ROMA, 21 sep (ZENIT.org).- «La sangre de los mártires es semilla de cristianos». Esta es la conclusión a la que llega la agencia misionera de la Santa Sede, «Fides», al recordar que las regiones chinas que más han sufrido la persecución son también las que cuentan hoy con las comunidades católicas más vivas.
Al mismo tiempo, revela que los mártires chinos que serán canonizados por Juan Pablo II el próximo 1 de octubre son venerados tanto por los católicos clandestinos como por los que pertenecen a la Asociación patriótica.
Un editorial del director de «Fides», el padre Bernardo Cervellera, en vísperas de la canonización de 120 mártires de China (87 chinos y 33 extranjeros), asegura que la ceremonia será una fiesta para todos los católicos del mundo: «Se trata de los primeros santos del país más poblado del mundo, donde la evangelización inició ya en el siglo VI. Por primera vez en la Iglesia, cristianos chinos son elevados a la gloria de los altares y propuestos como ejemplo de fe y de humanidad a los cristianos de todo el mundo».
Unidos por el martirio
«El martirio unió a cristianos chinos y extranjeros, a laicos y sacerdotes, a mujeres y hombres de toda edad, incluidos niños –continúa explicando Cervellera–. Todo esto es signo de que la fe cristiana sabe superar los confines nacionales y raciales. Esto vale particularmente para los misioneros extranjeros, asociados al martirio. Eran de muchas nacionalidades: franceses, italianos, españoles, belgas, holandeses. La mayoría de ellos llegó a China independientemente de las potencias occidentales coloniales y, si bien a veces estas potencias se sirvieron de la “protección a los misioneros” como pretexto para su dominio, los motivos y el estilo de su trabajo eran completamente diferentes de aquellos del estilo colonial occidental. Valga citar a la franciscana María de San Justo, francesa de Rouen, quien siempre deseó “dar la vida por los chinos”, o la belga María Amandina, que asistía a los enfermos “con la sonrisa”. Ambas fueron decapitadas en Taiyuan (Shanxi) el 9 de julio de 1900».
Releer la historia de China
Por eso, «la canonización de estos mártires es una invitación a revisar y reeleer la historia de la Iglesia y de China con mayor objetividad, teniendo en cuenta que el amor y la dimensión religiosa forman parte de la persona humana y no son sobreestructuras o máscaras políticas».
«Hay que decir que “la sangre de los mártires es semilla de cristianos” –concluye el director de Fides–: las regiones chinas donde la persecución en los siglos pasados fue más dura (Hebei, Sichuan, Zhejiang, Guangxi, Shanxi) presentan hoy las comunidades católicas más vivas. La Iglesia de la China de hoy es el “gran milagro” donado por Dios “por la intercesión y el ejemplo heroico de los beatos mártires chinos”, venerados tanto por los católicos oficiales como por los no oficiales».