es posible practicar in loco y hacer de medio con los equipos sanitarios voluntarios o con las estructuras hospitalarias avanzadas de los países más industrializados adonde poder transferir a los pacientes.
De tal forma se garantiza una adecuada y controlada selección de los pacientes, el compromiso en la formación del personal local de asistencia y un intercambio más provechoso de conocimientos técnico-científicos que aseguren tratamientos post-operatorios a los pacientes tratados in loco y a los que regresan a su patria tras la atención en centros especializados. La figura del médico extranjero, frecuentemente contemplado como dominador y colonizador, debe ser sustituida por aquella de quien colabora, ayuda, aconseja y participa en las mismas condiciones de trabajo. Se atenuarán así conflictos con los médicos locales, causados por celos y por violación de intereses y, finalmente, y no es un problema menos importante, se reducirán las sospechas de especulación en la gestión de los paciente por parte de organizaciones locales ilegales, que no desdeñan «vender» los tratamientos de los pacientes, actuando fuera del control de las autoridades constituidas.
–Usted es un médico y cirujano cristiano. ¿Qué piensa del dolor? ¿Cuáles son las tareas de los médicos en la lucha contra enfermedades y sufrimientos?
–Dr. Masellis: El dolor, en general, es entendido como expresión de un malestar físico que de manera más o menos intensa aflige al hombre. Quien sufre físicamente sufre también psíquicamente y lo muestra con postración, desconfianza, desaliento y miedo a morir: tener miedo es humano. Jesús, hombre en la cruz, pidió ayuda al Padre al sentirse solo mientras era atenazado por tremendos sufrimientos físicos.
El médico observa el dolor ya sea como un síntoma que expresa la evolución de una patología o como una manifestación de devastación de la función de un órgano o aparato. El tratamiento del dolor es obligación inderogable del médico, que en la realización de una terapia debe respetarlo en su doble significado de síntoma o daño, especialmente en las llamadas patologías terminales.
Como médicos no podemos no tener presentes los cánones transmitidos por el Juramento Hipocrático que, por décadas, fueron un amplio testimonio de la acción médica en sentido humanitario, donde, fijando los deberes de cuantos ejercen el arte médico, establecen: «… regularé el régimen de los enfermos en su beneficio, según mis capacidades y mi juicio y me abstendré de toda mala acción y de toda injusticia…», y subrayan los principios fundamentales de la solidaridad y de la dedicación hacia quien sufre.
También la deontología actual, que se ha enriquecido progresivamente de contenidos e imperativos, connaturales a la creciente dimensión ético-social de la medicina, prevé en el acto de lealtad a la profesión: «… juro atender a todos mis pacientes con igual escrúpulo y compromiso, independientemente de los sentimientos que ellos me inspiren y prescindiendo de toda diferencia de raza, religión, nacionalidad, condición social e ideología política…». El juramento del médico, por lo tanto, refleja los fundamentos de una ética médica siempre afirmada en la solidaridad humana, como base del compromiso asistencial.
–¿Y qué decir del dolor psicológico, que muchas veces no se exterioriza y que tiene su origen en episodios gravemente traumatizantes, como la muerte de un padre, de un hijo, del cónyuge o una mutilación del propio cuerpo?
–Dr. Masellis: El dolor psicológico, caracterizado por angustia y desesperación, no puede encontrar solución sólo con la terapia médica. Requiere una notable fuerza de ánimo inicial, necesaria para superar la fase aguda, hasta que ese gran don de la resignación empiece a hacer efecto. La fe, en tales casos, puede ser una terapia eficaz. ¡Afortunado quien posee y sabe usar tal medicina!
–Los conocimientos médicos actuales, aún relativos, son los mayores que se han alcanzado en la historia de la humanidad; con todo, importantes sectores del mundo médico y legislativo parecen más preocupados por reglamentar aborto y eutanasia que por apoyar la vida. ¿Qué opina al respecto?
–Dr. Masellis: Para una persona que ha elegido dedicar buena parte de su vida a l
a atención de los demás y a la tutela del derecho a la salud de cuantos están afligidos por sufrimiento y privaciones, porque viven en países subdesarrollados, y que sostiene el principio del derecho a la salud como «derecho de pedir, deber de dar», la vida es un bien supremo, intocable, inviolable.
–¿Será posible extender a todo el planeta la acción que la IAHM propone?
–Dr. Masellis: La IAHM quiere, con su propia actividad, divulgar un nuevo modo de ayudar a las poblaciones que sufren siguiendo los principios citados en la definición de medicina humanitaria que ha formulado: «Si bien toda intervención médica para aliviar la enfermedad y el sufrimiento de una persona es esencialmente humanitaria, la Medicina Humanitaria va más allá del acostumbrado acto terapéutico y promueve, proporciona, enseña, apoya y asegura la salud de los pueblos como derecho humano en conformidad con la ética de la enseñanza hipocrática, los principios de la Organización Mundial de la Salud, la Carta de las Naciones Unidas, la Declaración Universal de los Derechos Humanos, las Convenciones de la Cruz Roja y otros acuerdos y prácticas que aseguran el nivel de atención más humanitario y mejor posible, sin discriminación o consideración de la ganancia material».
Ello permite esa forma de «tutela» del derecho a la salud, hecha de garantía a la asistencia, protección de la dignidad humana, escudo a la especulación sobre el sufrimiento ajeno.
Los instrumentos para desarrollar la actividad hay que identificarlos en una serie de pasos operativos que incluyen contactos con las autoridades y las organizaciones profesionales de los países industrializados, para que se creen en los mayores hospitales secciones especializadas dedicadas a la recuperación y al tratamiento médico, quirúrgico y rehabilitador gratuito de los pacientes procedentes de los países en vías de desarrollo; vínculos y relaciones de colaboración con las demás organizaciones de asistencia humanitaria que trabajan en el mundo, y particularmente en los países que emergen, para que señalen a las autoridades competentes los casos médicos y quirúrgicos complejos de pacientes necesitados de asistencia especializada, que no pueden resolverse en los respectivos países, y por éstos sean autorizados y seguidos en su transferencia a hospitales dotados de secciones de medicina humanitaria; la realización de una red de secciones especializadas que constituirían, así, la dotación de camas de un virtual Hospital Abierto del Mundo («World Open Hospital»); el ofrecimiento a médicos, enfermeros y técnicos del sector sanitario de los instrumentos necesarios para frecuentar cursos de formación profesional en estructuras universitarias y hospitalarias de los países industrializados; constitución de equipos especializados que, a petición de hospitales o estructuras sanitarias de los países que emergen o en vías de desarrollo, sean capaces de acercarse in loco para prestar asistencia médica y quirúrgica o para desarrollar cursos de formación técnico-profesional, para asegurar el bienestar de cuantos necesitan asistencia sanitaria.
La IAHM quiere hacerse garante de una gestión clara y transparente de la asistencia a los más débiles cooperando con las organizaciones humanitarias nacionales e internacionales jurídicamente reconocidas, involucrando a las autoridades constituidas de los países que piden ayuda y a las autoridades públicas, a las fuerzas económicas, a la clase médica de los países avanzados, como fuerzas primarias esenciales para concretar el principio universal del derecho a la salud para todos.
El ambicioso objetivo final de su acción es el de oír que le diga, un día no lejano, quien haya recibido ayuda: «Gracias por lo que habéis hecho. ¡Ya no os necesitamos!».
También para llevar a acabo un programa como el de la IAHM a favor de los enfermos más desfavorecidos del mundo existe una medicina fundamental: la fe profunda en lo que se cree.
[Más información en www.iahm.org]