TORONTO, 22 julio 2002 (ZENIT.org).- En el momento actual, caracterizado por sonoros escándalos, los jóvenes vienen a Toronto a plantear a Juan Pablo II una pregunta: «¿Qué tenemos que hacer para alcanzar la vida eterna?».
Esta es la constatación que hace el cardenal estadounidense James Francis Stafford, presidente del Consejo Pontificio para los Laicos y encargado por parte de la Santa Sede de la organización de estas Jornadas Mundiales de la Juventud (JMJ), que se celebran del 23 al 28 de julio.
El purpurado describe rápidamente la situación general: «Hemos vivido los acontecimientos del 11 de septiembre, hemos asistido también al eclipse de la honestidad en la economía de mercado en los Estados Unidos, hemos visto surgir los escándalos dentro del clero católico en los Estados Unidos y en otros países, escándalos que han sacudido la confianza de los católicos».
«Hoy tenemos que vivir, por tanto, en un mundo que nos hace experimentar nuestra vulnerabilidad, que nos hace sentir la necesidad de un Dios que nos ha creado y redimido a través de la sangre de su Hijo», añade en declaraciones concedidas a Radio Vaticano al sintetizar las impresiones que le provocan la llegada de jóvenes a la metrópoli canadiense.
El cardenal explica que «el Santo Padre escuchará la pregunta que el joven rico dirigió a Jesús y que ahora le dirigirán los centenares de miles de jóvenes llegados para encontrarse con él: «¿qué tenemos que hacer para alcanzar la vida eterna?»».
«Creo que esta pregunta hoy es presentada de manera quizá más consciente que en Roma, en el año 2000, precisamente a causa de los cambios acaecidos en el contexto mundial», afirma el cardenal, que era arzobispo de Denver cuando se celebraron en esa ciudad las JMJ entre el 11y el 15 de agosto de 1993.
«Tengo la esperanza de que, al igual que en las precedentes JMJ, también las Jornadas de este año estén llenas de sorpresas. En Toronto se vuelve a ver la juventud de la Iglesia. La Iglesia siempre es joven, pero los signos de su juventud serán mucho más evidentes en estos días», explica.
«Tengo la esperanza –concluye el cardenal– de que los jóvenes, que tienen confianza en este Santo Padre, este grande y anciano Papa, puedan ver en él el signo de su renovado amor por Jesucristo».