R. D. del Congo: Asesinado un sacerdote, testigo de una masacre

La región sufre un recrudecimiento de la violencia

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KINSHASA, 8 mayo 2003 (ZENIT.org).- Se ha confirmado la muerte, el pasado martes, del sacerdote congoleño Raphael Ngona, el primero que denunció la masacre perpetrada en Drodo –a 80 kilómetros de la ciudad de Bunia (distrito de Ituri, al noreste de la República Democrática del Congo)–.

El cuerpo del sacerdote fue recuperado por el personal de la Misión de la ONU en el Congo (Monuc). Fue asesinado en su habitación de la casa diocesana. Junto a él, se encontraron igualmente los cuerpos sin vida de otras tres personas, un hombre y dos mujeres.

El padre Raphael Ngoma, que era párroco de Drodro, se encontraba temporalmente en Bunia, donde perdió la vida. Drodo es la localidad donde el mes pasado los Lendu se enfrentaron con la tribu adversaria de los Hema, dejando en el lugar cientos de víctimas.

Mientras tanto, el caos y los saqueos se han apoderado en las últimas horas de la ciudad de Bunia como consecuencia del violento ataque de los Lendu.

Fuentes de la agencia misionera Misna describen un escenario de extrema confusión y anarquía. El centro urbano está en manos de las milicias armadas Lendu que continúan asaltando impunemente casas, tiendas, oficinas y misiones.

Los enfrentamientos estallaron después de la retirada del ejército ugandés, que desde marzo controlaba la ciudad –escenario en los meses precedentes de duros combates y violencia interétnica entre Hema y Lendu–.

Desde el miércoles, al menos mil civiles han buscado refugio en la sede de la Monuc. Por el momento, los «cascos azules» presentes en la zona, poco menos de 500, están destinados a la protección del personal civil de la Monuc y no están autorizados a intervenir militarmente contra las bandas armadas que en las últimas horas siembran la destrucción en Bunia.

Los milicianos Lendu son en gran parte jóvenes, mucho de ellos niños-soldado, armados con fusiles «kalashnikov», machetes, arcos, flechas y lanzas.

La población Hema huye especialmente de los barrios periféricos de Bunia, entre ellos el de Mudzi Pela, donde se encuentran las principales escuelas, la sede episcopal y el instituto de ciencias religiosas, y donde el martes fue asesinado el padre Raphael Ngoma.

En la ciudad, varios cientos de policías congoleños, enviados por el gobierno de Kinshasa, intentan asegurar el orden público tras la desmovilización de los soldados de Uganda y su progresiva repatriación.

En el origen de este anunciado recrudecimiento –Uganda advirtió del riesgo de un «vacío de poder» tras la retirada de sus propios hombres– circulan distintas hipótesis.

Se afirma que el ejército ugandés podría haber dejado armas y munición a las milicias Hema de la Unión de los Patriotas Congoleños (Upc), lideradas por Thomas Lubanga, uno de los «señores de la guerra» –aliado de Uganda al principio, después tenaz adversario y ahora dispuesto nuevamente a administrar el territorio bajo el control de Kampala–.

En la República Democrática del Congo se consuma una tragedia que desde 1998 puede haberse cobrado la vida de más de tres millones de personas. Se trata de una zona donde las potencias de la región de los Grandes Lagos se disputan el control de los inmensos recursos naturales del territorio.

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ZENIT Staff

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