CIUDAD DELVATICANO, martes, 26 abril 2005 (ZENIT.org).- Uno de los primeros beatos de los que ha hablado el nuevo Papa Benedicto XVI ha sido un sacerdote que con su vida desafío al nazismo.
Se trata de Rupert Mayer (1876-1945), sacerdote jesuita de Baviera, quien fue internado en un campo de concentración.
El Papa Joseph Ratzinger le puso como ejemplo de vida a los cinco mil peregrinos alemanes con los que se encontró este lunes en una audiencia concedida en la Sala Pablo VI del Vaticano.
Nacido en Stuttgart, el 23 de enero 1876, entró en la Compañía de Jesús en 1890. Fue capellán de inmigrantes y ayudó espiritualmente a los soldados en la primera guerra mundial, donde quedó herido. Por este motivo, se le amputó la pierna izquierda. Reanudó su ministerio dedicándose a los pobres y a la dirección de la Congregación Mariana de Múnich.
El padre Mayer fue uno de los primeros que comprendieron la naturaleza del movimiento hitleriano y desde 1923 afirmó que un católico no podía adherir al nacionalsocialismo.
Cuando en 1933 Hitler llegó al poder, siguió manteniendo públicamente sus ideas, motivo por el cual fue encarcelado en 1939 y encerrado en el campo de concentración de Sachsenhausen.
Dado que su salud empeoró gravemente, los nazis, por miedo a que su muerte en el campo de concentración hiciera de él un mártir, le internaron en la abadía de Ettal.