Acabado el edificio de los «Niños de Poveda» en el Congo

Chavales que sueñan, cuando trabajen, ayudar a la familia que los abandonó

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KINSHASA, jueves, 23 febrero 2006 (ZENIT.org).- Por fin el pasado 1 de febrero los niños del Proyecto Bana ya Poveda, que lleva a cabo la Institución Teresiana en Kinshasa (Bana ya Poveda), han podido ver su sueño realizado: tener casa propia.

Gracias a la generosidad de numerosas personas de todo el mundo, hoy hasta cuarenta niños a la vez tienen la posibilidad de tener un techo y muchos más de formarse en sus talleres o ir a la escuela en esta casa.

El nombre del proyecto significa «Niños de Poveda», y lo eligieron los mismos chavales de la calle, cuando oyeron la historia de san Pedro Poveda y su trabajo con los niños de las cuevas de Guadix, España.

«Tengo una gran alegría que comunicaros –explica a Zenit desde Kinshasa la directora del Proyecto, Isabel Sancho–. Ya estamos en el nuevo Centro que hemos construido para los niños de la calle. Estábamos de alquiler en una casa que nos daba bastantes problemas, sobre todo porque no teníamos agua corriente ni luz eléctrica sino rara vez. Lo del agua ha sido una larga pesadilla».

En este nuevo Centro los dos problemas están resueltos. Han construido además un aljibe que recoge el agua de lluvia y permite tener reservas en caso de cortes del suministro de agua.

El Centro consta de un edificio de dos plantas para alojamiento, con capacidad para cuarenta niños, y otro edificio exento, de una sola planta para los talleres de zapatería y de electricidad.

Cuenta con un terreno para jugar al fútbol que sirve así mismo para baloncesto y, «aunque no reúne las medidas reglamentarias, porque es más pequeño, los niños están felices», explica la directora del Centro.

Los niños, recogidos en la calle o que acuden al centro a través del testimonio de otros niños, van a las clases de un colegio convencionado que pertenece a la diócesis de Kinshasa.

Los niños inscritos en la escuela primaria son veintisiete. Los más mayores que no tienen edad para ir a la escuela, aprenden un oficio en los talleres del Centro y otros, en otros centros profesionales. En los talleres que no son del centroaprenden mecánica de automóvil, soldadura y carpintería.

«Nos parece un milagro haber podido finalizar la construcción. Y lo es: el milagro de la solidaridad compartida. Mil gracias», comunica Isabel Sancho en una carta dirigida a los donantes que han hecho posible un futuro para estos niños abandonados por sus familias en la calle, en muchos casos por creerlos «brujos» y los responsables de los males de sus parientes.

«Ahora estamos equipándolo con lo mínimo necesario: literas, mesas, sillas y algún armario. Les hemos prometido a los chavales que ahora que hay luz, un día vendrá la televisión. Para los mundiales de fútbol de este verano», explica la directora.

El terreno tiene también mil metros cuadrados de huerta «que ya estamos cultivando para poder tener fruta y hortalizas gratuitas. Ni qué decir tiene que todos los trabajos: cocina, limpieza, huerta etc. somos los chavales y los educadores quienes los hacemos en equipo», informa Isabel Sancho.

Por la mañana, a las cinco y media se levantan todos, niños y educadores, para poder dejar la casa limpia antes de ir al colegio a las siete y media. Son niños que deben adquirir todavía hábitos de higiene y limpieza y hay que estar detrás de ellos.

La finalidad del Proyecto es, indica Isabel Sancho, «poder localizar a las familias de estos niños y hacerles ver que sus hijos no son brujos, ni que las desgracias que les suceden son debidas a ellos. Al mismo tiempo, rehacer en el chaval su personalidad, en la mayoría de los casos, muy deteriorada por todo lo soportado. Aprenden un oficio que les permite ganarse la vida. Es impresionante ver que algunos todavía piensan poder, cuando sean aceptados de nuevo en el seno de sus familias, ayudarlas con su trabajo».

Para más información: karibu@ckt.cd

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ZENIT Staff

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