Catherine Drexel, pionera de los derechos de las minorías éticas en EE. UU.

La nueva beata norteamericana fundó una Universidad para los afroamericanos

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ROMA, 28 sep (ZENIT.org).- «Casi un siglo antes de que en los años setenta tuvieran lugar en Estados Unidos las protestas de los norteamericanos de color, Catherine Drexel se había preocupado por la penosa y degradante situación en la que vivían los afroamericanos y los indios». Así describe en una entrevista a Zenit el padre Paolo Molinari, postulador de su causa de canonización, a Catherine Marie Drexel, la religiosa estadounidense que será beatificada el próximo 1 de octubre.

Para combatir los efectos perniciosos del racismo, fundó la Xavier University en Nueva Orleans (Luisiana), la primera universidad destinada preferentemente a los afroamericanos. Al mismo tiempo creó otras 65 escuelas de todo tipo y nivel para la población india y de color.

Catherine, nacida en Philadelphia, en 1958, hija de padre católico y de madre protestante, fundó, además, la Congregación de las Hermanas del Santísimo Sacramento, dedicada a la defensa y promoción de los pieles rojas y de la gente de color en Estados Unidos. Falleció el 3 de marzo de 1955 en Conwells Heights.

«Quien sabe leer con serenidad el desarrollo del cristianismo conoce un dato que a menudo ha sido minusvalorado e incluso voluntariamente callado. Una de las características peculiares de los santos es la de ser especialmente dóciles a la acción del Espíritu Santo y sensibles a las necesidades humanas. Impulsados por el amor cristiano han encontrado el modo y los caminos para ayudar a quien está en situación de necesidad. Pero lo que a menudo no se considera es que estos hombres y mujeres de Dios, con su vida y actividad, con sus iniciativas, que hay que atribuir a la acción de Dios en ellos, han sido precursores en muchas actividades e iniciativas que la sociedad civil y los mismos gobiernos hubieran debido ofrecer y por las que se han interesado justamente en virtud del estímulo que les ha llegado de quien desde tiempo estaba actuando impulsado por el espíritu cristiano. Esto se aplica particularmente en el caso de Catherine Drexel, que alimentándose de la Eucaristía se dedicó totalmente a quienes estaban obligados a vivir en un estado abyecto y degradante: los afroamericanos y los indios de Norteamérica».

¿Dónde encontraba la fuerza para combatir el racismo, un sentimiento que, a finales de 1800 y a comienzos de 1900, era tan fuerte y extendido? «Mujer de intensa oración –responde Molinari– Catherine encontró en la Eucaristía la fuente de su amor por los pobres y los oprimidos y el anhelo de combatir los efectos del racismo. Es de hecho en el Santísimo Sacramento donde Cristo Jesús se da todo a sí mismo para ser alimento de todos, sin distinción de raza o color. Nacida y crecida en una familia donde «la oración era como la respiración», Catherine vivió su misión intensamente unida a Dios. Se lee en sus escritos: «Jesucristo ha dado su vida por mí. Es justo que yo dé la mía por Él». Decía a las hermanas: «Levántate tras haber recibido la Santa Comunión para encontrarlo en la gente… Todo lo que hayáis hecho a ellos, lo haréis a Él»».

«Consciente de que los afroamericanos estaban muy lejos de ser libres, consciente de que se les negaban la instrucción y los derechos constitucionales –añade el postulador de la causa de beatificación de la santa estadounidense–, no dudó en alzar la voz contra tal injusticia. Su misión no fue fácil. Se realizaron acciones legales contra ella para impedir que adquiriese propiedades donde irían a vivir hombres de color e indios. La prensa la atacó a menudo. Se realizaron amenazas y actos de violencia contra las escuelas que fundó para negros e indios. En el Sur de los Estados Unidos, existía una fuerte oposición a la educación de quienes habían sido esclavos. Con su vida y espíritu, Catherine Drexel da a todos un ejemplo del modo en que el cristianismo debe ser auténticamente vivido. Al mismo tiempo, nos hace comprender que las capacidades y las fuerzas necesarias para resolver los problemas que afligen a la humanidad se obtienen de Jesucristo».

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ZENIT Staff

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